"... el capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo,

cuando algunas de las propiedades fundamentales del capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis,

cuando han tomado cuerpo y se han manifestado en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura económica y social más elevada.

Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista económico, es la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios capitalistas ".
AMAUTA Revista Socio - Politica
Biblioteca marxista-leninista
Teoria Marxista Leninista
 
LENIN - LA CONSTRUCCION DEL ESTADO SOCIALISTA - PARTE IV
Imprimir


XXVI.

CONTACTOS CON EL MUNDO EXTERIOR

Esta vez Lenin se había equivocado en sus cálculos. Esperaba que los "bandidos imperialistas" dejarían que la República de los Soviets gozara en paz la tregua conseguida a costa de tantas humillaciones. Pero sucedió todo lo lo contrario. Apenas ratificado el tratado de Brest-Litovsk, he aquí que los japoneses ocupan Vladivostok. A principios de mayo, el partido de los socialistas-revolucionarios de derecha, a instigación de las misiones aliadas, decide el "restablecimiento del frente oriental". El plan de ataque es concebido muy juiciosamente. Los. ingleses desembarcarían en Arcángel. Los agentes de las embajadas de Francia e Inglaterra instaladas en Vologda, a mitad de camino entre Arcángel y Moscú, prepararían el levantamiento en las provincias vecinas a la capital, lo cual permitiría a los "libertadores" llegar a ella sin dificultad. Por su parte, el Gobierno francés obtuvo del presidente del Comité nacional checo, Masaryk, que el ejército checoslovaco formado durante el régimen de Kerenski con prisioneros de guerra austríacos en el frente ruso y destinado a ser evacuado, vía Siberia, a América para luchar luego en el frente occidental, fuera empleado allí mismo contra los bolcheviques, quienes de esa manera se verían obligados a luchar en dos frentes. El cuerpo checoslovaco se hallaba entonces en la región del Ural.

El 26 de mayo, obedeciendo las órdenes recibidas, se amotinó con un pretexto cualquiera. Los checoslovacos llegaron a Samara en menos de quince días. La población los recibe como salvadores en todos los pueblos. En el campo, las bandas de campesinos sublevados, dirigidas por los kulaks, se unen a ellos. Los Soviets son disueltos mientras los militantes bolcheviques huyen o se esconden. Un ejército formado por voluntarios y guardias rojos sale apresuradamente de Moscú, bajo 'el mando del coronel Muraviev, un socialista-revolucionario de izquierda. El día en que Spiridinova y sus amigos dan la señal de la insurrección, hace dar media vuelta a sus tropas se pone en marcha hacia Moscú. Al día siguiente, al enterarse del fracaso del complot, se salta la tapa de los sesos, pero su deserción ha abierto el frente a los checoslovacos, que progresan con rapidez. El 22 de julio ocupan Simbirsk, la ciudad natal de Lenin. El 10 de agosto están en Kazán. Mientras tanto, los ingleses han desembarcado en Arcángel y, para cubrir las apariencias, forman un "Gobierno nacional del Norte de Rusia" compuesto de socialistas-revolucionarios de derecha. El 14 de agosto se les ve aparecer en el otro extremo del país, en Bakú, capital del petróleo, "llamados" por el Soviet local, donde la mayoría pertenece a los mencheviques y a los socialistas-revolucionarios.

Lenin se dirigió a Alemania para combatir a los ingleses. En una carta escrita el 20 de agosto a los obreros norteamericanos, y de la que ya hemos hablado anteriormente, quiso explicar y justificar su gestión. En febrero, cuando se trataba de contener el avance alemán, Lenin se había mostrado dispuesto a aceptar la ayuda militar de los Aliados. Ahora, la situación era exactamente la misma. "Por más que los tiburones del imperialismo anglofrancés y norteamericano aúllen de rabia —escribe—, por más que nos calumnien, por más millones que gasten para comprar los periódicos socialistas-revolucionarios, mencheviques y otros, no vacilará un solo segundo en concertar un acuerdo análogo con las aves de rapiña del imperialismo alemán en caso de que lo exigiera la ofensiva de las tropas anglofrancesas contra Rusia." Y agrega "Quien no admite la revolución del proletariado más que a condición de que marche fácil y regularmente, de que su camino sea ancho, libre y recto, quien no admite verse obligado de vez en cuando, al marchar hacia la victoria, a hacer los sacrificios más penosos, a marchar por los senderos más estrechos, más sinuosos, ése no es un revolucionario."

El Gobierno alemán se negó.

De los recuerdos de Chicherin se desprende que éste no fue más que el fiel y dócil ejecutor de las voluntades de«Lenin, que dirigía personalmente toda la actividad diplomática de la República de los Soviets. Así lo hizo desde la ocupación de Vladivostok por los japoneses. "Lenin decidió entonces —cuenta Chicherin— los detalles de la respuesta, cortés y mordaz al mismo tiempo." Su principal preocupación en aquella época, era hacer durar la tregua al mayor tiempo posible y retrasar el desarrollo de la intervención. "Durante mis reiteradas tentativas para llegar a un acuerdo —escribe también Chicherin—, Lenin, en diarias conversaciones telefónicas, me hacía las recomendaciones más precisas, mostrando una flexibilidad extraordinaria y gran habilidad para esquivar los golpes del adversario."

El 10 de noviembre Lenin se enteró del hundimiento de la monarquía prusiana. La revolución triunfaba en Alemania. La esperanza con que vivía, que lo sostenía en los momentos más difíciles, se realizaba. El proletariado ruso no era ya el único que combatía contra el mundo capitalista, que desde ahora iba a encontrar su encarnación en los países de la Entente. Será vencido por el esfuerzo común del proletariado ruso y alemán. Por eso Lenin decide inmediatamente proponer al pueblo alemán ayudarlo a sostener una guerra revolucionaria contra el invasor, lo mismo que los aliados se la hablan ofrecido a él la víspera de la firma del tratado de Brest-Litovsk. Chicherin fue encargado de proponer a Haase la ayuda militar rusa. Este declinó el ofrecimiento : no pensaba, igual que Lenin, por lo demás, en la época de Brest-Litovsk, más que en acabar con la guerra a toda costa. "En cuanto leí a Lenin una parte de mi conversación por hilo directo con Haase —escribe Chicherin— me dijo: "No hay nada que hacer. Cortemos los gastos." El caso es que el "innoble tratado" fue solemnemente anulado el 13 de noviembre. El ejército rojo entró en Pskov (20 de noviembre), en Narva (28 de diciembre), en Dvinsk (6 de diciembre), en Minsk (14 de diciembre) y no hubo que pagar los 6.000 millones debidos a los alemanes.

Así terminó el año de 1918. La República de los Soviets, después de haber sobrevivido a todas las pruebas que la asaltaron, entraba en plena Europa por la brecha de la revolución alemana. En los primeros días de enero de 1919, la Unión Espartaquista tomaba el nombre de Partido Comunista Alemán. Al enterarse, Lenin experimentó gran alegría. El sueño que acariciaba desde 1914 va a poder realizarse. "La existencia de una Tercera Internacional, verdaderamente proletaria, verdaderamente internacional, verdaderamente revolucionaria y comunista, es ya un hecho", anuncia en una carta dirigida el 12 de enero a los obreros de Europa y de América.

El 24 se reúnen en su despacho los representantes de los partidos comunistas polaco, húngaro, austríaco, letón y finlandés. Están presentes también un representante de la federación balcánica de los socialdemócratas revolucionarios y otro de la Unión Americana de los Trabajadores Industriales. La conferencia elabora el texto de un llamamiento que será dirigido a las 38 organizaciones y grupos proletarios del mundo entero para invitarlos a participar en un Congreso internacional que deberá celebrarse en Moscú en los primeros días de marzo.

Ya he contado en otra parte la sesión preliminar en el curso de la cual había sido decidida, a pesar de la oposición del delegado alemán, la fundación inmediata de la Internacional Comunista [36]. El 2 de marzo se llevó a cabo la inauguración oficial del Congreso en una de las salas del Kremlin. Lenin, a quien se eligió presidente, dio la bienvenida a los delegados en un breve discurso. La asamblea se componía de rusos, antiguos súbditos del extinto Imperio (polacos, ucranianos, lituanos, letones, estonianos, rusos blancos, armenios, colonos alemanes del Volga, asiáticos) y de algunos europeos: alemanes, austríacos, húngaros, finlandeses, suecos, noruegos, suizos, balcánicos. El capitán Sadoul, que se había quedado en Moscú después de la partida de las misiones aliadas, representaba a Francia en espera de la llegada de Guilbeaux, retenido en Suiza. No había ingleses. El bloqueo impidió venir a los norteamericanos, pero se notó entre los asistentes a un chino y un coreano. Cincuenta y dos delegados en total.

En la sesión del 4 de marzo, Lenin leyó sus Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, redactadas especialmente para este Congreso. No aportaban nada nuevo a los que habían oído sus discursos y leído sus escritos. Pero permitían, gracias a un resumen jugoso y de una limpia nitidez, captar la esencia del leninismo. Sentaban al mismo tiempo las bases del programa de la nueva Internacional, determinando los contornos de su línea táctica.

La burguesía, declaraba Lenin, no ha llegado al poder sino tras una larga serie de revoluciones y de guerras civiles. Negar ahora al proletariado el derecho de hacer, a su vez, su propia revolución, significa traicionar al socialismo. La historia ha demostrado que el régimen de terror y de la dictadura es aplicado en las repúblicas más democráticas en cuanto el capitalismo siente que pisa terreno falso. La guerra ha hecho que ese régimen degenere en dictadura militar. Las masas trabajadoras no tienen más que un medio de defensa: oponerle la dictadura del proletariado. El error de los socialistas unidos a la Segunda Internacional es no haber comprendido que las formas de la democracia se modifican en el curso de los siglos. Sería completamente absurdo pretender que la mayor de las revoluciones en la historia de la humanidad, "la primera que ha hecho pasar el poder de las manos de la minoría de los explotadores a las de la mayoría de los explotados", debe desenvolverse en los límites de la vieja democracia burguesa y parlamentaria, sin provocar gigantescas sacudidas, sin crear nuevas formas de democracia y condiciones particulares para su aplicación. La dictadura del proletariado es similar a cualquier otra. Como cualquier otra, es el resultado de la necesidad de aniquilar por la fuerza la resistencia de la clase que pierde su poder. La distinción fundamental entre la dictadura del proletariado y la de la burguesía consiste en que una tiene por objeto reprimir la resistencia de la gran mayoría de la población, mientras que la otra está dirigida contra una minoría insignificante de capitalistas y terratenientes. De ahí que la dictadura del proletariado deba conducir a una transformación radical de la democracia a fin de que las masas trabajadoras puedan gozarla efectivamente.

El régimen soviético, que ha cercado a las masas en toda la medida de lo posible al aparato gubernamental, que ha realizado la igualdad total de los ciudadanos, que ha soldado al ejército con el proletariado, permite ese goce en condiciones infinitamente mejores que las que ofrecen las repúblicas democráticas y burguesas más perfectas. En consecuencia, una de las tareas principales de los partidos adheridos a la Tercera Internacional será explicar a las masas la importancia y las ventajas del régimen soviético. Lenin recomienda que así se diga expresamente en la resolución que tendrá que votar el Congreso. No habiendo manifestado nadie el deseo de tomar la palabra, las tesis y las sugestiones fueron adoptadas sin debates, por unanimidad.

El Congreso se separó después de haber votado un llamamiento A los trabajadores de todos los países, que proveía al proletariado mundial de un programa de reivindicaciones concretas: no intervención de la Entente en los asuntos internos de Rusia, supresión del bloqueo, reconocimiento del Gobierno soviético, reanudación de las relaciones diplomáticas y comerciales. En su discurso de clausura, Lenin anunció: "La victoria de la revolución proletaria en el mundo entero es segura. El advenimiento de la República internacional de los Soviets está en marcha."

Al mismo tiempo que pedía al proletariado mundial que derribara a los gobiernos burgueses, Lenin trataba de entrar en relaciones con éstos para tratar de librar a la República soviética de su implacable cerco. Esperaba poder seducir a los Aliados con ofrecimientos de ventajas comerciales y económicas. Chicheri nescribe: "En la nota del 4 de febrero de 1919, redactada conforme a las indicaciones de Lenin (diez días antes se había celebrado la reunión en que se decidió convocar el Congreso de la Tercera Internacional), aceptamos reconocer nuestras deudas y propusimos a la Entente un sistema de concesiones de nuestras riquezas naturales."

Un diplomático norteamericano muy joven, William Bullit, vino entonces de parte del presidente Wilson para someter al Gobierno soviético un proyecto de acuerdo con todos los gobiernos que existían en aquella época en el territorio ruso. La línea del frente serviría para establecer las respectivas fronteras. Los ejércitos serían desmovilizados en una proporción igual. La Entente retiraría sus tropas y levantaría el bloqueo. Eso equivalía, teóricamente, a preconizar el desmembramiento de Rusia. Prácticamente, el poder soviético hubiera sido el único en beneficiarse, puesto que ninguno de los gobiernos antibolcheviques abandonado a sus propios medios hubiera pedido sostenerse más de un mes. Wilson, hombre de gran sinceridad y de gran ingenuidad, no se había dado cuenta. Lenin, al comprenderlo, se mostró favorable. Exigió únicamente que el tratado llevara las firmas de las potencias aliadas. Bullit regresó llevando proposiciones particulares relativas a las concesiones que el Gobierno soviético estaba dispuesto a hacer a los capitalistas norteamericanos, y cada una de cuyas palabras, asegura Chicherin, "había sido cuidadosamente sopesada por el propio Lenin".

No llegó respuesta alguna. Los jefes de la Entente debieron hacer comprender a Wilson el peligro de su proyecto. La prensa norteamericana recibió la orden de desmentir la "pretendida historia de la misión Bullitt, totalmente inventada por los acosados bolcheviques" . [37]

Pero poco después se vio aparecer en Moscú un personaje singular: el explorador norteamericano Vanderlipp, que pertenecía a una de las más ricas familias de los Estados Unidos y que se había hecho célebre en su país por haber recorrido a caballo la Siberia, de un extremo al otro, durante veinticinco años. Los Estados Unidos se hallaban entonces en plena campaña electoral y venía de parte del candidato republicano a la presidencia, Harding, para proponer al Gobierno soviético conceder a los Estados Unidos la península de Kamtchatka, a cambio de la cual, siempre según Vanderlipp, Harding se comprometía a reconocer a los Soviets inmediatamente después de su elección.

Lenin, a quien Chicherin habla comunicado ese ofrecimiento, hizo el razonamiento. siguiente : Kamtchatka forma parte de una cierta "república del lejano Oriente" que no existe más que en el papel y cuyo territorio está ocupado por los japoneses. Nada pierde la República soviética concediendo a los norteamericanos una cosa que no posee. En cuanto a tomar posesión de ella, allá se las entiendan los norteamericanos. Eso es asunto suyo. Si los japoneses se oponen y de ello resulta una guerra entre los Estados Unidos y el Japón, mejor que mejor. Y el acuerdo fue firmado.

Al terminar sus negociaciones, Vanderlipp manifestó el deseo de conocer a Lenin. Este pareció dudar un poco y le preguntó a Chicherin si convenía recibirlo. "Sí —dijo el otro—. Se iría contento." "Pues bien, dígale que venga", asintió Lenin. Dejemos que él mismo nos cuente esta entrevista:
        "Llega Venderlipp. Hablamos de todo un poco. Se pone a contarme que conoce Siberia a fondo y que es de extracción obrera, como la mayoría de los multimillonarios norteamericanos, los cuales son gente práctica que sólo aprecia lo que ve con sus propios ojos.
       "Yo le contesté: "Pues bien, puesto que son ustedes gente práctica, vean lo que es el sistema de los Soviets e introdúzcanlo en su país." Me mira sorprendido y luego dice en ruso : "Quizá..."

Al despedirse, dice: "Me veré obligado a anunciar en los Estados Unidos que mister Lenin no tiene cuernos." No lo comprendí al principio, porque de una manera general entiendo mal el inglés. Le pedí que repitiera sus palabras. El, un viejecillo muy vivo, señaló las sienes con un dedo y dijo: "Sin cuernos. "El intérprete, que estaba presente, explicó: "Sí, es eso efectivamente. En los Estados Unidos todo el mundo afirma que usted debe tener cuernos, es decir, que está señalado por el diablo." Nos separamos muy cordialmente. Expresé la esperanza de que no nos limitaríamos a una concesión y que se establecería entre nuestros países una colaboración económica. Me pidió mi retrato. Me negué, porque cuando se da a alguien el retrato se escribe: al camarada fulano, y no podía escribir : al camarada Vanderlipp."

El asunto de la concesión de Kamtchatka terminó como el de la misión Bullitt. Una vez elegido presidente, Harding declaró, cuando la prensa empezó a hablar de la cuestión, que nada sabía de esa historia y que no tenía relaciones de ninguna clase con los bolcheviques.

Después les llegó el turno a los ingleses. Una delegación de las Trade Union vino a Moscú para darse cuenta de visu del funcionamiento del régimen soviético. La delegación comprendía a los representantes de los diferentes partidos socialistas, desde la moderadísima Fabian Society hasta el partido laborista independiente, pasando por los "comunistas cristianos", etc...

Lenin celebró una larga entrevista con los delegados. Se lamentó de que su país, a pesar de todos los ofrecimientos de paz hechos por la República de los Soviets, siguiera haciendo la guerra contra Rusia apoyando financiera y militarmente a los grupos contrarrevolucionarios. Uno de los delegados, el sindicalista Thomas Shaw, bastante ofendido, preguntó entonces si Lenin podía presentar pruebas de lo que decía. Este contestó agriamente que para conocer los acuerdos secretos concertados por el Gobierno inglés había que derribarlo revolucionariamente y apoderarse de todos los expedientes diplomáticos, como lo habían hecho los bolcheviques en 1917, y concluyó : "Los jefes o los representantes del proletariado inglés —parlamentarios, sindicalistas, periodistas u otros, es igual— que simulan ignorar la existencia de los acuerdos secretos concertados por Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Italia, Japón y Polonia para saquear a los demás países, y que no entablan la lucha revolucionaria a fin de denunciarlos, demuestran, una vez más, que son los fieles lacayos del capitalismo." Otros delegados manifestaron su asombro por ver que reinaba el terror en Rusia, que ya no existían las libertades de prensa y de reunión, y que los obreros mencheviques eran perseguidos. Al escucharlos, Lenin mostró apenas su desilusión. ¡Otra vez la misma cantilena de la que estaban hartos sus oídos! Se pone a explicar a los ingleses que los verdaderos responsables son sus propios imperialistas, que hacen reinar el terror en la India, en Irlanda, en Hungría, en Finlandia, y que apoyan a los generales rusos contra-rrevolucionarios; que en la Rusia soviética el terror es un medio de defensa de la clase obrera contra sus explotadores, que la libertad de prensa y de reunión en una democracia burguesa no es más que la libertad de conspirar contra la clase obrera y de corromper a la prensa y, a través de ella, a la opinión pública. "No me dio mucho gusto tener que repetir cosas dichas por mí hasta la saciedad en la prensa", escribía más tarde.

Alguien hizo una pregunta que pareció interesarle más : ¿Qué es más importante en estos momentos : la formación de un partido comunista en Inglaterra o la intervención de las masas obreras inglesas en favor de una paz con Rusia? Lenin respondió : "Es una cuestión de convicciones personales. Los partidarios sinceros de la liberación de los trabajadores del yugo del capital no podrían en ningún caso pronunciarse contra la fundación de un partido comunista. No cabe temer el aumento del número de comunistas en Inglaterra, puesto que ni siquiera existe el más pequeño partido comunista. Pero, evidentemente, si a aquellos que siguen siendo esclavos de los prejuicios pequeñoburgueses en las cuestiones de la "democracia", del "pacifismo", etc., se les ocurre llamarse comunistas y adherirse a la Tercera Internacional, ello tendrá que perjudicar forzosamente al proletariado. Esa gente sólo sirve para redactar pequeñas y suaves "resoluciones" contra la intervención, el bloqueo, etc. En cierto modo, esas resoluciones son útiles, porque sus autores se ridiculizan de tal manera ante las masas que éstas se dan cuenta mejor de su nulidad. A cada quien lo suyo; que los comunistas trabajen a través del órgano de su partido para iluminar la conciencia revolucionaria de los obreros, y que sigan empollando resoluciones los que estuvieron en favor de la "defensa de la patria" durante la guerra imperialista, en favor de la defensa de los acuerdos secretos de los imperialistas ingleses con el zar, y los que quieren "pruebas" de la ayuda prestada por el Gobierno inglés a los guardias blancos."

Para terminar, los delegados propusieron a Lenin redactar una carta dirigida a los obreros ingleses, y unas proposiciones a su Gobierno. Ellos se encargarían de entregar una y otra a sus destinatarios. Lenin aceptó agradecido el primer ofrecimiento. En cuanto a dirigirse al Gobierno inglés, les dijo que pensaba tratar con él a través del camarada Chicherin. "Hemos probado varias veces —agregó, no sin amargura—. Vuestro Gobierno nunca ha querido contestar."

Entre los miembros de la delegación se encontraba un eminente sabio, socialista, pacifista y cristiano al mismo tiempo, Bertrand Russell, quien, como tantos intelectuales de su época, se había sentido poderosamente atraído por la revolución rusa. Después de su viaje a Rusia escribió un libro : La práctica y la teoría del bolchevismo. En él da cuenta de la impresión que le produjo Lenin. Su relato, muy matizado, es infinitamente significativo. Refleja una especie de inquietud que le inspira este hombre cuya complejidad parece desconcer-tarle.

"Lenin es muy acogedor y simple en apariencia —escribe Russell sin la menor traza de orgullo. Viéndole, sin saber quién es, no se creería que posea un poder inmenso ni incluso que se salga para nada de lo ordinario. Jamás he visto una persona tan poco dispuesta a darse aires de importancia. Fija en uno una mirada escrutadora, guiñando un ojo, lo que parecía acentuar en un grado inquietante la fuerza de penetración del otro. Se ríe con facilidad; en un principio, su risa parece simplemente amistosa y regocijada, pero poco a poco he acabado por encontrarla un tanto irónica. Es autoritario y tranquilo y no conoce el miedo. Es un hombre extraordinariamente desinteresado, una teoría hecha hombre. Uno siente que se aferra a la concepción materialista de la historia como a la niña de sus ojos. Parece pedante por su deseo de haceros comprender su tesis, por el furor que siente contra aquellos que la comprenden mal o que no están de acuerdo con él. Saqué la impresión de que desprecia a mucha gente y de que es un aristócrata intelectual."

Russell conservó una decepción de la entrevista particular que le concedió Lenin. "Me dio la impresión de estar demasiado enraizado en sus ideas y de ajustarse a una ortodoxia demasiado estrecha —dice en su libro—. No siente más amor por la libertad que el que sintieron los cristianos que, habiendo sufrido bajo Diocleciano, emplearon a su vez la tiranía cuando fueron ellos los amos."

Después de Russell, le llegó el turno a Wells. El célebre escritor, que presumía de ser socialista, quiso juzgar directamente la experiencia soviética y vino a ver a Lenin para darle algunos consejos. En su opinión, el comunismo "iba demasiado de prisa" y "destruía antes de poder construir". Lenin lo escuchó cortés y pacientemente, disimulando con habilidad (ya se había acostumbrado) un discreto bostezo, y le contestó con evasivas, sin entablar la discusión, que tal vez esperaba su interlocutor. Este se mostró bastante sorprendido. "Me habían afirmado —escribió después Wells— que a Lenin le gustaba dar lecciones, pero conmigo prescindió de ellas." Con mucha amabilidad, Lenin acompañó hasta la puerta al ilustre visitante. "¡Qué burgués! ¡Qué filisteo!", le dijo a continuación, suspirando y levantando los brazos, a Trotski, que acababa de entrar en su despacho.

Tras los anglosajones, los franceses: Frossard y Marcel Cachin, que habían venido a preguntar en qué condiciones podría el partido socialista francés formar parte de la Tercera Internacional. La cosa era delicada : Lenin había conservado de sus dirigentes el peor de los recuerdos y no podía perdonarles el haber traicionado al proletariado en agosto de 1914. Según él, el partido francés no podía ser recibido mientras no eliminara a sus "malos pastores" y cambiara de piel. En aquella época, el Comité ejecutivo de la Internacional estaba constituido ya. Ante ese areópago fueron llamados a comparecer Frossard y Cachin para abogar por la causa de su partido. Lenin asistía a la reunión.

"Lenin está presente en cuanto se abre la sesión —cuenta Frossard—, simple, familiar y sonriente, y es saludado por todos con respeto. Tan pronto se sienta o más bien se tumba en su sillón como se pone de pie junto a la ventana, con las manos en los bordes del chaleco, bajito, vivo, ágil y nervioso, pero nunca deja de mirarnos a todos con sus ojillos semicerrados, de tonos cambiantes. Consulta un expediente, toma notas, se levanta, camina un poco, se sienta, se vuelve a levantar, no puede estarse quieto." Los debates se sostuvieron en francés. Frossard observó que Lenin hablaba "un francés fácil, pintoresco, con una voz un tanto gruesa, con un ligero ceceo". Tal como era de esperar, se mostró implacable con los "reformistas". No hay piedad para esos traidores. "Se les fusila" [38], repitió en varias ocasiones. Y Frossard anotó: "Pronuncia fisille y acompaña la palabra de un pequeño gesto seco, pero sin dejar de sonreír."

Una vez terminada la sesión, Frossard trató de sacar las conclusiones del discurso de Lenin. La tarea resultó ardua. "Difícilmente lo comprendo —confesará más tarde Frossard—, pues tiene más de hombre de acción que de orador según la regla. No hay plan aparente, sino ideas presentadas aquí y allá, revueltas en el montón, como al azar de la improvisación. Los argumentos se apretujan, se empujan y se anteponen los unos a los otros. Hay hechos, bajo una luz cruda que ilumina las ideas y sostiene los argumentos. Numerosas incidencias, que parecen digresiones y que no son más que rodeos para volver a la espina dorsal de su razonamiento. Es, en realidad, una pedagogía admirable, un arte de volver cien veces a la misma afirmación esencial para hundirla más profundamente en los espíritus. Parece una barrera que progresa lenta e irresistiblemente empujada por una mano implacable."

Al final de esta reunión fue cuando Lenin redactó el mensaje que fue dirigido en nombre de la Tercera Internacional "a todos los miembros del partido socialista francés, a todos los proletarios conscientes de Francia". Les decía : "La Francia burguesa se ha convertido en el baluarte de la reacción mundial. El capital francés se ha encargado de cumplir, ante los ojos del universo entero, la misión de un gendarme internacional... La revolución mundial en marcha no tiene peor enemigo que el Gobierno de los capitalistas franceses. Eso impone a los obreros franceses y a su partido un deber particularmente importante. La historia ha querido que vosotros, proletarios franceses, seáis encargados de la misión más difícil, pero también la más noble, .de rechazar los ataques de la más rabiosa, de la más reaccionaria de las burguesías del mundo."

Desgraciadamente, el estado interior del partido socialista francés no favorece, según Lenin, el cumplimiento de esa tarea. Los Albert Thomas, los Renaudel y los Jouhaux siguen cumpliendo sus funciones de lacayos del capital. "Vuestro partido —escribe Lenin— no ha anunciado todavía claramente, por boca de su mayoría centrista, a los obreros franceses que la última guerra mundial no fue más que una guerra de rapiña, realizada por bandidos y verdugos burgueses tanto del lado alemán como del lado francés. El trabajo parlamentario de vuestro grupo socialista no es revolucionario, no es proletario, no es socialista. Actúa como quiere... No sólo no prepara la revolución mundial, sino que la sabotea... Vuestros periódicos, L'Humanité y Le Populaire en primer lugar, no son publicaciones revolucionarias proletarias... Vuestra propaganda en el ejército y entre los campesinos es nula... Adoptáis frente a los sindicatos una posición equívoca." Y ponía las condiciones en que el partido francés podría ser admitido en la Tercera Internacional. Formuladas en diez puntos, servirán de base para las "Veintiuna condiciones" elaboradas también por Lenin que la mayoría, en el Congreso socialista de Tours, aceptará con las secretas esperanzas de no verse obligada a aplicarlas en todo su rigor.

___________

[36]. Cf. la introducción de mi Historia del partido comunista francés.
[37]. En el informe que rindió de su misión, leído en la sesión de la Comisión senatorial norteamericana de Relaciones Exteriores, el 12 de septiembre de 1919, Bullitt se expresó como sigue: "El prestigio adquirido por Lenin entre el pueblo ruso lo coloca en una situación de casi dictador. Ya circulan leyendas sobre él. Se le considera casi como un profeta. Sus retratos, generalmente acompañados del de Carlos Marx, se ven por todas partes. En Rusia no se oye jamás pronunciar juntos los nombres de Lenin y de Trotski como se acostumbra corrientemente en la Europa occidental. Lenin es considerado como único en su género, mientras que Trotski pertenece a un rango inferior." (Cf. la antología La guerra civil en Siberia, publicada bajo la dirección de Alexeev, Moscú, 1927, t. IV, págs. 434-435).
[38]. En francés, On les fusille. (N. del T.)


 
INDICE
PARTE I
EL INGRESO EN LA REVOLUCIÓN
PARTE II
LA LUCHA POR EL PARTIDO
PARTE III
LA CONQUISTA
DEL PODER
PARTE IV
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO SOCIALISTA
Enlaces : Amauta Patria Roja FSLN PC Chile Granma Patria Grande Prensa latina Sutep MNI PERU Rebelion
Alca abajo Los pobres de la tierra CADTM Chile vive