Escritos de lenin
Sin Teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria !
 
AMAUTA Revista Socio - Política
 
Dos Tácticas de la Socialdemocracia en la Revolución Democrática V. I. LENIN
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6. ¿DE QUE LADO AMENAZA AL
PROLETARLADO EL PELIGRO DE VERSE CON
LAS MANOS ATADAS EN LA LUCHA CONTRA
LA BURGUESIA INCONSECUENTE?

    Los marxistas están absolutamente convencidos del carácter burgués de la revolución rusa. ¿Qué significa esto? Esto significa que las transformaciones democráticas en el régimen político y las transformaciones económico-sociales, que se han convertido en una necesidad para Rusia, no sólo no implican de por sí el socavamiento del capitalismo, el soca vamiento de la dominación de la burguesía, sino que, por el contrario, desbrozarán por primera vez el terreno como es debido para un desarrollo vasto y rápido, europeo y no asiático, del capitalismo; por primera vez harán posible la dominación de la burguesía como clase. Los socialrevolucionarios no pueden comprender esta idea porque desconocen el abecé de las leyes de desarrollo de la producción mercantil y capitalista, no ven que aun el éxito completo de la insurrección campesina, aun la redistribución de toda la tierra en interés de los campesinos y de acuerdo con sus deseos ("reparto negro" o algo en este sentido) no destruiría ni en un ápice al capitalismo, sino que, al contrario, daría un impulso a su desenvolvimiento y aceleraría la diferenciación de clase de los campesinos mismos. La incomprensión de esta verdad convierte a los socialrevolucionarios en ideólogos inconscientes de la pequeña burguesía. Insistir sobre esta verdad tiene para la socialdemocracia una importancia inmensa, no sólo en teoría, sino también en política práctica, pues de aquí se desprende el carácter obligatorio de la independencia completa de clase del Partido del proletariado en el presente movimiento "democrático general".

    Pero de esto no se desprende, ni mucho menos, que la revolución democrática (burguesa por su contenido económico-social) no represente un interés enorme para el proletariado. De esto no se desprende, ni mucho menos, que la revolución democrática no se pueda producir, tanto en forma ventajosa sobre todo para el gran capitalista, para el magnate financiero, para el terrateniente "ilustrado", como en forma ventajosa para el campesino y para el obrero.

    Los neoiskristas interpretan de un modo radicalmente erróneo el sentido y la significación de la categoría : revolución burguesa. En sus razonamientos se desliza constantemente la idea de que la revolución burguesa es una revolución que puede dar únicamente lo que beneficia a la burguesía. Y, sin embargo, no hay nada más erróneo que esta idea, La revolución burguesa es una revolución que no va más allá del marco del régimen económico-social burgués, esto es, capitalista. La revolución burguesa expresa las necesidades del desarrollo del capitalismo no sólo no destruyendo sus bases, sino, al contrario, ensanchándolas y profundizándolas. Esta revolución expresa, por tanto, no sólo los intereses de la clase obrera, sino también los de toda la burguesía. Por cuanto la dominación de la burguesía sobre la clase obrera es inevitable bajo el capitalismo, se puede decir con pleno derecho que la revolución burguesa e~presa los intereses no tanto del proletariado como de la burguesía. Pero es completamente absurda la idea de que la revolución burguesa no expresa en lo más mínimo los intereses del proletariado. Esta idea absurda se reduce bien a la ancestral teoría populista de que la revolución burguesa se halla en pugna con los intereses del proletariado, de que no tenemos necesidad, por este motivo, de libertad política burguesa, o bien esta idea se reduce al anarquismo, el cual niega toda participación del proletariado en la política burguesa, en la revolución burguesa, en el parlamentarismo burgués. Teóricamente, esta idea representa en sí un olvido de las tesis elementales del marxismo, relativas a la inevitabilidad del desarrollo del capitalismo sobre el terreno de la producción mercantil. El marxismo enseña que una sociedad fundada en la producción mercantil y que tiene establecido el cambio con las naciones capitalistas civilizadas, al llegar a un cierto grado de desarrollo, se coloca inevitablemente ella misma en la senda del capitalismo. El marxismo ha roto irremisiblemente con los desvaríos de los populistas y anarquistas, según las cuales, Rusia, por ejemplo, podría evitar el desarrollo capitalista, saltar del capitalismo o por encima de él por algún medio que no fuese el de la lucha de clases sobre el terreno y en los límites de ese mismo capitalismo.

    Todas estas tesis del marxismo han sido demostradas y repetidas con todo detalle, tanto en general como especialmente con respecto a Rusia. Y de estas tesis se deduce que es una idea reaccionaria buscar la salvación de la clase obrera en algo que no sea el desarrollo ulterior del capitalismo. En países tales como Rusia, la clase obrera sufre no tanto del capitalismo como de la insuficiencia de desarrollo del capitalismo. Por eso, la clase obrera está absolutamente interesada en el desarrollo más vasto, más libre, más rápido del capitalismo. Es absolutamente beneficiosa para la clase obrera la eliminación de todas las reminiscencias del pasado que entorpecen el desarrollo amplio, libre y rápido del capitalismo. La revolución burguesa es, precisamente, la revolución que de un modo más decidido barre los restos de lo antiguo, las reminiscencias del feudalismo (a las cuales pertenecen no sólo la autocracia, sino también la monarquía) y que de un modo más completo garantiza el desarrollo más amplio, más libre y más rápido del capitalismo.

    Por eso, la revolución burguesa es extremadamente beneficiosa para el proletariado. La revolución burguesa es absolutamente necesaria para los intereses del proletariado. Cuanto más completa y decidida, cuanto más consecuente sea la revolución burguesa, tanto más garantizada se hallará la lucha tel proletariado contra la burguesía por el socialismo. Esta conclusión puede parecer nueva o extraña, paradójica, únicamente a los que ignoren el abecé del socialismo científico. Y de esta conclusión, dicho sea de paso, se desprende asimismo la tesis de que, en cierto sentido, la revolución burguesa es más beneficiosa para el proletariado que para la burguesía. He aquí, justamente, en qué sentido es indiscutible esta tesis : a la burguesía le conviene apoyarse en algunas de las supervivencias del pasado contra el proletariado, por ejemplo, en la monarquía, en el ejército permanente, etc. A la burguesía le conviene que la revolución burguesa no barra demasiado resueltamente todas las supervivencias del pasado, sino que deje en pie algunas de ellas; es decir, que esta revolución no sea del todo consecuente, no se lleve hasta el final, no sea decidida e implacable. Los socialdemócratas expresan a menudo esta idea de un modo un poco distinto, diciendo que la burguesía se traiciona a sí misma, que la burguesía traiciona la causa de la libertad, que la burguesía es incapaz de un democratismo consecuente. A la burguesía le conviene más que los cambios necesarios en un sentido democráticoburgués se produzcan más lentamente, más gradualmente, más cautelosamente, de un modo menos resuelto, por medio de reformas y no por medio de la revolución, que estos cambios sean lo más prudentes posible con respecto a las "honorables" instituciones de la época dd feudalismo (tales como la monarquía), que estos cambios desarrollen lo menos posible la acción independiente, la iniciativa y la energía revolucionarias del pueblo sencillo, es decir, de los campesinos y particularmente de los obreros, pues de otro modo a estos últimos les será tanto más fácil "cambiar de hombro el fusil", como dicen los franceses, es decir, dirigir contra la propia burguesía el arma que ponga en sus manos la revolución burguesa, la libertad que ésta les dé, las instituciones democráticas que broten en el terreno desbrozado de feudalismo.

    Por el contrario, a la clase obrera le conviene más que los cambios necesarios en un sentido democráticoburgués se introduzcan no por medio de reformas, sino por la vía revolucionaria, pues el camino reformista es el camino de las dilaciones, de los aplazamientos, de la agonía dolorosa y lenta de los miembros podridos del organismo popular, y los que más y primordialmente sufren con este proceso de agonía lenta son d proletariato y los campesinos. El camino revolucionario, es el camino que consiste en la operación más rápida y menos dolorosa para el proletariado, en la eliminación directa de los miembros podridos, el camino de mínimas concesiones y cautelas con respecto a la monarquía y a sus instituciones repelentes, ignominiosas y podridas, que envenenan la atmósfera con su descomposición.

    He aquí por qué nuestra prensa liberal burguesa, no sólo por consideraciones dictadas por la censura, no sólo por miedo a las autoridades, deplora a lo Judas la posibilidad de un camino revolucionario, teme a la revolución, asusta al zar con la revolución, se preocupa de evitar la revolución, se humilla y se prosterna servil en aras de reformas mezquinas como base del camino reformista. Se mantienen en este punto de vista no sólo Rússkie Viédomosti, Sin Otéchestva, Nasha Zhisn, Nashi Dni [Información Rusa, El Hijo de la Patria, Nuestra Vida, Nuestros Días ], sino también la ilegal y libre Osvobozhdenie. La situación misma de la burguesía, como clase en la sociedad capitalista, engendra inevitablemente su inconsecuencia en la revolución democrática. La situación misma del proletariado, como clase, le obliga a ser demócrata consecuente. La burguesía, temiendo el progreso democrático, que amenaza con el fortalecimiento del proletariado, vuelve la vista hacia atrás. El proletariado no tiene nada que perder, excepto sus cadenas, y adquiere, con ayuda del democratismo, todo un mundo. Por eso, cuanto más consecuente es la revolución burguesa en sus transformaciones democráticas, menos se limita a lo que beneficia exclusivamente a la burguesía. Cuanto más consecuente es la revolución burguesa, tanto más garantiza las ventajas del proletariado y de los campesinos en la revolución democrática.

    El marxismo no enseña al proletariado a quedarse al margen de la revolución burguesa, a no participar en ella, a entregar su dirección a la burguesía, sino que le enseña, por el contrario, que debe participar en ella del modo más enérgico y luchar con la mayor decisión por el democratismo proletario consecuente, por llevar hasta su término la revolución. No podemos saltar del marco democráticoburgués de la revolución rusa, pero podemos ensanchar en proporciones colosales dicho marco, podemos y debemos, en los límites del mismo, luchar por los intereses del proletariado, por la satisfacción de sus necesidades inmediatas y por las condiciones de preparación de sus fuerzas para la victoria completa futura. Hay democracia burguesa y democracia burguesa. El monárquico de los zemstvos partidario de una Cámara alta, que "reclama" el sufragio universal, y secretamente llega a un compromiso con el zarismo para obtener una Constitución mutilada, es un demócrata burgués. El campesino que con las armas en la mano se alza contra los terratenientes y funcionarios, y por "republicanismo ingenuo" propone "echar al zar"*, es también un demócrata burgués. Hay regímenes democráticoburgueses tales como el de Alemania y tales como el de Inglaterra; tales como el de Austria y tales como el de América o el de Suiza. Bueno sería el marxista que en la época de la revolución democrática se dejara escapar esta diferencia entre los grados de democratismo y entre el diferente carácter de tal o cual forma del mismo y se limitara a "discurrir con gran ingenio" a propósito de que, a pesar de todo, esto es una "revolución burguesa", fruto de una "revolución burguesa".

    Pues bien, nuestros neoiskristas son precisamente unos sabihondos de este jaez, que se vanaglorian de su miopía. Los neoiskristas se limitan precisamente a razonar sobre el ca rácter burgués de la revolución, cuando lo que se precisa es saber establecer una diferencia entre la democracia burguesa republicano-revolucionaria y la monárquico-liberal, sin hablar ya de la diferencia entre el democratismo burgués inconsecuente y el democratismo proletario consecuente. Se contentan -- exactamente como si se hubieran convertido verdaderamente en "hombres enfundados" -- con disquisiciones melancólicas sobre el "proceso de lucha recíproca de las clases antagónicas", cuando de lo que se trata es de dar una dirección democrática a la revolución actual, de subrayar las consignas democráticas de vanguardia para diferenciarlas de las consignas de traición del señor Struve y Cía., de indicar de un modo directo y tajante las tareas inmediatas de la lucha verdaderamente revolucionaria del proletariado y de los campesinos, a diferencia de malas maniobras liberales de los terratenientes y fabricantes. En esto consiste ahora, señores, el fondo de la cuestión, que os habéis dejado escapar : ¡en que nuestra revolución se vea coronada por una verdadera y grandiosa victoria o tan sólo por una transacción mezquina; en que llegue hasta la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos o que "pierda sus fuerzas" en una Constitución liberal a lo Shípov!

    A primera vista, puede parecer que al plantear esta cuestión nos apartamos completamente de nuestro tema. Pero esto puede parecer así sólo a primera vista. En realidad, es precisamente en esta cuestión donde reside la raíz de la divergencia de principio que se ha dibujado ya ahora de un modo completo entre la táctica socialdemócrata del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y la táctica fijada en la Conferencia de los neoiskristas. Estos últimos han dado ya ahora no dos, sino tres pasos atrás, resucitando los errores del economismo al resolver las cuestiones incomparablemente más complejas, más importantes y más vitales para el partido obrero, de su táctica en el momento de la revolución. He aquí por qué es necesario detenernos con toda atención en el examen del problema planteado.

    En la parte de la resolución de los neoiskristas reproducida por nosotros se indica el peligro de que la socialdemocracia se encuentre con las manos atadas en la lucha contra la política inconsecuente de la burguesía, de que se diluya en la democracia burguesa. La idea de este peligro constituye el "leitmotiv" de toda la literatura específicamente neoiskrista, esta idea es el verdadero eje de toda la posición de principio en la escisión de nuestro Partido (desde que los elementos de baja querella en esta escisión han quedado completamente relegados a último término ante los elementos de viraje hacia el economismo). Reconocemos, asimismo, sin ambages que este peligro existe realmente, que precisamente ahora, en el apogeo de la revolución rusa, este peligro ha tomado un carácter particularmente serio. A todos nosotros, los teóricos, o, por lo que a mi se refiere, preferiría decir los publicistas de la socialdemocracia, incumbe la tarea inaplazable y extraordinariamente responsable de analizar desde qué lado, en realidat, amenaza este peligro. Pues el origen de nuestra divergencia se halla, no en el debate a propósito te si existe o no dicho peligro, sino en el de saber si lo engendra el llamado seguidismo de la "minoría" o el llamado revolucionarismo de la "mayoría".

    Para eliminar interpretaciones torcidas y malentendidos, consignemos, ante todo, que el peligro de que hablamos reside no en el aspecto subjetivo de la cuestión, sino en el objetivo, no en la posición formal que la socialdemocracia ocupe en la lucha, sino en el desenlace material de toda la lucha revolucionaria presente, La cuestión no consiste en saber si tales o cuales grupos socialdemócratas quieren diluirse en la democracia burguesa, de si se dan cuenta de que se diluyen; de esto ni siquiera se trata. No sospechamos que existe semejante deseo en ninguno de los socialdemócratas; por lo demás, no se trata aquí de deseos, ni mucho menos. La cuestión no consiste tampoco en saber si tales o cuales grupos socialdemócratas conservarán su autonomía formal, su fisonomía propia, su independencia con respecto a la democracia burguesa en todo el transcurso de la revolución. No sólo pueden dichos grupos proclamar dicha "independencia", sino también mantenerla formalmente, y, sin embargo, las cosas pueden pasar de tal modo, que se vean con las manos atadas en la lucha contra la inconsecuencia de la burguesía. El resultado político definitivo de la revolución puede ser que, a pesar de la "independencia" formal, a pesar de que la socialdemocracia conserve plenamente su fisonomía propia como organización, como partido, de hecho no sea independiente, no se halle con fuerzas para imprimir a la marcha de los acontecimientos el sello de su independencia proletaria, se vea tan débil, que, en el conjunto, en fin de cuentas, en el balance definitivo, su "dilución" en la democracia burguesa sea, no obstante, un hecho histórico.

    He aquí en lo que consiste el peligro real. Y ahora vea mos de qué lado nos amenaza : ¿del de la desviación de la socialdemocracia hacia la derecha, personificada por la nueva Iskra, como creemos nosotros, o del de la desviación de la misma hacia la izquierda, personificada por la "mayoría", por Vperiod, etc., como creen los neoiskristas?

  La solución de este problema, como hemos indicado, se halla determinada por la combinación objetiva de la acción de las distintas fuerzas sociales. El carácter de estas fuerzas se halla teóricamente determinado por el análisis marxista de la realidad rusa, y en el presente es determinado prácticamente por las acciones abiertas de los grupos y de las dases en la marcha de la revolución. Ahora bien, todo el análisis teórico efectuado por los marxistas mucho antes de la época por que estamos atravesando, y todas las observaciones prácticas sobre el desarrollo de los acontecimientos revolucionarios nos muestran que son posibles, desde el punto de vista de las condiciones objetivas, dos cursos y dos desenlaces de la revolución en Rusia. La transformación del régimen económico y político en Rusia en el sentido democrático-burgués es inevitable e ineluctable. No hay fuerza en el mundo capaz de impedir esta transformación. Pero de la combinación de la acción de las fuerzas en presencia, creadoras de esta transformación, pueden resultar dos desenlaces o dos formas de dicha transformación. Una de dos : 1) o las cosas terminarán con la "victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo", o 2) no habrá fuerza suficiente para la victoria decisiva y las cosas terminarán con un arreglo entre el zarismo y los dementos más "inconsecuentes" y "egoístas" de la burguesía. Toda la variedad infinita de detalles y combinaciones, que nadie puede prever, se reducen, en suma, justamente a uno u a otro de estos dos desenlaces.

    Analicemos ahora estos desenlaces : primero, desde el punto de vista de su significación social, y, después, desde el punto de vista de la situación de la socialdemocracia (de su "dilución" o de que se vea con las "manos atadas") en uno y en otro caso.

    ¿Qué es la "victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo"? Hemos visto ya que, al emplear esta expresión, los neoiskristas no la comprenden ni aun en su sentido político inmediato. Menos todavía se advierte en ellos la comprensión del contenido de dase de este concepto. Pues nosotros, marxistas, no debemos en ningún caso dejarnos seducir por las palabras "revolución" o "gran revolución rusa", como ahora se dejan seducir por ellas muchos demócratas revolucionarios (por el estilo de Gapón). Debemos darnos cuenta de un modo exacto de las fuerzas sociales reales que se enfrentan con el "zarismo" (una fuerza completamente real y comprensible para todos) y que son ca paces de obtener la "victoria decisiva" sobre el mismo. Esta fuerza no puede ser la gran burguesía, los terratenientes, los fabricantes, la "sociedad" que sigue a las gentes de Osvobozhdenie. Vemos que ellos ni siquiera desean una victoria decisiva. Sabemos que son incapaces, por su situación de clase, de una lucha decisiva contra el zarismo : para ir a la lucha decisiva, la propiedad privada, el capital, la tierra, son un lastre demasiado pesado. Tienen demasiada necesidad del zarismo, con sus fuerzas policiaco-burocráticas y militares, contra el proletariado y los campesinos, para que puedan aspirar a la destrucción del zarismo. No, la fuerza capaz de obtener la "victoria decisiva sobre el zarismo" no puede ser más que el pueblo, es decir, el proletariado y los campesinos, si se toman las grandes fuerzas fundamentales, distribuyendo la pequeña burguesía rural y urbana (asimismo "pueblo") entre el uno y los otros. "La victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo" es la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Nuestros neoiskristas no podrán escapar de esta conclusión indicada hace ya tiempo por Vperiod. No hay nadie más que pueda obtener la victoria decisiva sobre el zarismo.

    Y esta victoria será, precisamente, una dictadura, es decir, deberá apoyarse inevitablemente en la fuerza de las armas, en las masas armadas, en la insurrección, y no en estas o en las otras instituciones creadas "por la vía legal", "por la vía pacífica". Sólo puede ser una dictadura, porque la implantación de los cambios inmediata y absolutamente necesarios para el proletariado y los campesinos provocará una resistencia desesperada por parte de los terratenientes, de la gran burguesía y del zarismo Sin dictadura, será imposible aplastar esta resistencia, rechazar los intentos contrarrevolucionarios. Pero no será, naturalmente, una dictadura socialista, sino una dictadura democrática. Esta dictadura no podrá tocar (sin pasar por toda una serie de grados intermedios de desarrollo revolucionario) las bases del capitalismo. Podrá, en el mejor de los casos, llevar a una redistribución radical de la propiedad de la tierra a favor de los campesinos, implantar un democratismo consecuente y completo, hasta llegar a la república, desarraigar no sólo de la vida del campo, sino también del régimen de la fábrica, todos los rasgos asiáticos de servidumbre, iniciar un mejoramiento serio en la situación de los obreros y elevar su nivel de vida, y finalmente last but not least *, hacer que la hoguera revolucionaria prenda en Europa. Semejante victoria no convertirá aún, ni mucho menos, nuestra revolución burguesa en socialista; la revolución democrática no se saldrá inmediatamente del marco de las relaciones económico sociales burguesas; pero, no obstante esto, tendrá una importancia gigantesca para el desarrollo futuro de Rusia y del mundo entero. Nada elevará a tal altura la energía revolucionaria del proletariado mundial, nada acortará tan considerablemente el camino que conduce a su victoria total, como esta victoria decisiva de la revolución que se ha iniciado ya en Rusia.

    Hasta qué punto es probable esta victoria es ya otra cuestión. No somos en modo alguno propensos al optimismo irrazonable a este propósito; no olvidamos, ni mucho menos, las enormes dificultades de esta tarea, pero, al ir a la lucha, debemos desear la victoria y saber indicar el verdadero camino que conduce a ella. Las tendencias capaces de conducir a esta victoria existen indiscutiblemente. Es verdad que nuestra influencia, la de los socialdemócratas, sobre la masa del proletariado, es aún insuficiente en sumo grado; el influjo revolucionario sobre la masa campesina es muy insignificante; la dispersión, la falta de desarrollo, la ignorancia del proletariado y sobre todo de los campesinos, son aún terriblemente grandes. Pero la revolución cohesiona con rapidez e instruye con rapidez. Cada paso en el desarrollo de la misma despierta a la masa y la atrae con una fuerza irresistible precisamente hacia el programa revolucionario, como el único que expresa de un modo consecuente y completo sus verdaderos intereses, sus intereses vitales.

    La ley de la mecánica establece que la acción es igual a la reacción. En la historia, la fuerza destructora de la revolución depende también, y no poco, de la fuerza y la duración con que han sido aplastadas las aspiraciones de libertad, y de la profundidad que alcancen las contradicciones entre la "superestructura" antediluviana y las fuerzas vivas de la época actual. Y la situación política internacional, en muchos sentidos, va siendo la más ventajosa para la revolución rusa. La insurrección de los obreros y campesinos ha empezado ya, se halla dispersa, es espontánea, débil, pero demuestra de un modo indiscutible y absoluto la existencia de fuerzas capaces de ir a la lucha decisiva y que marchan hacia una victoria decisiva.

    Si estas fuerzas resultan insuficientes, el zarismo podrá entonces estipular un arreglo, que están preparando ya, de una parte, los señores Bulyguin, y de otra, los señores Struve. Entonces, las cosas terminarán con una Constitución mutilada o incluso, en el peor de los casos, con una parodia de la misma. Esto será también una "revolución burguesa", pero abortada, híbrida, un monstruoso engendro. La socialdemocracia no se hace ilusiones, conoce la naturaleza traicionera de la burguesía, no se desalienta y no abandona su labor tenaz, paciente y firme, para la educación de clase del proletariado, incluso en los días más grises de bienandanza burguesa-constitucional a lo "Shípov". Este desenlace se parecería más o menos al de casi todas las revoluciones democráticas de Europa en el transcurso del siglo XIX, y en tal caso el desarrollo de nuestro Partido seguiría una senda difícil, dura, larga, pero conocida y trillada.

    Cabe ahora preguntar : ¿en cuál de estos dos desenlaces posibles la socialdemocracia se vería de hecho con las manos atadas frente a la burguesía inconsecuente y egoísta? ¿Resultará de hecho "diluida" o casi diluida en la democracia burguesa?

    Basta con formular te un modo claro esta pregunta para contestarla inmediatamente sin dificultad.

    Si la burguesía consigue hacer fracasar la revolución rusa por medio de un compromiso con el zarismo, entonces la socialdemocracia se verá de hecho precisamente con las manos atadas frente a la burguesía inconsecuente, entonces la socialdemocracia se verá "diluida" en la democracia burguesa en el sentido de que el proletariado no conseguirá imprimir su sello claro a la revolución, no conseguirá ajustar las cuentas al zarismo a la manera proletaria, o, como decía en su tiempo Marx, "a la manera plebeya".

    Si se consigue la victoria decisiva de la revolución, entonces ajustaremos las cuentas al zarismo a la manera jacobina, o, si queréis, plebeya. "Todo el terrorismo francés -- escribía Marx en 1848, en la famosa Nueva Gaceta del Rin -- no fue sino un procedimiento plebeyo para ajustar las cuentas a los enemigos de la burguesía : al absolutismo, al feudalismo y al filisteísmo" (Véase Marx, Nachlass, edición de Mehring, t. III, pág. 211) [ 13] . ¿Han pensado alguna vez en la significación de estas palabras de Marx los que intimidan a los obreros socialdemócratas rusos con el espantajo del "jacobinismo" en la época de la revolución democrática?

    Los girondinos de la socialdemocracia rusa actual, los neoiskristas, no se funden con los elementos de Osvobozhdenie, pero de hecho, como consecuencia del carácter de sus consignas, marchan a la cola de los mismos. Y los elementos de Osvobozhdenie, esto es, los representantes de la burguesía liberal, quieren deshacerse de la autocracia suavemente, a la manera reformista, haciendo concesiones, sin ofender a la aristocracia, a la nobleza, a la corte, cautelosamente, sin romper nada, amablemente y cortésmente, de un modo señorial, poniéndose guantes blancos (como los que se puso, sacados de manos de un bachibuzuk, el señor Petrunkévich en la recepción de los "representantes del pueblo" (?) por Nicolás el Sanguinario. Véase Proletari, núm. 5*.)

    Los jacobinos de la socialdemocracia moderna -- bolcheviques, partidarios de Vperiod, congresistas o partidarios de Proletari no sé ya cómo decirlo -- quieren elevar con sus consignas a la pequeña burguesía revolucionaria y republicana y, sobre todo, a los campesinos hasta el nivel del democratismo consecuente del proletariado, el cual conserva sus rasgos especiales de dase completos. Quieren que el pueblo, es decir, el proletariado y los campesinos, ajuste las cuentas a la monarquía y a la aristocracia "a lo plebeyo", aniquilando implacablemente a los enemigos de la libertad, aplastando por la fuerza su resistencia, no haciendo ninguna concesión a la herencia maldita del feudalismo, del asiatismo, del escarnio para el hombre.

    Esto no significa, en modo alguno, que queramos sin falta imitar a los jacobinos de 1793, adoptar sus concepciones, su programa, sus consignas, sus métodos de acción. Nada de esto. Tenemos no un programa viejo, sino nuevo : el programa mínimo del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Tenemos una consigna nueva : la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Tendremos también, si vivimos hasta la victoria auténtica de la revolución, nuevos métodos de acción, que corresponderán al carácter y a los fines del Partido de la clase obrera, partido que aspira a la revolución socialista completa. Con nuestra comparación, queremos únicamente adarar que los representantes de la clase avanzada del siglo XX, del proletariado, esto es, los socialdemócratas, se dividen asimismo en las dos alas (oportunista y revolucionaria) en que se dividían también los representantes de la clase avanzada del siglo XVIII, la burguesía, esto es, girondinos y jacobinos.

    Sólo en el caso de victoria completa de la revolución democrática, el proletariado no se encontrará con las manos atadas en la lucha contra la burguesía inconsecuente; sólo en este caso no "se diluirá" en la democracia burguesa, sino que imprimirá a toda la revolución su sello proletario, o, para decirlo más exactamente, el sello proletario-campesino.

    En una palabra : para no verse con las manos atadas en la lucha contra la democracia burguesa inconsecuente, el proletariado debe ser lo suficientemente consciente y fuerte para elevar hasta la conciencia revolucionaria a los campesinos, para dirigir la acometida de éstos, para realizar así de un modo independiente el democratismo consecuentemente proletario.

    He ahí cómo está planteada la cuestión, con tan poca fortuna resuelta por los neoiskristas, sobre el peligro de encontrarse con las manos atadas en la lucha contra la burguesía inconsecuente. La burguesía será siempre inconsecuente. No hay nada más cándido y estéril que los intentos de trazar las condiciones o puntos* bajo cuya ejecución se podría considerar a la democracia burguesa como a un amigo sincero del pueblo. Sólo el proletariado puede ser un luchador consecuente por el democratismo. Pero sólo puede luchar victoriosamente por el democratismo a condición de que las masas campesinas se unan a su lucha revolucionaria. Si al proletariado no le alcanzaran las fuerzas para ello, la burguesía se pondría al frente de la revolución democrática y daría a la misma un carácter inconsecuente e interesado. No hay otro medio de impedirlo más que la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos.

    Así, pues, llegamos a la conclusión indudable de que es precisamente la táctica neoiskrista la que, por su significa ción objetiva, hace el juego de la democracia burguesa. La predicación de la difusión orgánica, que llega hasta plebiscitos, hasta el principio de acuerdos, a separar del Partido la literatura de partido; el rebajar las tareas de la insurrección armada; el confundir las consignas políticas populares del proletariado revolucionario con las de la burguesía monárquica; el adulterar las condiciones de la "victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo" : todo esto, tomado en conjunto, da precisamente como resultado la política del seguidismo en los momentos revolucionarios, que desorienta al proletariado, lo desorganiza y lleva la confusión a su conciencia, rebaja la táctica de la socialdemocracia, en vez de indicar el único camino de la victoria y agrupar en torno a la consigna del proletariado a todos los elementos revolucionarios y republicanos del pueblo.

    Para confirmar esta conclusión, a la que hemos llegado a base de un análisis de la resolución, abordaremos esta misma cuestión desde otros aspectos. Veamos, en primer lugar, de qué manera un menchevique cándido y abierto ilustra la táctica neoiskrista en el periódico georgiano Sotsial-Demokrat. En segundo lugar, veamos quién se aprovecha, de hecho, en la actual situación política, de las consignas de la nueva Iskra.

* Véase Osvobozhdenie, núm. 71, pág. 337, nota 2.
* El último en orden, más no en importancia.
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VIII. (N. de la Red.)
* Como lo ha intentado hacer Starovier en su resolución [ 14] , anulada por el III Congreso, y como lo intenta la Conferencia en una resolución no menos desacertada.

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