"... el capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo,

cuando algunas de las propiedades fundamentales del capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis,

cuando han tomado cuerpo y se han manifestado en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura económica y social más elevada.

Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista económico, es la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios capitalistas ".
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LENIN - LA LUCHA POR EL PARTIDO - PARTE II
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IX.

ULIANOV SE CONVIERTE EN LENIN

Lenin [4] (es el nombre que adopta de ahora en adelante para su obra de escritor y para su actividad de propagandista revolucionario) pasó el invierno en Munich en condiciones materiales bastante difíciles. Es curioso que después de haber conocido los rigores de la temperatura siberiana le costara trabajo, según parece, adaptarse al clima invernal de la Alemania meridional.

En la carta que dirige a su madre con fecha 20 de febrero leemos : "Otra vez vuelve a hacer frío aquí. He acabado por acostumbrarme; pero si el invierno que viene me veo obligado a seguir aquí, me haré mandar un abrigo de invierno." Como por el momento no tenía ninguno y carecía de dinero para comprárselo, se las arregló para llevar dos trajes encima. "Al principio no me sentía muy cómodo —le confiesa a su madre—, pero ahora ya me he acostumbrado." Mas no por eso piensa vivir como un anacoreta. Va al teatro y sobre todo a la Opera. Wagner, que reina en esta última, no le atrae, pero escucha "con un gran placer" La judía, que ya había escuchado unos trece años antes en Kazán y algunos de cuyos aires se le han quedado en la memoria. El martes de carnaval se paseó un buen rato por las calles.

Era un espectáculo totalmente nuevo para él y parece haberle impresionado. "Aquí saben divertirse", dice en una carta a su madre.

Martov, que llegó por fin (en enero, según parece), representó una gran ayuda para él. Era un periodista nato, con mucha habilidad para captar rápidamente lo esencial de la cuestión, y poseedor de una pluma alerta y fácil, Pero por su carácter sociable y extraordinariamente locuaz resultaba bastante pesado y se pasaba horas enteras disertando sobre cualquier tema, cosa que desesperaba a Lenin, cuyos minutos eran preciosos.

Su hermana Ana, que se había establecido en Berlín y que se ocupaba activamente de la difusión del periódico, iba frecuentemente a Munich para recibir sus instrucciones. Con ella recuperaba alegremente el ambiente familiar que tanto echaba de menos y renacían en su memoria los claros recuerdos de su adolescencia. Con ella volvían las sombras de sus seres queridos desaparecidos : su padre, su hermanita muerta tan joven y Alejandro... ¡Cuántas veces, en Chuchenskoe, se había pasado horas y horas hojeando el grueso álbum que se había llevado al destierro y en el que estaban reunidas las fotografías de la familia! Ahora no lo había traído consigo, y lo lamentaba profundamente. Le recomienda urgentemente a su mujer, cuyo destierro iba a terminar en breve, que no lo olvide cuando se ponga en camino para reunirse con él.

Nadia recupera por fin su libertad en los últimos días de febrero y en los comienzos de la primavera acaba por encontrar a su marido en Munich, después de haberlo buscado en vano en Praga, donde aquél, para mayor seguridad, le hacía mandar sus cartas por mediación de un obrero checo.

Vio su humilde alojamiento, examinó su rostro enflaquecido y resolvió poner las cosas en orden lo más rápidamente posible. Lo primero que había que hacer —le anunció— era encontrar una habitación adecuada. Su marido no hizo objeción alguna, volvió a meter sus libros en las cajas, ordenó sus papeles y el matrimonio fue a instalarse a otra parte.
"Me di cuenta —escribe Krupskaia en sus Recuerdos— que Vladimir Ilitch necesitaba una alimentación sana y abundante y empecé a guisar en nuestra habitación." ¡Tarea delicada y complicada! Había que evitar el menor ruido. Lenin acababa de empezar su libro y sólo podía escribir en medio de un silencio absoluto. "Cuando trabajaba —agrega— caminaba rápidamente de un extremo al otro de la habitación, rumiando sus frases. Yo no abría la boca durante todo ese tiempo. Luego, en el paseo, me contaba lo que había escrito. Eso acabó por serle tan necesario como preparar mentalmente sus frases antes de escribirlas."

Pronto llegó la vieja mamá Krupskaia, que seguía a su hija a todas partes. Hubo que mudarse de nuevo. Ahora alquilaron un pequeño departamento en un gran edificio moderno, en Schwebing, un suburbio de Munich, y adquirieron en el establecimiento de un trapero un mobiliario muy modesto y somero.

La situación material de Lenin había mejorado considerablemente en aquella época. Acababa de recibir 250 rublos de su editor de San Petersburgo. Su hermano menor, que estudiaba en la Universidad de Moscú, y a quien había encargado la venta del fusil de caza que trajo de Siberia, para no tener que recurrir constantemente al bolsillo de su madre, le mandó los 75 rublos que produjo esa venta. En cuanto a la señora Ulianov, que no podía soportar que su hijo careciera de lo necesario, seguía enviándole dinero de todos modos. "Desde el punto de vista financiero, la cosa no va mal —escribe Lenin el 8 de septiembre—. No hace falta mandarme más; gracias."

No marchaban tan bien las cosas desde el punto de vista "trabajo". No lograba crear a su alrededor una atmósfera de paz y de recogimiento. Seguía absorbido por sus ocupaciones. Se había convenido anticipadamente que tan pronto llegara Krupskaia sería ella quien asumiría las funciones de secretaria de redacción. Ina Smidovitch se las cedió sin ninguna dificultad y desplazó su actividad de militante hacia otro frente. Nadia confió totalmente a su madre los trabajos caseros y se dedicó de lleno a la tarea. Lo cual no impedía que su marido siguiera abrumado de trabajo. El "grupo" de Ginebra se ocupaba sobre todo de la revista, que ofrecía un terreno más amplio para las disertaciones teóricas, y menospreciaba el periódico, limitándose a expresar críticas más o menos justificadas. Era en Munich donde prácticamente se hacía todo el trabajo. Es cierto que estaban Potresov y Martov. Sobre todo Martov... Krupskaia nos dirá cómo trabajaba :

" Comíamos a las doce. A eso de la una llegaba Martov y luego los otros. Se abría el consejo de redacción. Martov hablaba sin cesar y de todo al mismo tiempo... Vladimir Ilitch se sentía muy fatigado por esas conversaciones diarias que duraban cinco y a veces seis horas seguidas. Le impedían trabajar. Un día me pidió que le rogara a Martov que no viniera más. Se decidió que de ahora en adelante sería yo quien iría a casa de Martov para comunicarle las cartas recibidas e informarle de lo que él sabía. Dos días más tarde volvió Martov. Esas entrevistas le eran indispensables. Cuando nos dejaba se iba con otros a algún café donde se pasaban horas enteras."

De todos modos, Krupskaia supo utilizar muy juiciosamente esa presencia estorbosa, empleando a Martov como ayudante de cocina. Según ella, hacía muy concienzudamente su tarea y sólo protestaba cuando le hacían lavar la vajilla. Se quejaba entonces de la "lentitud del progreso" y pedía de todo corazón la llegada de una época en que se usara una vajilla que no necesitara ser lavada. Lenin, que también tenía que participar a veces en esos trabajos domésticos, lo consolaba lo mejor que podía, asegurándole que esa época seguramente llegaría. "Mientras tanto —decía a modo de conclusión—, sigamos usando la vajilla tal como es."

Apenas publicado el primer número de la Iskra, Lenin recibió la visita de Struvé. El jefe de los "marxistas legales" había venido también a establecerse en el extranjero para combatir el zarismo. Aunque su método de combate difería radicalmente del de Lenin, creyó conveniente tratar de llegar a un acuerdo con él. De esa manera, tendiendo una mano a los marxistas revolucionarios y la otra a los liberales demócratas, podría en caso de triunfo —tal era por lo menos su esperanza—quedar como "amigo de todo el mundo". No tardó mucho Lenin en ver claro su juego. Se negó categóricamente. En lo personal estaba muy obligado con Struvé, quien en varias ocasiones le había ayudado en momentos difíciles. Pero en este caso no podían tenerse en cuenta las consideraciones de orden personal y sentimental. La entrevista había durado varias horas.

Struvé hizo diversas proposiciones : entre otras, la de publicar en común un folleto cuyo contenido no quería revelar, pero que, según él, causaría gran sensación. Lenin se mantuvo incólume. Se separaron sin pronunciar la palabra ruptura, pero ambos sabían muy bien que no volverían a verse más. En una de esas notas que Lenin tenía la costumbre de escribir febrilmente en el papel, al final de un encuentro o de una entrevista de alcance decisivo, y que en última instancia hubieran podido constituir su diario íntimo, se lee : "Esta reunión ha sido en cierto modo histórica y de una profunda significación. Por lo menos para mí. Dobla toda una página, si no un período de mi vida, y decide para mucho tiempo mi actitud y mi conducta futuras." Fechado el 29 de diciembre de 1900, a las dos de la madrugada.

Un emisario de Struvé se presentó poco después en casa de Plejanov para proponerle la publicación de un documento sensacional : la nota dirigida confidencialmente por el ministro de Hacienda, Vitté, al ministro del Interior, Goremykin, sobre la organización de la administración local en las provincias occidentales del Imperio. Iba precedida de un largo prefacio redactado por el propio Struvé en el que éste, vislumbrando en la citada nota el indicio de que varios ministros de Nicolás II empezaban a darse cuenta de la necesidad de hacer algunas concesiones a la opinión pública, expresaba la esperanza de que el Gobierno no se detendría ahí para evitar al país los horrores de una revolución y de que entre los allegados al zar habría algunos que "tendrían valor para ceder ante la Historia y para hacer ceder a su amo".

Al mismo tiempo, el enviado de Struvé ofrecía 6.000 rublos a Plejanov para cubrir los gastos de impresión del folleto. Evidentemente era demasiado dinero y, aun siendo poco conocedor en la materia, se podía calcular fácilmente que la impresión de ese folleto no costaría ni siquiera la mitad de la suma propuesta. O sea que, desde el punto de vista comercial, el negocio prometía un beneficio apreciable. Pero el punto de vista "conciliador" y "oportunista" del autor del prefacio, que estimaba posible renunciar a la batalla revolucionaria si el poder mostraba alguna comprensión declarándose dispuesto a hacer algunas concesiones, estaba en flagrante contradicción con la actitud de estricta intransigencia adoptada por el marxismo revolucionario que representaban Plejanov y las publicaciones emprendidas bajo sus auspicios. Además, ¿no se había opuesto, con la vehemencia que ya hemos visto, a cualquier entendimiento con Struvé cuando se discutió la línea política de éste? Sin embargo, aceptó; el manuscrito y también el dinero. El texto fue enviado directamente a la imprenta de Stuttgart, sin pasar por Munich.

Se publicó el folleto. No costó más que 1.800 rublos. El resto, o sea 4.200 rublos, fue entregado a la caja de la revista. Se vendió muy bien, y las sucesivas reimpresiones reportaron al grupo sumas considerables. Pero Lenin estaba muy descontento. Es cierto que se habían salvado las apariencias. En la cubierta del folleto no figuraban el nombre del periódico ni el de la revista. Pero a pesar de ello se creía moralmente obligado a reaccionar redactando una vigorosa réplica que denunciaba crudamente el delito de ese vil oportunismo. De acuerdo con el reglamento, el artículo de Lenin fue sometido previamente a la consideración de los demás miembros del Comité director. Plejanov lo consideró inadmisible y negó su consentimiento. Vera Zasulitch hizo lo mismo. Pero Lenin se mantuvo firme. Durante un mes, las dos partes se cruzaron cartas más bien agrias. Plejanov cedió finalmente, y se publicó el artículo de Lenin, con algunos insignificantes retoques de estilo.

Ya hemos hablado antes de la escisión que se produjo entre el grupo de Plejanov y la Unión de los socialdemócratas rusos en el extranjero. En septiembre de 1900, el 1/ Congreso de la Segunda Internacional había nombrado como miembros para Rusia de su Comité Ejecutivo a Plejanov y a uno de los jefes de la Unión, al director del periódico Rabotchee Delo (La Causa Obrera), publicado por ésta, Kritchevski. Las dos tendencias estaban representadas, por lo tanto, en el seno de la Internacional. Iskra, o sea Lenin, toma posición inmediatamente. Anuncia a sus lectores, en una declaración lapidaria, que como el Rabotchee Delo ha adoptado una línea de conducta errónea, absteniéndose de combatir abiertamente al economismo, se niega a reconocer como representantes del partido en el extranjero a los "elementos disidentes" que lo publican.

"Mientras no se llegue a un acuerdo o a una reconciliación entre la dos fracciones de los socialdemócratas rusos —dice la declaración—no mantendremos relaciones más que con G. V. Plejanov para todo lo que se refiere a la representación de Rusia en el seno de la Segunda Internacional."

A todo esto, Steklov, que al mismo tiempo que se convertía en representante de Iskra para Francia había seguido formando parte de la Unión, anuncia que abandona esta organización y, de común acuerdo con otros dos miembros que han imitado su ejemplo, funda un nuevo grupo, llamado "Iniciativa", cuya finalidad es restablecer la paz y la concordia en los círculos de los socialdemócratas rusos. Se ofrece por lo tanto, como intermediario entre las dos organizaciones. Lenin y Plejanov aceptan sus buenos oficios. La Unión se niega so pretexto de que el nuevo grupo no tiene autoridad suficiente para intervenir en el conflicto que los divide. Finalmente, otro grupo de "conciliadores", que la Unión estima mejor capacitado para hacer de árbitro, logra obtener que se convoque una conferencia preliminar en Ginebra, a fin de elaborar un proyecto de acuerdo para ser sometido a un próximo Congreso.

Lenin se encargó de formular las tesis que definían la concepción del partido y sus métodos de acción, tal como éstos debían resultar de la aplicación de los principios del marxismo revolucionario, insistiendo en el carácter perfectamente homogéneo del partido y en la rigurosa disciplina que debía reinar entre sus miembros. Plejanov, acompañado de Axelrod y de Vera Zasulitch, vino a Munich para discutir las bases de ese programa. Se ignoran los detalles de esos debates, pero parece que fueron bastante tormentosos. Krupskaia que asistió a ellos, cuenta en sus Recuerdos : "La discusión fue ruda. En un momento dado, Vera Zasulitch quiso contradecir a Plejanov. Este dio un salto, se cruzó de brazos y la midió con una mirada tal que se calló aterrorizada. Axelrod, que decía estar de acuerdo con Lenin, anunció entonces que tenía dolor de cabeza y se retiró." Acabaron por ponerse de acuerdo de todos modos, y Lenin se trasladó a Ginebra en calidad de portavoz de Iskra y del grupo de Plejanov.

Un delegado de la Unión, el segundo director del Rabotchee Delo, Martynov, cuenta en sus Recuerdos cómo se entrevistó con Lenin la víspera de la conferencia en un pequeño restaurante de Ginebra :

     "Hablamos del programa, de las tareas políticas del partido, de su táctica, y no surgió divergencia alguna entre nosotros. Pero cuando la conversación llegaba a su fin Lenin me preguntó : "Bueno, ¿y qué le parece mi plan de organización?" Inmediatamente repliqué : "Sobre ese punto no estoy en absoluto de acuerdo con usted. La organización que usted propone me recuerda las bandas armadas de los guerrilleros macedonios. Quiere introducir usted en el partido una especie de disciplina militar. Eso no se ha visto nunca entre los socialdemócratas, ni en Rusia ni en Europa." Lenin sonrió guiñando los ojos y respondió : "¿Sólo sobre ese punto no está usted de acuerdo conmigo? Pues ése es el punto esencial de mi programa. Por lo tanto, no tenemos nada más que decirnos." Y nos separamos... para largos años".

Empero, los "unionistas" no se mostraron irreductibles. Las tesis fundamentales del proyecto de Lenin fueron adoptadas finalmente por la conferencia, condenándose así severamente al oportunismo en todas sus formas. La resolución votada, y que debía servir de base para el entendimiento definitivo, decía :

"1º Rechazamos todas las tentativas para introducir en la lucha de clases sostenida por el proletariado el oportunismo bajo la forma de un pretendido economismo, de bernsteinismo, de millerandismo, etc...
2º Entre las tareas primordiales de la socialdemocracia figura la lucha indeológica contra todos los adversarios del marxismo revolucionario.
3.º Cualquiera que sea la esfera de su actividad —organización, propaganda u otra— los socialdemócratas deben tener siempre presente que la tarea que en primer lugar se impone al proletariado ruso es el derrocamiento del zarismo.
4 º La socialdemocracia debe tomar la dirección de la lucha sostenida por el proletariado contra todas las formas de opresión : política, económica y social".

Tras lo cual se separaron. Se citaron para principios de octubre en Zurich, donde debía reunirse el Congreso de las organizaciones socialdemócratas rusas en el extranjero, al cual sería sometido ese proyecto de resolución".

Lenin, que llegó a Zurich unos cuantos días antes de la apertura del Congreso, leyó sorprendido, en un número de Rabotchee Delo que acababa de publicarse, un largo artículo que contradecía formalmente el acuerdo trazado en Ginebra. Le asombró tanto más cuanto que en su número anterior ese periódico se había mostrado perfectamente de acuerdo y había saludado cordialmente el próximo entendimiento. Y ahora, bruscamente, daba marcha atrás. Era como si quisieran preparar por adelantado el terreno de las futuras discusiones. Por ejemplo, el autor del artículo consideraba extemporánea la comparación que se había permitido hacer Iskra entre las luchas intestinas que asolaban a la emigración rusa y las que se habían producido en la Convención entre los girondinos y los de la Montaña. Naturalmente, los de la Montaña eran los "iskristas" y los girondinos los "unionistas". Estos se negaban a admitirlo. El artículo se pronunciaba luego contra la exclusión que se pretendía aplicar a ciertos oportunistas. Hasta los más acérrimos bernsteinistas, estimaba su autor, se situaban en el terreno de la lucha de clases.

La resolución de Ginebra declaraba una guerra sin cuartel a todos los adversarios del marxismo revolucionario. Si bien no combatía esa tesis abiertamente, el autor del artículo insinuaba discretamente que los iskristas y los unionistas no tenían tal vez la misma concepción del marxismo revolucionario y que, en consecuencia, aquellos que unos consideraban adversarios podían muy bien no ser tales para los otros. Y luego seguían unas consideraciones de carácter general : las opiniones debían seguir siendo libres, no había que encadenar el pensamiento, etc...

El 3 de octubre (al día siguiente debía empezar el Congreso) celebraron consejo Lenin y el trío plejanovista. Dicidieron plantear desde el principio de la sesión la siguiente pregunta : Los miembros de la Unión, que por lo demás estaban representados en la conferencia por los dirigentes del Rabotchee Delo, ¿desaprobaban las recientes declaraciones de ese periódico o se solidarizaban con ellas? Lenin recibió la misión de tomar la palabra.
El discurso que pronunció en aquella ocasión le gustó mucho al policía ruso que asistió a esa reunión, a pesar de que ésta era estrictamente privada y de que sus participantes, admitidos tras riguroso control, creían conocerse entre ellos prefectamente. El informe transmitido más tarde a San Petersburgo por el jefe de la agencia de París declara que habló "extensa y elocuentemente, fulminando literalmente al Rabotchee Delo".
El texto de ese discurso no fue hallado sino recientemente y su transcripción taquigráfica, desgraciadamente incompleta (el final no ha sido conservado), no fue publicada por primera vez sino hasta 1946.

Mostró, en efecto, una autoridad notable. El ataque está llevado con extraordinario vigor, pero el tono no está exento de un ligero persiflage, familiar y agresivo al mismo tiempo. Empieza por advertir que sus críticas no están dirigidas en modo alguno a los miembros de la Unión, sino únicamente a su periódico. Este es su blanco constante. Sus directores, que representan a la Unión y que le están escuchando, son libres de renegar de lo que han mandado escribir o de aceptar el reto. No les hace gracia ser comparados con los girondinos. "Pues vean nuestros debates de Ginebra. ¿No han enfrentado a la Montaña con la Gironda? ¿No encarna Iskra verdaderamente a la Montaña?" Después de difíciles discusiones, la conferencia acabó por condenar expresamente el bernsteinismo, y ahora se da marcha atrás. ¿Se quieren burlar de nosotros?

Uno de los representantes de la Unión hizo observar entonces que el artículo incriminado no significaba en modo alguno un cambio de actitud; solamente pretendía aclarar una resolución que había parecido un poco abstracta. "¡Abstracta! —exclama Lenin en tono sarcástico—. Lejos de ser abstracta, es terrible e increíblemente concreta. Basta echarle un vistazo para darse cuenta de que se quería agarrar a alguien." El "unionista" Kritchevski exclama muy ofendido : "Muy bien, perfectamente. Es a nosotros a quienes se ha querido atrapar, pero no nos hemos dejado." Todo el mundo se echó a reír, pero era patente que las pasiones se agriaban. Un "conciliador" creyó conveniente excusar a Lenin opinando que la expresión "atrapar" se le había escapado al calor de la polémica y que no había que tomarla en serio. No le agradó en absoluto a Lenin ese benévolo defensor. "Creo —escribía más tarde—que esas palabras, se quería atrapar a alguien, encerraban un profundo sentido, a pesar de haber sido dichas en tono de broma. Siempre habíamos reprochado al Rabotchee Delo su inestabilidad, sus vacilaciones. Por eso, naturalmente, estábamos obligados a "atraparlo" para evitar esas vacilaciones en el futuro. No cabía pensar en mala intención por nuestra parte, ya que se trataba en ese caso de una inestabilidad en los principios."

En la sesión del día siguiente los unionistas quisieron introducir algunas correcciones en el texto de la resolución. Pidieron que se suprimieran las expresiones pretendido economismo y millerandismo en el artículo que condenaba el oportunismo, so pretexto de que esas palabras no ofrecían un sentido suficientemente determinado y preciso. Propusieron también introducir en la resolución una mención que especificara expresamente que la lucha económica era "un poderoso estimulante de los movimientos de masas" y que ofrecía "la manera más comúnmente aplicada para arrastrar a las masas a la lucha política". Exigieron, por último, que se suprimiera la palabra siempre en la parte que decía : "los socialdemócratas deben tener siempre presente que la tarea que en primer lugar se impone... es el derrocamiento del zarismo".

No atacaban ciertamente la resolución en conjunto, pero Lenin consideró inadmisibles las enmiendas propuestas. Plejanov compartió su opinión. La parte adversa defendió sus proposiciones con vehemencia. El policía señalaba en su informe : "La tendencia de cada fracción a adueñarse de los puestos de mando en la nueva organización unificada del partido dio por resultado que esta unión se transformara en una agrupación de chillones que no se comprendían los unos a los otros." Plejanov, Lenin y sus amigos abandonaron la sala. La conferencia terminaba en un fracaso completo. El presidente no tenía más que levantar la sesión. Y eso fue lo que hizo.

A la salida, el bueno de Axelrod se quejaba amargamente : "Toda esta gente no se preocupa más que de su tiendecita. Sólo después piensan en el interés general de la Revolución." No sospechaba que en el pequeño y simpático grupo que le rodeaba estaba el "delegado" de la policía rusa. Es a éste, por lo demás, a quien debemos la conservación de esas palabras consignadas en su informe.

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[4]. Firmó por primera vez un artículo con ese nombre en el número 2-3 de la revista Zaria con fecha de diciembre de 1901. Sus primeros escritos llevaron la firma K. Tulín. Después, y más particularmente para su gran obra El desarrollo del capitalismo en Rusia, publicada en 1899, había adoptado el seudónimo de V. I. Lenin.


 
INDICE
PARTE I
EL INGRESO EN LA REVOLUCIÓN
PARTE II
LA LUCHA POR EL PARTIDO
PARTE III
LA CONQUISTA
DEL PODER
PARTE IV
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO SOCIALISTA
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