"... el capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo,

cuando algunas de las propiedades fundamentales del capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis,

cuando han tomado cuerpo y se han manifestado en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura económica y social más elevada.

Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista económico, es la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios capitalistas ".
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LENIN - LA LUCHA POR EL PARTIDO - PARTE II
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VIII.

"DE LA CHISPA BROTARÁ LA LLAMA"

Ulianov llegó a Zurich a principios del mes de agosto. Axelrod, el simpático viejo, lo recibió con demostraciones de alegría. "He pasado dos días con él en conversaciones muy amistosas", escribía más tarde. Hablaron de todo un poco. Pero Axelrod evitaba ostensiblemente tocar la cuestión que a él le interesaba : la del periódico. Tan pronto como se abordaba, Ulianov era cubierto de flores, inundado de cumplidos, de elogios y de halagos. Su empresa era para su grupo, según el colaborador de Plejanov, una ocasión providencial. Sería para ellos como un renacimiento. Y, agregaba un poco evasivo, no habría que temer "abusos de poder por parte de Jorge". Pues era él quien tenía que decir la última palabra. Era él quien debía decidir la suerte del periódico.

El Maestro vivía en los alrededores de Ginebra, en una coqueta villa, con su mujer y sus dos hijas. Estaba entonces en sus días malos. Las cosas no iban, en el mundo de la emigración, como él quería. El Congreso de la Unión de los socialdemócratas rusos en el extranjero, celebrado en el mes de abril, había terminado en una inevitable escisión.

Los "economistas" tuvieron mayoría de votos, y Plejanov, cuya autoridad quedaba así desconocida, declaró que se retiraba con su grupo de la Unión. Evidentemente, la llegada de los "marxistas del interior" con su proyecto de publicar un periódico bajo su dirección le venía como anillo al dedo. Ahora podría disponer de una plaza fuerte para "disparar obuses rojos" contra sus enemigos : los economistas, los marxistas legales, los bernsteinianos, los kautskistas, etc.

Pero era necesario que Plejanov fuera el amo absoluto del periódico y que pudiera dirigirlo a su gusto. Eso era lo que le preocupaba. Potresov, que fue el primero en llegar a Ginebra, se había presentado, sin esperar a Ulianov, en casa de Plejanov, como una "avanzadilla". No logró seducirlo. Tartamudeando y poniendo mala cara, balbuceó como pudo algunas frases deshilvanadas y le entregó el proyecto de declaración redactado en nombre de la futura redacción del periódico por Ulianov y adoptado en la conferencia de Pskov. Plejanov lo leyó y se abstuvo de hacer observaciones, señalando únicamente que habría que corregir el estilo en álgunas partes. Pero en su fuero interno se sintió bastante ofendido. ¡Conque esos novatos quieren hablar y actuar con su propia autoridad! Antes de tomar la palabra en nombre colectivo de una publicación que no existía todavía, hubiera podido, por lo menos, ponerse de acuerdo con él, cuya cooperación venían a solicitar con tanta deferencia, .en lugar de colocarlo ante un hecho consumado. Potresov era lo suficientemente listo para darse cuenta del estado de ánimo de su huésped, y tan pronto como llegó Ulianov a Ginebra lo puso sobre aviso : habrá que proceder con mucha prudencia para no molestar al maestro con palabras demasiado claras e intransigentes.

Al escuchar esas advertencias, Ulianov se sintió profundamente decepcionado. Sentía por Plejanov algo más que admiración. Estaba, para emplear su propio lenguaje, "enamorado de Plejanov como podía estarlo de una mujer". Y he aquí que en lugar de arrodillarse ante el ser adorado y de rendirle un homenaje ferviente y apasionado, tenía que prepararse a fingir, a andarse con rodeos, a regatear y a discutir. Pues su decisión era firme.

Había resuelto asumir él mismo la dirección del proyectado periódico, dando de lado cualquier consideración de carácter sentimental. En cuanto a los "viejos", sus nombres figurarán en un lugar de honor entre los de los miembros del Comité de dirección, se aceptarán con agradecimiento los artículos que se tomen la molestia de escribir, pero, prácticamente, Ulianov será el dueño de la publicación.
Y para sustraerla todavía más de la influencia de Plejanov, pensó publicarla, no en Ginebra, bajo la mirada escrutadora de éste, sino en alguna parte de Alemania, donde se instalaría con sus lugartenientes : Martov y Petresov, y desde donde mantendría correspondencia con' Suiza. Por eso cuando iba hacia Ginebra se había. detenido en Stuttgart y en Munich, donde celebró conversaciones con algunos social-demócratas alemanes que le prometieron ayuda técnica. Se había llegado incluso a un acuerdo con la editorial Dietz, de Stuttgart, que poseía una imprenta muy importante. ¿Cómo lograr que Plejanov tragara todo eso?

Ulianov conservó una penosa impresión de su primera entrevista con éste. El "enamorado" vio en su "ídolo" defectos cuyo descubrimiento lo hirió dolorosamente. Falso, irascible, intolerante : así vio a Plejanov. Claro está que en su calidad de "enamorado" despechado tendía a exagerar los defectos expuestos de pronto a luz del día por el objeto de su amor. Pero no tenía más remedio que reconocer en todas las palabras de Plejanov una tendencia muy clara a ejercer un poder casi dictatorial en la futura redacción. No quería "tender la mano" a los marxistas legales, a pesar de que éstos habían sido invitados a la conferencia de Pskov; rechazaba cualquier acomodo con los "economistas"; no quería polémicas entre colaboradores en las columnas del periódico, contrariamente a la opinión de Ulianov, quien estimaba que ese cambio de impresiones de cara a los lectores podría facilitar la solución de ciertas controversias.

Se separaron casi como adversarios. Pero por la noche, durante un paseo por el bosque, ingeniado sin duda por Vera Zasulitch, que veía con pena que "su Jorge" tropezaba con nuevas dificultades, Plejanov se mostró más conciliador. Después de mucho hablar y de mucho discutir, terminó poniendo la mano amistosamente sobre el hombro de Ulianov : "En fin señores (sic), no, presento un ultimátum. Se va a examinar todo esto en el Congreso y se tomará una decisión de común acuerdo."

"Esas palabras me llegaron al fondo del corazón", escribía más tarde Ulianov. ¿Pero cuál era ese "Congreso" de que hablaba Plejanov? Sencillamente, se esperaba a Axelrod, que se había retrasado en Zurich. Tan pronto como llegó se declaró abierto el Congreso. Constaba de cinco miembros en total : Plejanov, Vera Zasulitch, Axelrod, Ulianov y Potresov. Martov no había salido todavía de Rusia. La primera reunión se celebró en Vezenas, en el albergue donde se alojaban Ulianov y Potresov.

Empezaron a leer la declaración de la redacción salida de la pluma de Ulianov. Plejanov la escuchó en silencio y se limitó a decir fríamente, en tono sarcástico, que "evidentemente, si hubiera sido él quien hubiera tenido que escribir una declaración de ese género, no lo hubiera hecho así". Ulianov quedó vivamente picado. Se habló luego de la invitación de Struvé. Plejanov lanzó un seco "por nada del mundo" y no volvió a abrir la boca. Ulianov creyó conveniente ceder.

Una vez terminada la sesión, acompañaron todos a Plejanov hasta el muelle donde debía tomar el barco para regresar a su casa. Durante el trayecto, nuevo conflicto. Mientras conversaba con quien consideraba ya como su estado mayor, expresó el deseo de que se pidiera un artículo a "alguien muy destacado". "Yo le recomendaría —dijo— que sacudiera al principio del artículo a ese Kautsky (éste acababa de rechazar un artículo de Plejanov) que acoge en su revista críticas del marxismo y no concede la menor palabra a los marxistas auténticos". Entonces estalla bruscamente Potresov. ¡Cómo! Precisamente acaban de pedir a Kautsky su colaboración. Ha aceptado. ¡Y van a empezar por atacarlo en el mismo periódico donde piensa escribir! Ulianov apoyó a su camarada. Plejanov se enfadó y se calló. Permaneció "más sombrío que una nube" hasta la salida del barco al decir de Ulianov.

Al día siguiente se reunieron en casa de Plejanov. Seco y solemne, anuncia que, dada la incompatibilidad de opiniones que ha notado entre Ulianov y Potresov de una parte, y él de otra, no estima posible formar parte del Comité director del periódico, aunque acepta participar en su empresa como simple colaborador. "Nos quedamos completamente aterrados —se lee en el relato detallado que más tarde hizo Ulianov de esta escena— y nos pusimos a protestar con vehemencia." Plejanov, después de haber disfrutado el efecto causado por su declaración, pareció menos rígido e inflexible. "Bueno, suponiendo que marcháramos juntos, ¿cómo votaríamos? ¿Cuántos votos habría? —Pues... seis, puesto que seremos seis—. ¿Seis? No es muy cómodo..."

Se miraron perplejos. Entonces, Vera Zasulitch dijo tímidamente : "Bueno, pues que Jorge disponga de dos votos.
De lo contrario, siempre se encontraría solo." Ulianov y su compañero aceptan, sin pensar en las consecuencias. Plejanov triunfa. Era eso exactamente lo que necesitaba. El tono cambia inmediatamente. A renglón seguido se pone a distribuir las tareas y las rúbricas y su voz cobra un acento dictatorial que no tolera discusión alguna. Los dos "ingenuos" no tardaron en darse cuenta que los había engañado. Regresaron furiosos a Vezenas. Escuchemos a Ulianov : "Estuvimos recorriendo nuestra pequeña aldea en todas direcciones hasta hora muy avanzada de la noche. El cielo estaba sombrío y preñado de tempestad; los relámpagos lo atravesaban. Caminábamos y clamábamos nuestras indignación." Potresov tartamudeaba desesperadamente : "¡Acabado, acabado!" Plejanov ya no existía para él. Ulianov compartía enteramente sus sentimientos. "Mi pasión por Plejanov había desaparecido. Me sentía herido en el corazón. Jamás, jamás en mi vida había yo sentido por ningún hombre tanta estimación y respeto, tanta vénération (en francés en el texto); ante nadie me había yo inclinado con tanta humildad y nunca he sentido una decepción tan profunda." No, no se dejará manejar. Más vale abandonarlo todo y volver a Rusia. Que pase lo que pase, pero nunca aceptarán ser simples peones en manos de "ese hombre".

Comenzaba a despuntar el alba. Se fueron a dormir. Quedó convenido que Plejanov sería informado por la mañana de la ruptura de las negociaciones... ¡Adiós, Ginebra! Así se hizo.

El día transcurrió tristemente. Hicieron el equipaje y el balance de las ilusiones perdidas. El tren salía al día siguiente al mediodía. En las primeras horas de la mañana, Ulianov oyó llamar a su puerta. Era Potresov. Quería hablar con su camarada. La idea de abandonar la tarea emprendida no le había dejado dormir en toda la noche. ¿Tienen derecho verdaderamente a renunciar así a la misión que les ha sido confiada? ¿No es preferible hacer algunas concesiones? ¡Qué le vamos a hacer! Se cederá en las cuestiones de forma. Después, ya veremos... Nunca se sabe cómo se presentarán las cosas.

Visiblemente, Uliariov estaba dispuesto a dejarse convencer. Dio la razón a Potresov y volvieron a casa de Plejanov. Este saboreó discretamente su triunfo y no puso obstáculos para que los servicios técnicos de la redacción fueran instalados en Munich. Ulianov se trasladó inmediatamente allí, después de haber conferenciado con el emigrado Stelklov, llegado de París, quien aceptó ser el principal agente de enlace de su empresa para Francia.

Ulianov se alojó en Munich en casa del dueño de una cervecería, hombre de ideas socialistas. Tenía una habitación muy pequeña que daba sobre el patio de un gran edificio de varios pisos. Se instala en plan de soltero, reduciendo su "ajuar" a lo más estrictamente indispensable. Se alimenta principalmente de pan y de té; lo toma en un recipiente de aluminio que, una vez usado, permanece cuidadosamente colgado junto al grifo. Al mediodía come en casa de una alemana que —Krupskaia lo ha contado en sus Recuerdos— no le sirve más que entremeses. Cae enfermo nada más llegar. Una fuerte gripe le obligó a no salir de su habitación durante toda la primera quincena de septiembre. Pero en una carta dirigida a su madre el día 22 de ese mes anuncia su restablecimiento. "Espero —le dice también— las cajas y eI dinero." Las cajas son sus libros, de los que no puede prescindir, y que le siguen por todas partes, de San Petersburgo a Siberia, de Siberia a Pskov, de Pskov al extranjero. Necesita siempre y en todas partes su muda y fiel presencia. En cuanto al dinero... los rublos traídos de Rusia se gastaron rápidamente en adelantos a la imprenta, compra de papel, gastos diversos. Pero había que subsistir. Entonces surge, una vez más, el llamamiento a la "querida madrecita".

En las semanas venideras Ulianov habrá de desplegar una actividad muy intensa. No tiene a sudado, para poner en pie toda la organización del periódico, más que a Potresov y a una muchacha, Ina Smidovitch, que le había sido impuesta por Plejanov en calidad de "secretaria de redacción" y de la cual desconfía un poco. Además del periódico, tiene que ocuparse también de la preparación de la revista. Pensaban dar de 250 a 350 páginas en octavo, lo que representa un conjunto bastante considerable de estudios, artículos, crónicas e informaciones. Hay que reunir todo ese material, proporcionado por autores que se hallan dispersos por Europa. Luego hay que comunicarlo a los miembros del Comité director residentes en Ginebra. Y todavía, una vez que hayan opinado, transmitir todo a la imprenta. Y por si fuera poco, la revista se imprime en Stuttgart, el periódico en Leipzig y Ulianov está en Munich. Eso requiere desplazamientos frecuentes que le roban la mayor parte de su tiempo. De ello habla, con palabras encubiertas, en una carta a su madre : "Me paseo sin razón a través de un país extranjero; espero acabar con este barullo y ponerme a trabajar en serio." Lo que quiere decir probablemente que quisiera empezar el libro que lleva meditando desde que regresó del destierro y que no logra comenzar.

Por fin, el 24 de diciembre apareció el primer número de Iskra (La Chispa). Tal era el título escogido para el nuevo periódico, con el siguiente epígrafe : De la chispa brotará la llama. Penetró muy rápidamente en Rusia y tuvo una gran repercusión en los círculos revolucionarios. Ya el 17 de enero señalaba un informe de la policía : "Se ha puesto en circulación en Petersburgo el prospecto del primer número de la Iskra, que según se dice, ha sido publicado con un artículo de Plejanov, "La crítica de nuestras críticas", sobre la posibilidad de iniciar la lucha política puesto que los obreros han aprendido ya a sostener la lucha económica." El policía estaba mal informado (el artículo de Plejanov no figuraba en absoluto en ese número), pero emitía una reflexión muy significativa : Vladimir Ulianov ha recibido la misión de transformar esa fórmula abstracta en carne y hueso; hubiera sido conveniente echarle la mano encima a ese señor." Ya en el mes de diciembre anterior, el jefe de la agencia de París había informado al departamento de la policía : "He sabido que Ulianov y Cía. se proponen organizar próximamente en Rusia un gran Congreso de socialdemócratas de todas las tendencias, a fin de llevar la lucha del terreno puramente económico al de la política." Lo que importa recoger no es la información en sí (que estaba basada en un rumor falso), sino la importancia que los medios policíacos atribuyen a la persona y a la acción de Ulianov desde que éste se ha instalado en el extranjero.

El jefe de la Dirección de Seguridad de Moscú, Zubatov, refiriéndose probablemente a las informaciones proporcionadas por París, escribe al departamento de la policía :

"Sería conveniente meter en chirona a toda esa asamblea, y como la misión de Ulianov y demás está plenamente comprobada, es de desear que se decida urgentemente decapitar al cuerpo revolucionario. Deteniendo a militantes de pequeña envergadura no haremos más que facilitar su propaganda. Una medida audaz contra los dirigentes daría, en mi opinión, excelente resultado. Tanto más cuanto que actualmente no existe en la revolución persona más importante que Ulianov."

Conviene fijarse en esas últimas palabras. Zubatov tenía fama de ser el policía más hábil y más inteligente de su época. Y esa fama estaba justificada : supo comprender lo que los propios revolucionarios no veían todavía : que los Plejanov y los Axelrod habían pasado a la historia y que una fuerza nueva, mucho más poderosa, ascendía en el horizonte de la revolución.


 
INDICE
PARTE I
EL INGRESO EN LA REVOLUCIÓN
PARTE II
LA LUCHA POR EL PARTIDO
PARTE III
LA CONQUISTA
DEL PODER
PARTE IV
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO SOCIALISTA
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