La tarea fundamental de la revolución burguesa se reduce a conquistar el Poder y ponerlo en consonancia con la economía burguesa existente;

Mientras que la tarea fundamental de la revolución proletaria consiste en construir, una vez conquistado el Poder, una economía nueva, la economía socialista.
AMAUTA Revista Socio - Politica
 


CAPITULO III

Entre febrero y octubre de 1917

En el momento de estallar la revolución de febrero, la mayor parte de los cuadros dirigentes del Partido bolchevique se encontraban en la cárcel, en el destierro o en el extranjero. Muchos de los cuadros intermedios o de los simples militantes estaban en la guerra. Un gran número habían perdido la vida en las trincheras. Sin embargo, aún encontrándose muy debilitado, el Partido desempeño un papel destacado en los acontecimientos.
Los historiadores burgueses afirman que la revolución de febrero fue totalmente espontánea, y que los "partidos" no tuvieron ninguna participación en ella. Ello es cierto por lo que se refiere a los partidos de la burguesía  que, con palabras de Stalin "no estuvieron en las barricadas, sino junto a ellas". Pero los bolcheviques si estuvieron en las barricadas y además el Partido supo intervenir en los acontecimientos con directrices acertadas y globalmente tuvo una actuación muy positiva. En la capital tenia su sede el Buró ruso del Comité Central que en ese momento estaba integrado por tres militantes de relativa experiencia: Molotov, Sljapnikov y Zaluckij.

Se trata de tres hombres que tendrán un destino distinto. El primero, como veremos, tendrá una actuación destacada en el Partido hasta el golpe de Estado de la camarilla de Jruschov. El segundo adoptará el punto de vista de Kámenev antes de Octubre. El tercero no asumirá en lo sucesivo un papel de dirigente. De todas formas este equipo actuó bien, y en la línea leninista. Ya en una nota de la policía de 1915 se podía leer que los leninistas habían asumido "en el Partido una importancia de primer plano" y que "habían publicado en todos los centros más importantes octavillas de propaganda revolucionaria pidiendo el cese de la guerra, el derrocamiento del Gobierno y la proclamación de la República". El Partido (a pesar de la detención del Comité de la capital el 20 y 21 de julio de 1916) fue muy activo en los meses sucesivos. A mediados de octubre lanzó un llamamiento contra la guerra, el hambre y la subida del coste de la vida. A este llamamiento siguieron varias huelgas (comenzando por la Renault de Vyborg) que desembocaron en una huelga general de cuatro días y en manifestaciones. El 25 de octubre se lanzó un llamamiento para una manifestación de protesta contra el juicio de los marineros acusados de haber integrado la organización bolchevique de la flota del Báltico. En la manifestación participaron miles de personas. En el aniversario de la masacre de enero de 1905 se convocó otra manifestación (también en Moscú).

 La revolución de febrero, aunque fue decidida por el paso masivo de los soldados del lado de la revolución, tuvo su punto de arranque y su corazón en la clase obrera. El centro del movimiento fue el barrio de Vyborg, que era también el centro de la influencia bolchevique. La extensión de las huelgas parciales y su transformación en huelga general, la presencia de consignas revolucionarias en las grandes manifestaciones de masas, la intervención de oradores en las grandes concentraciones, todo ello fue el resultado de la actuación del Partido. Sin la intervención de los agitadores bolcheviques hubiera sido imposible que el movimiento mantuviera un mínimo de coherencia y que, sobre todo, después de la sangrienta represión del día  26, no se produjese un reflujo.

 La manifestación del 23 de febrero fue en respuesta a un llamamiento del Partido. El día  24 es el Partido quien decide extender la lucha al Ejército. El día  26, el día  de la masacre, al mismo tiempo que el zar disuelve la Duma, el Partido lanza un llamamiento para formar un Gobierno Provisional Revolucionario y realiza una gran agitación en las fábricas para la creación de soviets. Al día  siguiente (el 27) se forma el Soviet de San Petersburgo (el 28 el de Moscú).

 En el manifiesto del 26 se afirmaba que el Gobierno revolucionario debía instaurar la República, realizar algunas reformas (jornada de ocho horas, Asamblea Constituyente basada en el sufragio universal, etc.) y "que se diera, comienzo a negociaciones con el proletariado de los países en guerra para hacer posible una lucha revolucionaria de los pueblos de todos los países en contra de sus opresores y tiranos y para acabar con la sangrienta matanza que ha sido impuesta a los pueblos esclavizados".

 Sobre la base de esta línea el Buró ruso del Partido, por su propia iniciativa dio comienzo a la publicación de Pravda. En la Pravda de esta época hay una actitud clara con respecto a la guerra y se pide incesantemente la transformación de la guerra imperialista en guerra civil, siguiendo el planteamiento de Lenin. Sin embargo el Partido demostró mayor dificultad para orientarse, dada la ausencia de su líder más prestigioso, sobre otra cuestión, más compleja y nueva, que los acontecimientos habían planteado: la cuestión del Gobierno Provisional.

 En los días de la insurrección, mientras los bolcheviques se batían en las calles y las barricadas, los dirigentes mencheviques se habían decidido a capitalizar el movimiento de masas, asumiendo el papel de mediadores con la burguesía. Esta, agrupada alrededor del partido de los cadetes, se había rápidamente distanciado del zarismo sin romper, no obstante, los puentes con él. El día 26 de febrero el zar había disuelto la Duma. Los partidos burgueses habían acatado respetuosamente la decisión del zar, pero sus diputados se habían reunido aparte, en un organismo "privado" creado oportunamente: el Comité Ejecutivo Provisional de la Duma de Estado, desde el cual emitían débiles lamentaciones contra la "irrazonable" actuación de las tropas zaristas y los "desmanes" de las masas. Este organismo, significativamente, fue creado el mismo día  del Soviet de San Petersburgo. Este, en ese momento, estaba dominado por el partido menchevique y por los Socialistas Revolucionarios. El partido menchevique se había educado, durante años, en la idea de que la revolución pendiente era una revolución burguesa, en la cual el papel dirigente correspondía  a la burguesía y que el proletariado no debía asumir el poder. Los mencheviques siempre habían afirmado además que el partido del proletariado debía evitar incluso "participar" en el Gobierno que saliera de la revolución.

 Pero los acontecimientos de febrero habían correspondido tan profundamente al análisis leninista sobre la hegemonía del proletariado en la revolución y el carácter contrarrevolucionario de la burguesía  rusa, que la burguesía  se había mantenido, no ya en la retaguardia, sino completamente al margen de los acontecimientos revolucionarios y el poder había caído directamente en las manos de las masas sublevadas. Los mencheviques y los Socialistas Revolucionarios interpretaron su papel en estas circunstancias, y de acuerdo con su línea general en el sentido de convencer al Soviet de la capital, único depositario del poder real en los primeros días, a entregar ese poder a los partidos burgueses agrupados en el Comité Provisional de la Duma de Estado. Se trató, según explicó Lenin sucesivamente, de una verdadera y auténtica renuncia por parte de los soviets. Así nació el Gobierno Provisional.

 Sin embargo los soviets no renunciaron a todo el poder. A pesar de la existencia del Gobierno Provisional, el Soviet siguió emitiendo decretos. En cuanto el Gobierno trató de tomar las primeras medidas reaccionarias (en primer lugar el intento de salvar el zarismo convenciendo a Nicolás II a abdicar), el Soviet de la capital las veto una tras otras. A pesar de los intentos del Gobierno, los obreros se negaron a disolver sus propias milicias. En muchas ciudades de provincias los soviets constituían el único poder efectivo. Los mencheviques y Socialistas Revolucionarios, en las primeras semanas de la revolución, no lograron, como querían, transformar a los soviets en un apéndice del Gobierno Provisional. Los soviets mantuvieron una existencia relativamente autónoma, aunque, por la presión de los oportunistas, consintieron la creación del Gobierno Provisional y durante cierto tiempo aceptaron que los mencheviques y Socialistas Revolucionarios actuaran como mediadores entre los dos poderes. En Rusia había un doble poder: el primero nacido directamente de la revolución, el segundo, resultado de la inmadurez y de las vacilaciones del mismo campo revolucionario.

 El problema que se planteó a los bolcheviques del Buró ruso fue: ¿qué actitud tomar ante el Gobierno Provisional? El Partido siempre había sostenido la necesidad de un Gobierno Provisional Revolucionario con participación activa del proletariado. Pero la revolución (la vida, había dicho Lenin, siempre se manifiesta con una riqueza mayor que cualquier plan) ponía ante el Partido un Gobierno Provisional burgués, nada revolucionario, y un poder contrapuesto al primero, basado en los obreros y los campesinos, pero inseguro y parcial.

 En la Pravda de los primeros días se manifiestan dos tendencias ante este problema. En algunos artículos se ataca al Gobierno Provisional en cuanto "Gobierno de capitalistas y terratenientes". Pero el 10 de marzo sale un artículo de Olminsky en el que se habla de que la revolución burguesa aún no ha terminado y de que "había una causa común entre burguesía  y proletariado". Por su parte, el Comité de San Petersburgo del Partido, en el momento de su constitución declara su "no oposición al Gobierno Revolucionario" por lo menos en la medida en que su acción "corresponda a los intereses del proletariado y de las amplias masas del pueblo". En estas contradicciones se debatía el Buró del Partido en el mes de marzo de 1917.

 Stalin llega a Siberia, junto con Kámenev y Muranov, el 13 de marzo de 1917. La situación que encuentra es la que hemos someramente descrito. La noticia de la revolución le ha llegado en Areginsk, una localidad relativamente cercana a la capital. Se trató de un verdadero azar.

 Si se hubiera encontrado en Kuleika hubiera necesitado mes y medio para regresar. Pero en el mes de diciembre había sido trasladado a Krasnoiarsk para someterse a la visita médica militar. La guerra iba muy mal y el Ejército utilizaba también a los deportados. El examen dio un resultado negativo, por una vieja imperfección suya del brazo izquierdo. Pero se le había autorizado a permanecer en Areginsk, hasta el final de su condena.

 Inmediatamente después de su llegada, los tres ex-deportados ingresaron en la redacción de Pravda. Muranov fue nombrado director. Pronto surgieron problemas con Kámenev. El Partido había mantenido siempre una actitud muy clara sobre la guerra, su naturaleza y la actitud hacia ella. Los problemas existían más bien sobre la cuestión del Gobierno Provisional. Pero he aquí que Kámenev publica un articulo en el que afirma: "cuando un Ejército se enfrenta a otro Ejército no hay nada más inútil que sugerir a uno de los dos ejércitos de abandonar las armas y de volver a su casa. No se trataría en este caso de una política de paz, sino de una política de esclavitud que seria rechazada con desdén por cualquier pueblo libre". Se trataba de un auténtico ataque contra las posiciones de Lenin. El desconcierto entre los militantes del Partido fue muy grande.

 Esta posición de Kámenev tenía antecedentes. Cuando había sido detenido en 1915, en el curso del proceso, Kámenev había atacado la posición de Lenin sobre la guerra, afirmando que era falso que los bolcheviques abogaran por la derrota de los ejércitos zaristas. Lenin le había criticado duramente por esta actitud suya.

 Ahora Kámenev volvía a sus viejas posiciones utilizando el órgano del Partido, y creando confusión sobre una cuestión unánimemente compartida por todos los militantes. Stalin intervino con gran energía. Toda la redacción de Pravda condenó las posiciones de Kámenev, y éste acabó plegándose, afirmando que se sometía a la decisión colectiva.

 Para esclarecer la cuestión Stalin publica un articulo ("La guerra" 16 de marzo de 1917). En él afirma claramente que la guerra en curso no puede ser comparada a la guerra revolucionaria de Francia de 1792 en defensa del Gobierno republicano. "La guerra en curso es una guerra imperialista, ésta es su esencia, y el proletariado debe comportarse en consecuencia".

 Sin embargo, el artículo de Stalin refleja el clima general del Partido. Más tarde Stalin caracterizará así la situación:

 “El Partido -su mayoría- (...) decidió, con respecto a la paz, hacer presión sobre el Gobierno Provisional por medio de los soviets, pero no tomó la decisión de dar enseguida un paso hacia adelante, pasando de la vieja consigna de la dictadura del proletariado y de la clase campesina a la nueva consigna del poder a los soviets. Esta política cautelosa debía proporcionar a los soviets la posibilidad de desenmascarar, con respecto a los problemas concretos de la paz, la naturaleza imperialista del Gobierno Provisional y, en consecuencia, debía ofrecer la posibilidad de despegarse de él. Pero ésta era una posición profundamente errónea, pues favorecía ilusiones pacifistas, alentaba la llama del "defensismo" y obstaculizaba la insurrección revolucionaria de las masas. Esta posición equivocada yo la compartí con otros camaradas del Partido, y la abandoné solamente hacia la mitad de abril, cuando acepté las tesis de Lenin”.

En el articulo "La guerra" se afirma efectivamente que "la única salida es la de ejercer una presión sobre el Gobierno Provisional exigiendo que declare su consentimiento sobre la apertura de inmediatas negociaciones de paz". Se trata, obviamente, de algo muy distinto a la posición que se impondrá más tarde en el Partido, a saber, denunciar la naturaleza imperialista del Gobierno Provisional y por lo tanto su incapacidad, por su naturaleza de clase, de terminar con la guerra, y reclamar "todo el poder para los soviets", único poder capaz de terminar efectivamente, con la guerra.

 Sobre esta cuestión los trotskistas, revisionistas y otros "historiadores" de la Revolución de Octubre, han levantado un gran alboroto afirmando que las posiciones de Stalin coincidían, en esta fase, con las de Kámenev, y que Stalin no comprendía  el papel de los soviets en la revolución.

 Estas afirmaciones son absolutamente falsas. La posición de Kámenev era una posición en esencial social-patriótica, Kámenev no estaba de acuerdo con la necesidad de mantener una posición de absoluto boicot de la guerra imperialista.

 En cuanto a lo segundo, dos días después de su articulo "La guerra" Stalin publicaba otro artículo en la Pravda (no tan citado como el primero), titulado "Las condiciones de la victoria de la Revolución Rusa". En este artículo, Stalin observa que el Soviet de la capital ya no es suficiente y plantea la necesidad de un organismo central soviético para todo el país:

"Se necesita un órgano para todo el país que dirija la lucha revolucionaria de todos los demócratas de Rusia, que tenga suficiente autoridad para fundir en un todo único las fuerzas democráticas de la capital y de las provincias y para transformarse, en el momento necesario, de órgano de la lucha revolucionaria del pueblo, en órgano de poder revolucionario (...)" (Los subrayados son del mismo Stalin).

Stalin entendía perfectamente que la perspectiva era la de la conquista del poder por parte de los soviets. Pero para alcanzar este objetivo, a su juicio, se necesitaba que las masas comprendieran por su propia experiencia que el Gobierno Provisional no estaba en condiciones (no tenía ninguna intención) de acabar con la guerra. Lenin estaba completamente de acuerdo sobre este punto. Pero opinaba que esta acción de convencimiento de las masas debía de acompañarse con una denuncia implacable de la naturaleza imperialista, belicista, del Gobierno Provisional, de su imposibilidad de terminar con la guerra; según Lenin, ya, de inmediato, había que contraponer al Gobierno Provisional a los Soviets, como único poder revolucionario capaz de satisfacer las reivindicaciones de las masas. Lo que Lenin veía claramente es que el poder de los soviets no era una perspectiva lejana, sino ya una realidad. Este poder se veía obligado a pelear en una lucha a muerte, por su propia existencia con otro poder, igualmente real, el de la burguesía. En estas condiciones, como vió después claramente el mismo Stalin, no cabía una actitud "cautelosa" ante el Gobierno Provisional y había que defender con unas y dientes, frente al Gobierno de la burguesía, el poder que obreros y campesinos habían conquistado con la insurrección.

 Aunque es indudable que la postura mantenida por Stalin hasta abril no era correcta (él mismo lo admitió es igualmente indudable que su error ha sido agigantado por los trotskistas y, sobre todo, sus posiciones fueron deformadas completamente a través del prisma de las concepciones de Trotski.

 En el citado articulo Stalin escribía:
"Nuestro Gobierno Provisional no ha surgido en las barricadas, sino cerca de ellas. Por eso no es revolucionario; no hace más que ir a la zaga de la revolución, forcejeando y entorpeciendo su avance".

En su articulo Stalin contrapone el Gobierno Provisional a la Asamblea Constituyente:

"Y si tenemos en cuenta que la revolución va profundizándose paso a paso, planteando cuestiones sociales como la jornada de ocho horas y la confiscación de las tierras y revolucionando las provincias, podemos afirmar con seguridad que la futura Asamblea Constituyente de todo el pueblo será mucho más democrática que el presente Gobierno Provisional, elegido por la Duma del 3 de junio".

En este contexto Stalin plantea la posibilidad de que
"el Gobierno Provisional, arrastrado por las proporciones de la revolución e imbuido de tendencias imperialistas pueda, en determinada coyuntura política, servir de escudo y de pantalla legal para la contrarrevolución que se está organizando"
.

 Está claro que aquí Stalin plantea como una posibilidad lo que para Lenin era ya una realidad sobre la cual había que insistir clara y explícitamente. Pero de aquí a hablar de "apoyo al Gobierno Provisional" y de "defensismo social patriótico" por parte de Stalin, como hacen los trotskistas, hay un abismo.

 La insistencia trotskista sobre este episodio responde a un doble objetivo: por una parte agigantar el alcance de esta divergencia entre Lenin y Stalin (y -hay que decirlo- la mayoría del Partido) para dar a entender que en este momento Lenin estaba de acuerdo con la consigna de "Gobierno Obrero" que Trotski lanzaba desde los Estados Unidos. De esta forma los trotskistas pretenden demostrar un segundo punto: que la historia del bolchevismo se divide en dos periodos distintos: un primer periodo "derechista" (el viejo bolchevismo) marcado por la vieja consigna de 1905 (Asamblea Constituyente y Gobierno Provisional Revolucionario), periodo en el cual Trotski tenía razón y Lenin estaba equivocado y un segundo periodo (después de la revolución de febrero) en el cual Lenin se convierte a las tesis trotskistas.

 Este enfoque es completamente falso. Lo que Lenin plantea a partir de febrero es un cambio de actitud, que toma en consideración las profundas transformaciones políticas determinadas por la revolución de febrero. Pero no hay un cambio de línea. Todo el enfoque bolchevique anterior, sobre las fuerzas motrices de la revolución rusa permanece invariado.

 La táctica de apoyo al Gobierno Provisional Revolucionario no podía  ser mantenida después de febrero porque el Gobierno Provisional (el que había surgido efectivamente, después de la revolución de febrero) era un Gobierno contrarrevolucionario. La vieja táctica suponía que la revolución antizarista (burguesa) produciría un Gobierno revolucionario en el cual participarían todas las fuerzas que habían luchado por el derrocamiento del zarismo. Los bolcheviques criticaban a los mencheviques que, haciendo paralelos mecánicos con la revolución francesa, pensaban que de la revolución burguesa saldría un Gobierno puramente burgués. Los bolcheviques afirmaban que, las fuerzas del proletariado ruso y la existencia de un partido de la clase obrera, harían que el proletariado participara en el Gobierno Provisional Revolucionario, junto con las demás fuerzas que habían derrocado al zarismo.

 Esta táctica se situaba de lleno en el marco del enfoque leninista de la "revolución ininterrumpida". Los bolcheviques suponían que, después de derrocado el zarismo, la burguesía  comenzaría a esforzarse por limitar el alcance de la revolución, apoyándose en restos del zarismo mientras que el proletariado, por el contrario, lucharía por profundizar y ampliar este alcance, para transformar la revolución burguesa en revolución proletaria. Pero los bolcheviques suponían que en una primera etapa, frente al enemigo zarista derrotado, se mantendría un único Gobierno Provisional, apoyado por el pueblo, y la lucha entre burguesía  y proletariado asumiría la forma de una batalla para arrastrar, empujar, al Gobierno Provisional en una otra dirección.

 Este enfoque, ya rebasado por los acontecimientos por el carácter concreto asumido por el Gobierno Provisional, es e1 que mantiene la mayoría del Partido en los meses de febrero y marzo y que explica el contenido de la mayor parte de las intervenciones y artículos de ese periodo (comprendidos los artículos de Stalin).

 Lo que vio Lenin inmediatamente, adelantándose a sus compañeros de Partido, fue todo el alcance del hecho de que el Gobierno Provisional surgido efectivamente en febrero, fuera un Gobierno puramente burgués. Esto no desmentía las viejas tesis mantenidas por los bolcheviques ante los mencheviques: al revés, se trataba de que los bolcheviques habían tenido razón hasta tal punto en su apreciación de la fuerza y el papel dirigente del proletariado ruso y de su Partido, que la participación de éste en el poder no había asumido la forma de una participación en el Gobierno Provisional: la clase obrera había creado un propio poder independiente, los soviets, y amenazaba el poder de la burguesía , desde esta posición de fuerzas, desde el día  mismo del derrocamiento del zarismo.

 No había, por lo tanto, un único Gobierno Provisional dentro del cual burguesía  y proletariado pelearan para su propia afirmación definitiva. Desde el comienzo habían surgido dos poderes.

 En este contexto no podía  mantenerse la táctica de "empujar hacia la izquierda" al Gobierno Provisional, criticándolo pero apoyándolo frente a los intentos de restauración de la autocracia. Esta táctica no tenia sentido en la medida en que el ala izquierda del movimiento democrático antizarista (los obreros y los campesinos pobres) no tenía ninguna representación dentro del Gobierno Provisional. Este, por lo tanto, no podía  evolucionar más que hacia la derecha, hacia el compromiso con las fuerzas reaccionarias.

 Todo ello se encontraba vinculado, además, a otro aspecto particular de la situación política del momento. El proletariado y la burguesía, parcialmente unidos (con las limitaciones que Lenin siempre vio) en la lucha contra la autocracia, se veían radicalmente divididos en la cuestión política central del momento: la guerra. La revolución de febrero se había producido en medio de la guerra. Pero la burguesía  había ido distanciándose de la autocracia porque ésta no conducía la guerra con suficiente energía, llegando en los últimos meses incluso a tantear al enemigo de cara a una paz separada. La burguesía  era el partido más belicista de la sociedad rusa.

 El proletariado se había sublevado ante la autocracia por la paz. El Gobierno Provisional burgués, por su naturaleza de clase, debía, necesariamente, asumir ante la cuestión de la guerra una actitud cada vez más belicista, radicalmente en contraste con las aspiraciones pacificas de las amplias masas.

 Debido a que alrededor de la cuestión de la guerra giraban todas las demás cuestiones (como veremos después) inevitablemente la actitud del Gobierno Provisional debía resultar cada vez más reaccionaria.

 Es en este contexto en el que Lenin defendió el paso a la consigna táctica de "todo el poder a los soviets". No se trataba ya de hacer evolucionar hacia la izquierda al Gobierno Provisional. Se trataba de lograr que los soviets asumieran todo el poder. Esta era la forma específica que iba asumiendo en la realidad la revolución ininterrumpida.

 Ahora bien, este cambio táctico se realizó en consideración de la evolución de los acontecimientos manteniendo firme el punto de vista estratégico sobre el papel de los campesinos. En la vieja táctica se suponía que la evolución del Gobierno Provisional estaría en función de la actitud de los campesinos. Si el proletariado lograba atraerse a los campesinos, el Gobierno Provisional Revolucionario en el sentido de favorecer la transformación de la revolución burguesa en socialista. Si los campesinos se mantenían favorables a la burguesía, sería ésta última la que triunfaría.

 En la nueva táctica, Lenin mantiene su punto de vista. La conquista de todo el poder por parte de los soviets depende de la actitud de los campesinos; la consigna "todo el poder a los soviets" de Lenin no tiene nada que ver, por lo tanto, con la de "Gobierno Obrero" de Trotski. Entre febrero y octubre en ningún momento se produce un abandono por parte de Lenin de su enfoque de la revolución ininterrumpida para abrazar el de la "revolución permanente" de Trotski, cuyo aspecto de mayor relieve es la consideración de los campesinos como una "única masa reaccionaria".

 Los bolcheviques siguen manteniendo su punto de vista de que el triunfo de la revolución depende de la alianza obrero-campesina y sobre la transformación ininterrumpida de la revolución burguesa en revolución socialista: lo que se precisa son las formas concretas de esta transición, las formas políticas que ella asume, a la luz de los acontecimientos. Es sobre estas formas, y sobre la actitud a asumir frente a ellas, que el Partido, con palabras de Stalin, en marzo de 1917 "marchaba a tientas" hacia una "nueva orientación", y manifestaba cierto desconcierto.

 Lenin llega a la estación de Finlandia  el 3 de abril de 1917. Una multitud inmensa le espera. Obreros de las fábricas de la capital, soldados y marineros, miles de militantes del Partido, algunos de ellos viejos camaradas suyos de lucha y de exilio. Un mar de banderas rojas y de pancartas inunda la estación.

 En el tren reflexiona rápidamente sobre la actitud a tomar. En Suecia, pocos días antes, ha podido hacerse una idea más clara de los acontecimientos. Las primeras noticias sobre la insurrección las había tenido en Zurich. Unas pocas líneas fragmentarias leídas en un periódico pegado a un tablero a la orilla del lago. Luego otras noticias, más exactas, pero siempre con un gran retraso y de segunda mano. Febrilmente había escrito a Alexandra Kollontai en Estocolmo: "Como en el pasado agitación y lucha revolucionaria, con el objetivo de la revolución proletaria internacional y de la conquista del poder por parte de los `soviets de los diputados obreros' y no de los bandidos cadetes". Pero ¿cómo influir en los acontecimientos desde tan lejos? Estaba separado de Rusia por un espacio que la guerra había multiplicado, por mil. Grandes ejércitos, millones de obreros y campesinos se masacraban en los campos de batalla de toda Europa, impidiendo que su voz llegara al Partido al cual había dedicado toda su vida y que estaba librando una batalla decisiva. Por fin había logrado cruzar ese infierno que el enemigo, el imperialismo, había desencadenado. Los ministros del Káiser se habían convencido de que el "señor Lenin" iba a jugar una mala pasada al "Gobierno de San Petersburgo". Y por fin, en Suecia, había encontrado la prensa del Partido, la colección completa de Pravda. El Partido en su conjunto se había portado muy bien. Había estado a la cabeza de la lucha. Pero había el problema de Kámenev. Vacilaciones sobre la cuestión de la guerra imperialista no podían consentirse. Era indispensable precisar también la cuestión del Gobierno Provisional. Era de vital importancia aclarar que ya, desde ahora, hacía falta luchar por el poder de los soviets. Había, además otra cuestión nueva. Durante años el Partido había afirmado que la revolución pendiente era una revolución burguesa. Con la hegemonía del proletariado pero burguesa. Se trataba de una posición superada. Superada por los acontecimientos. La revolución burguesa ya se había producido y frente al Gobierno burgués se levantaba el poder de los soviets. La revolución burguesa ya había agotado todos sus recursos, sus perspectivas. Había que afirmar que Rusia, la vieja, atrasada Rusia, podía abrir el camino al socialismo, a la revolución mundial que Marx y Engels habían previsto en el Manifiesto Comunista.

 En la estación de Finlandia, encabezaba la delegación que había venido a recibirle, el menchevique Cheidze, Presidente del Soviet de la capital. En un breve discurso abogó "por la unidad de todas las fuerzas de la democracia". Lenin escuchó nerviosamente, mirando alrededor suyo. Cuando Cheidze acabó, con un gesto decidido se alejó de él y se dirigió directamente a las masas de obreros y soldados. Sus palabras crearon inmediatamente un nuevo clima. En las masas rusas, dijo, saludaba el destacamento de vanguardia  del proletariado mundial. "El alba de la revolución socialista mundial ya ha surgido" afirmó, Y concluyó con estas palabras: "La revolución rusa que habéis hecho ha dado comienzo, ha abierto una nueva época ¡Viva la revolución socialista mundial!".

 Entre el 24 y 29 de abril se celebró en la capital la Conferencia panrusa del Partido. Por primera vez una representación de todo el Partido se reunía en la legalidad. Estaban representados 80.000 miembros de las organizaciones bolcheviques de toda Rusia. Los delegados eran 133 con voto más 18 con voto consultivo

 En la Conferencia se pudieron apreciar algunas cuestiones de gran importancia. En primer lugar, a pesar de la desconexión que había existido en los últimos meses, la inmensa mayoría hizo suyos los planteamientos de Lenin.

 En el curso de la Conferencia, Lenin aclaró aun más sus posiciones. La burguesía  en el poder se enfrentaba con tres problemas: a) acabar con la guerra; b) dar la tierra a los campesinos; c) sacar al país de la crisis económica. La burguesía  no podía  resolver ninguno de estos tres  problemas. No podía  acabar con la guerra porque su Gobierno era un Gobierno imperialista. Tampoco podía  dar la tierra a los campesinos. Existía un entrelazamiento de intereses entre capitalistas y terratenientes. Las tierras de los latifundistas estaban hipotecadas a los banqueros. Expropiándolas los burgueses dañarían sus propios intereses. En ciertas condiciones cabría pensar que la burguesía  renunciara a un interés parcial para cumplir con su interés de fondo. Pero lo más a lo que podía  llegar era a la entrega de una pequeña porción de tierras a cambio de una indemnización. Y, además, los campesinos, en las condiciones de crisis creadas por la guerra, necesitaban ganado, semilla, recursos económicos que solamente podían obtener expropiando a la burguesía. En cuanto a la crisis económica general la burguesía  podía  resolverla exclusivamente descargándola sobre el pueblo.

 Todos estos problemas sólo podían ser resueltos mediante una profundización aún mayor de la revolución. La revolución burguesa debía transformarse en revolución socialista.

La acción del Partido debía consistir en explicar pacientemente a los obreros la necesidad del paso de la República burguesa a la República de los soviets. La consigna debía ser "todo el poder a los soviets".

 Pero ¿cuál era el carácter de esta consigna en esa fase? Stalin, años más tarde, explicaría que la perspectiva abierta por la consigna de "todo el poder a los soviets" en ese momento, era la de "un Gobierno soviético integrado por mencheviques y socialistas-revolucionarios, libertad de agitación para la oposición (es decir para los bolcheviques), y libertad de lucha de los partidos dentro de los soviets". Es muy importante entender esto. Los bolcheviques lanzaban la consigna de "todo el poder a los soviets" en un momento en que los soviets mismos estaban dominados por los mencheviques y los eseristas. En ese momento los soviets (aunque con muchas contradicciones) apoyaban al Gobierno Provisional. La consigna de "todo el poder a los soviets" no tenia por lo tanto, en esta primera fase, un contenido insurreccional. Una insurrección, dadas las condiciones existentes, no podía  más que tener el carácter de una sublevación en contra del Gobierno Provisional y de los soviets al mismo tiempo, táctica a juicio de Lenin suicida, dada la correlación de fuerzas, y de todas formas, manifiestamente incompatible con la consigna de "todo el poder a los soviets".

 Lo que los bolcheviques planteaban entre abril y junio de 1917 era la transición pacífica de la primera a la segunda fase de la revolución.

 Es importante insistir en esto porque los revisionistas jruschovistas han mantenido que Lenin en cierto momento habló y defendió la teoría de la "revolución pacifica". Esto es completamente falso. Entre abril y junio los bolcheviques hablan de "transición pacifica de una fase a otra de la revolución".

 La revolución de febrero había hecho añicos el aparato represivo de la clase dominante, de la autocracia zarista. La autocracia zarista había sido sustituida en el Poder Por otra clase, por la burguesía. Pero la burguesía  (su Gobierno Provisional) no había podido crear aun un aparato represivo propio. El de la autocracia había sido destruido por una insurrección armada pero las armas de la insurrección no estaban en manos de la burguesía  (que no había participado en la insurrección) sino de los soviets y de los soldados que tras la insurrección reconocían como única autoridad, la de los soviets y no la del Estado Mayor del Ejército.

 En abril y junio el Gobierno Provisional es un gobierno desarmado que ejerce el poder en la medida en que el pueblo, que tiene las armas, se lo consiente. Aquí está toda la esencia del doble poder.

 Esta situación sólo pudo darse como resultado de una insurrección armada victoriosa (la revolución de febrero). Lenin supo analizar magistralmente esta situación, e indicó al Partido claramente que el obstáculo principal que se oponía a la toma del poder por parte del proletariado no era la capacidad represiva del Gobierno Provisional (capacidad que no tenía), sino por las vacilaciones e ilusiones del proletariado y de los campesinos que permitían al Gobierno Provisional gobernar. La tarea del momento consistía por lo tanto en convencer a los soviets de la necesidad de disolver el Gobierno Provisional y de asumir todo el Poder. Si las masas se convencían de esta necesidad seria posible pasar de la primera a la segunda fase de la revolución sin disparar un sólo tiro. El primer objetivo político era por lo tanto el de "romper el frente mencheviques-SR-cadetes". Luego se plantearía otra tarea: combatir a fondo en contra de los mencheviques y los eseristas y apoderarse del Poder conquistando la mayoría de los soviets para el partido bolchevique.

 Resulta evidente que este proyecto de "transición pacifica" se refería a una situación completamente excepcional en la cual la clase en el poder (en el Gobierno) no poseía todo el poder y en particular no controlaba lo esencial del poder (las armas). Una situación de ese tipo es concebible exclusivamente como resultado de una insurrección victoriosa que deje sin resolver, por las circunstancias que sea, la cuestión fundamental, la cuestión del poder, Por ello, justamente, los bolcheviques hablaban de transición de una fase a otra de la revolución poniendo el acento sobre el hecho de que se trataba de culminar la revolución zanjando lo que quedaba por zanjar (¿Quién se haría con todo el poder? ¿La burguesía o el proletariado?) Esta culminación de la revolución podía realizarse por medios pacíficos, pero no la revolución en su conjunto que para abrirse camino había tenido que barrer a la autocracia con la victoriosa insurrección de febrero.

 Pero, obviamente cabía otra alternativa. Cabía que para conquistar todo el poder el proletariado tuviera que lanzarse a una segunda insurrección. Esta segunda fue el camino que efectivamente el Partido bolchevique tuvo que recorrer.

 Al día  siguiente de la conferencia, el día  4 en el Palacio de Tauris (sede de los Soviets) Lenin presenta sus Tesis de Abril. En ellas están contenidas, de manera resumida, sus posiciones; ataca la idea según la cual la existencia de un Gobierno Provisional ha modificado el carácter de la guerra. La guerra sigue siendo una guerra imperialista. ¿Quién controla el Gobierno? La burguesía. Si el Gobierno fuera un gobierno controlado por el proletariado la cuestión seria distinta. Pero no es posible una paz democrática sin derribar el capital. En Rusia se ha abierto un proceso de transición entre una primera etapa de la revolución y una segunda. La burguesía  controla el Gobierno por la actitud vacilante del proletariado y de los campesinos que lo han puesto en sus manos. Hay que pasar a una segunda etapa en la cual el poder ha de ser asumido por el proletariado y los campesinos pobres. Para ello es preciso realizar un trabajo de convencimiento, paciente, tenaz, entre los trabajadores. Existen todas las condiciones para ello. Las condiciones actuales de gran libertad, permiten hacerlo. ¿El Gobierno Provisional? Hay que atacar a fondo este gobierno de capitalistas. Hay que desterrar toda ilusión de que pueda ser otra cosa de lo que es por su naturaleza de clase. ¿República Parlamentaria? No, seria un retroceso. Hay que luchar por una república soviética...

 A medida que Lenin habla, un terrible desconcierto se apodera de los dirigentes mencheviques. Al día  siguiente Plejanov hablará del "delirio de un loco". Otros afirman que Lenin ha perdido por completo el sentido de la realidad. Cheidze, afirma que es imposible mantenerse en el poder sin el apoyo de la burguesía. Y además está el imperialismo. ¿Como pensar que el imperialismo puede consentir semejante locura? En toda la prensa resuena un asombroso coro de rechazo, de miedo.

 En el Palacio de Tauris, entre los demás camaradas se encuentra Stalin. Stalin entiende inmediatamente todo el alcance de los planteamientos de Lenin. La lógica implacable del jefe indiscutido del bolchevismo, esa lógica que tanto le había impresionado en Tammerfors, desmenuza los distintos aspectos de la situación existente, deshace todas las dudas, traza una clara línea de acción de cara al futuro inmediato.

 A partir de este momento Stalin se convierte en el más infatigable propagandista, dentro y fuera del Partido, de las tesis de Lenin. Otra vez, como en el pasado, Stalin será el hombre que forjará la unidad del Partido, de sus comités, de sus células, de todos sus militantes, alrededor de las posiciones leninistas, que transformará la línea leninista en unidad de acción del Partido,

 Este papel de Stalin en octubre es indiscutible. Todas las interpretaciones burguesas, idealistas, de la revolución de octubre suelen disminuir la importancia del papel de Stalin en proporción directa con una minusvaloración del papel del Partido bolchevique. "Escuchando a Trotski, podría suponerse que en todo el periodo de preparación de marzo a octubre, el Partido bolchevique no hacía sino agitarse sin ton ni son; que estaba corroído por contradicciones internas, creando a Lenin toda clase de estorbos, y que, de no haber sido por Trotski, nadie sabe cómo habría terminado la Revolución de Octubre".

 Esta interpretación tiene evidentemente e1 objeto de agigantar el papel del mismo Trotski. Otros presentan a Lenin como un "jefe carismático", aislado en su propio Partido y de la situación política rusa, pero que con su capacidad oratoria y sus intuiciones geniales, a veces ayudado por factores imponderables, "da la vuelta a la situación".

 Este enfoque, que en apariencia agiganta el papel de Lenin, en realidad disminuye el alcance histórico de su obra, porque el gran papel de Lenin no consistió solamente en defender una posición ideológica correcta y en algunas geniales intuiciones políticas, ni tampoco en la gran obra de desarrollo de la teoría marxista de la cual se hizo cargo; Lenin fue también el creador, el organizador de un Partido de tipo nuevo, del Partido bolchevique. Al mismo tiempo que Lenin desarrollaba una línea y una teoría revolucionarias supo crear, organizar un Partido capaz de llevar a la práctica, de transformar esa misma línea en organización y en hechos políticos concretos.

 Podemos decir que el hombre que más ayudó a Lenin en esta tarea fue Stalin. Este papel de Stalin se manifestará de manera particular a partir de las Tesis de Abril, en un momento en que el Partido se encontró, casi súbitamente, ante la tarea gigantesca de adueñarse del poder, de hacer la revolución. Stalin fue el hombre que de manera infatigable forjó la unidad del Partido alrededor de Lenin, que convenciendo, peleando, organizando, logró que en Octubre el Partido se encontrara unido como un sólo hombre ante la cita decisiva. Esta es la tarea de la que Stalin se hizo cargo en aquellos días y que le reconoce la historia. Una tarea "oscura" según algunos. En realidad una tarea gloriosa, un papel de primera magnitud para un gran dirigente comunista.

 ***

Pocos días antes de la celebración de la Conferencia de abril el Gobierno, sin quererlo, había "echado una mano" a los bolcheviques con la famosa "Nota Miliukov". Ante el descontento de las masas y presionado por los mencheviques que necesitaban echar humo a los ojos del pueblo, el día  28 de marzo el Gobierno había declarado que se esforzaría por instaurar una "paz duradera sobre la base del derecho de los pueblos a disponer de si mismos".

 Esta declaración creó nerviosismo en los círculos de las potencias de la Entente que la interpretaron como un síntoma de que el Gobierno Provisional comenzaba a flaquear ante el gran movimiento de masas en pro de la paz y de que tal vez se preparara para una paz separada con Alemania.

 Los "aliados" pidieron explicaciones al Gobierno y Miliukov, el ministro de Asuntos Exteriores se apresuró a declarar que lo afirmado el 28 significaba... la voluntad del pueblo ruso de continuar la guerra mundial hasta la victoria decisiva.

 Esta declaración de Miliukov suscitó una indignación incontenible. Las masas se sintieron engañadas por una camarilla de politiqueros burgueses que especulaban con su vida, sus aspiraciones de paz, sus terribles sufrimientos. Inmensas manifestaciones se produjeron en todo el país, pidiendo la dimisión del Gobierno. La burguesía  se vio obligada a convocar otras manifestaciones en apoyo del Gobierno Provisional.

 En realidad se trataba de una gran victoria de los bolcheviques. El foso entre el proletariado y la burguesía  se iba abriendo cada vez más por las contradicciones que suscitaba la actitud contrapuesta de cara a la guerra. El intento de superar estas contradicciones con declaraciones ambiguas en pro de la paz al mismo tiempo que en la práctica se intensificaba la guerra, había fracasado. El Gobierno se había visto obligado a desenmascararse abiertamente. Como consecuencia de ello se habían producido las primeras grandes manifestaciones en contra del Gobierno Provisional. La situación evolucionaba a favor de los bolcheviques.

 Sin embargo las condiciones aún no eran maduras para la transición del Poder a manos de los soviets. La reacción aún tenía un espacio político para maniobrar.

 La burguesía  se apresuró a disolver el primer Gobierno Provisional y nombró otro con participación "socialista". La maniobra estaba clara. Puesto que el Gobierno se había desprestigiado por completo había que apuntalarlo echando mano de los traidores revisionistas: estos mantenían aún su prestigio ante amplios estratos de trabajadores; de esta forma la burguesía  pretendía inyectar Prestigio y energías a su propio Gobierno.

 Es interesante observar que los mencheviques siempre habían considerado como un axioma esgrimir en contra de los bolcheviques el que "el Partido del proletariado no debe participar en un gobierno burgués". Este punto de vista lo habían mantenido desde 1905 frente a Lenin quien sostenía que el Partido del proletariado debía participar en un gobierno revolucionario de la burguesía, para empujar hacia adelante la revolución burguesa y transformarla en revolución socialista a través de la alianza obrero-campesina.

 Pero ahora los mencheviques aceptaban participar en un gobierno contrarrevolucionario de la burguesía, cuyo objetivo era la culminación de la guerra imperialista y hacer retroceder la revolución.

 Los mencheviques explicaron así su decisión: "Incapaz de tomar medidas revolucionarias suficientemente enérgicas en el campo de la construcción interna y, sobre todo, incapaz de aplicar de manera consecuente la política de paz ,en el campo de las relaciones internacionales (el Gobierno) se había ganado la desconfianza de las amplias masas democráticas. Por esta razón ya no estaba capacitado para ejercer plenamente el poder y una parte cada vez mayor de éste pasaba a manos de los soviets". Es decir, los mencheviques iban en realidad al Gobierno para limitar el poder de los Soviets, para hacer retroceder la revolución.

 En el "Soldatskaia Pravda." del 13 de junio Stalin analiza el significado político del ingreso de los oportunistas en el Gobierno:

"La guerra ha sido y es una guerra imperialista. La palabrería acerca de la paz sin anexiones, cuando de hecho se está preparando la ofensiva, no hace sino encubrir el carácter bandidesco de la guerra. El Gobierno Provisional ha tomado claramente el camino del imperialismo activo. Lo que ayer parecía imposible, ha sido posible hoy en virtud de la entrada de los "socialistas" en el Gobierno Provisional. Encubriendo con frases socialistas la esencia imperialista del Gobierno Provisional, esos "socialistas" han consolidado y extendido las posiciones de la contrarrevolución en ascenso, Y, los ministros "socialistas" en realidad ponían en práctica el programa de los cadetes con una energía y decisión mayor de la que habían sido capaces los cadetes mismos: "...aquello en que tanto soñara Guchkov, aunque sin atreverse a convertirlo en realidad, lo ha "realizado" de un golpe Kerenski, encubriéndose con frases altisonantes sobre la libertad, la igualdad y la justicia (...); lo que Miliukov trataba de conseguir tan tímida, pero infatigablemente, el ministro Tsereteli lo ha convertido en su propio programa".

Esta situación debilitó muchísimo las posiciones de los oportunistas. Por la evolución de los acontecimientos se habían visto obligados a ingresar en el Gobierno Provisional, pero al hacer esto se veían también obligados a abandonar la cómoda posición de "críticos" del Gobierno desde la "oposición" y su verdadera naturaleza política se veía ahora claramente, a la luz del día.

 ***

A partir de los acontecimientos de abril se abre un proceso de agudización creciente de las contradicciones entre los dos poderes reales existentes. La manifestación de estas contradicciones son: por un lado, la oleada de huelgas que sacude el país y el surgimiento de un movimiento campesino independiente basado en los campesinos pobres que, cada vez más claramente, comienza a luchar por la tierra utilizando métodos revolucionarios. Por otro, el hecho de que la reacción se reorganiza en el plano militar reagrupando sus fuerzas a través de los cuerpos de voluntarios los junkers y oficiales, y desplazando hacia las zonas claves las unidades más fieles (un proceso análogo se produce en la clase obrera que refuerza sus milicias independientes).

 En este contexto se produjo la manifestación de junio, que los bolcheviques habían querido organizar para el día  10, con el fin de permitir el aflorar y la consolidación de su creciente influencia a nivel de una manifestación política de masas. Pero el Soviet por la intervención de los oportunistas, había prohibido la manifestación. Los bolcheviques, que mantenían la consigna de "todo el poder a los soviets", la desconvocaron.

 La ocasión se presentó sin embargo 8 días más tarde. El Comité Ejecutivo Central de los soviets convocó otra manifestación que, según los planes oportunistas debía convertirse en una manifestación patriótica, belicista, con motivo de la ofensiva en el frente que el Gobierno Provisional tenia prevista para aquellos días. Pero los planes del Gobierno fracasaron rotundamente. La manifestación se convirtió en un gran triunfo bolchevique.

El día 14 en Pravda el órgano del Partido ("Contra las manifestaciones dispersas") Stalin había escrito:

"Nuestra tarea consiste en lograr que la manifestación del 18 de junio en Petrogrado desfile bajo nuestras consignas revolucionarias".

Este objetivo se alcanzó completamente.

 "El día  es claro y soleado. La columna de los manifestantes se extiende interminable. Un torrente humano fluye hacia el Campo de Marte desde la mañana hasta el anochecer. Un inmenso bosque de banderas. Están cerradas todas las fábricas y todos los establecimientos. El tráfico paralizado. Los manifestantes inclinan las banderas al pasar delante de las tumbas. A "La Marsellesa" y "La Internacional" sucede el "Vosotros caísteis en la lucha". El tronar de las voces hace estremecer el aire. A cada instante se oye gritar: " ¡Abajo los diez ministros capitalistas! ¡Todo el Poder al Soviet de Diputados Obreros y Soldados!". Y, en respuesta, llega de todos lados un ensordecedor  ‘!hurra!’ de aprobación".

Con estas palabras describía Stalin la manifestación en el Pravda del 20 de junio. La consigna de "¡Abajo los diez ministros capitalistas!" había sido lanzada por los bolcheviques después de la entrada de los "socialistas" en el Gobierno. Con ella se insistía en la línea de romper la alianza entre oportunistas y cadetes.

 El conjunto de la manifestación estuvo completamente marcado por los bolcheviques.

"Lo que salta a la vista, al observar los manifestantes, es la ausencia de la burguesía y de los "compañeros de viaje". A diferencia de la manifestación del día  del entierro, en la que los obreros se perdían en un mar de pequeño-burgueses y de otras gentes, la manifestación del 18 de junio ha sido una manifestación puramente proletaria, pues los participantes principales fueron los obreros y los soldados... En pocas palabras: ha sido una manifestación realmente proletaria, una manifestación de los obreros revolucionarios, que llevaban tras de si a los soldados revolucionarios. Una alianza de los obreros y de los soldados contra los burgueses, que habían abandonado el terreno, en una situación de neutralidad por parte del ciudadano medio". Y más adelante: "Saltaba a la vista una particularidad; ninguna fábrica y ningún regimiento llevaban la consigna de: "Confianza en el Gobierno Provisional". Incluso los mencheviques y los eseristas se olvidaron de exponer esa consigna... En pocas palabras: la desconfianza en el Gobierno por parte de la inmensa mayoría de los manifestantes y la patente cobardía de los mencheviques y los eseristas para ir "contra la corriente", ha continuado la tónica general de la manifestación".

La prensa burguesa tuvo que reconocer que la manifestación del 18 de junio había sido un gran triunfo de los bolcheviques. La "Rabotchaia Gazeta" afirmaba que "exteriormente la manifestación producía una impresión penosa", y, con espíritu venoso añadía  que parecía como si el pueblo de la capital se hubiera levantado en contra de los Soviets. Por todas partes se comenzó a hablar de "complot bolchevique". A medida que las posiciones de los bolcheviques se reforzaban dentro del movimiento de masas, sus adversarios, en primer lugar los mencheviques y los eseristas, intensificaban sus ataques contra ellos. Su argumento principal era que los bolcheviques, con su actitud firme e intransigente favorecían "objetivamente" la contrarrevolución e impedían a la revolución de "consolidarse".

 Lenin seguía atentamente esta evolución. La fuerza de los bolcheviques era muy grande. Suficientemente grande para despertar las iras y los temores de la reacción, para suscitar el pánico de la burguesía, pero insuficiente para lanzarse a la insurrección.

 El momento estaba haciéndose muy peligroso. Lenin estaba convencido de que si los bolcheviques lo hubieran querido ya les hubiera sido posible apoderarse de la capital. Pero, ¿y las provincias? No había que olvidar que la Comuna de Paris había perecido por no haber conseguido el triunfo en las provincias. ¿Y el Ejército? La gran masa de los soldados reconocía solamente a los soviets. Y los soviets, en su mayoría, aún estaban en manos de los oportunistas. Casi seguramente una insurrección sería condenada por el Comité Ejecutivo Central de los Soviets, al que reconocían la mayoría de los soldados. Eso significaba hacer la insurrección teniendo en contra al Ejército. No había condiciones para ello. Había que esperar. Muchos y diferentes peligros acechaban la revolución pero había que esperar. Pero ¿esperarían las masas? Eso tampoco se podía  asegurar con certidumbre. Sin duda, el momento, a finales de junio de 1917 era de gran incertidumbre y de mucho peligro.

 La disyuntiva se presentó dramática durante el mes de julio. En pocas horas, casi sin preaviso, como una oleada que crecía por momentos y que no podía controlarse, los marinos de Kronstadt y los obreros de la capital, al igual que un río que recorría las calles de la ciudad se pusieron en marcha para la insurrección. Las masas se dirigieron hacia la sede del Partido bolchevique. Los dirigentes que se encontraban allí hablaron a las masas diciendo que había que retirarse, que aquello no tenia ninguna perspectiva. Pero las masas les abuchearon, los más excitados lanzando gritos hostiles. ¿Por qué retirarse? ¿No llevaban tal vez meses los bolcheviques diciendo que había que derribar al Gobierno Provisional? Pues lo mejor de la clase obrera estaba dispuesta a hacerlo. Ya estaba claro que el Gobierno no tenía ninguna intención de acabar con la guerra. La ofensiva de junio, ese desastre, lo había demostrado de sobra. Y además ¿no se daban cuenta los bolcheviques de que la reacción se estaba preparando? ¿No se daban cuenta de que dentro de pocos días, si no se hacía algo, no quedaría nada del Poder de los soviets?

 Stalin describe así aquellos dramáticos momentos: "Las 3 de la tarde. Reunión de la Conferencia de Petrogrado de nuestro Partido. Se examina el inocuo problema de las elecciones municipales. Llegan dos representantes de un regimiento de la guarnición y declaran de pronto que "tienen decidido actuar esta tarde", "no pueden tolerar más en silencio que se esté disolviendo regimiento tras regimiento en el frente" y "han enviado ya delegados a las fábricas y a los regimientos", invitándoles a sumarse a la acción. El camarada Volodarski, representante de la presidencia de la Conferencia, contesta que en el Partido existe el acuerdo de no ir a la acción; que los miembros del Partido en el regimiento no deben infringir la decisión del Partido".

 A las 4 de la tarde los órganos centrales del Partido deciden no participar en la acción que se está preparando. Stalin, para prevenir todo intento de explotar los acontecimientos en contra del Partido acude al Comité Ejecutivo Central de los soviets y declara que el Partido ha decidido no participar en la acción. Pero a las 7 de la tarde varios regimientos con banderas desfilan ante la sede del Partido lanzando consignas de " ¡Todo el Poder a los Soviets!". Los regimientos se detienen "ante el local del Comité de Petersburgo y piden a los miembros de nuestra organización que digan algo. Los oradores bolcheviques Lashévich y Kuráev explican en sus discursos la situación política del momento e invitan a desistir de la acción. Les contestan con gritos de "¡Fuera!". Entonces los miembros de nuestra organización proponen que se elija una delegación para exponer los deseos de los manifestantes al Comité Ejecutivo Central de los soviets y que después se regrese a los regimientos. En respuesta suena un ensordecedor " ¡Hurra!".

 Pero a las 9 de la noche en la sede del Partido hay "un desfile incesante de delegados de fábricas". Se pide que el Partido dirija la manifestación para evitar "derramamiento de sangre". Está claro que la manifestación es inevitable. El Partido toma una decisión definitiva: encabezar la manifestación esforzándose en darle un carácter no insurreccional, sino, pacifico y organizado.

 Algunos días más tarde Stalin diría: " ¿Tenía el Partido derecho a lavarse las manos e inhibirse? Ante la posibilidad de complicaciones aún más graves no teníamos derecho a lavarnos las manos, como Partido del proletariado debíamos intervenir en la manifestación y darle un carácter pacifico y organizado, sin plantearnos el objetivo de tomar el Poder por las armas. Os recordaré hechos análogos de la historia de nuestro movimiento obrero. El 9 de enero de 1905, cuando Gapón llevaba a las masas al palacio del zar, el Partido no se negó a marchar con las masas, aunque veía claro que éstas iban el diablo sabía adónde. Ahora que el movimiento no marchaba bajo las consignas de Gapón, sino bajo nuestras consignas, teníamos todavía menos el derecho de inhibirnos". Y explicando las razones por las cuales el Partido había estado en contra de la insurrección: "El 3 y 4 de julio podíamos haber tomado el Poder... Pero la cuestión es la siguiente: ¿Hubiéramos conseguido mantenernos en el poder? El frente, las provincias y varios soviets locales se habrían levantado contra nosotros. Un poder sin el apoyo de las provincias hubiera carecido de base".

 La manifestación de julio (400.000 personas) tuvo, tal como los bolcheviques habían previsto, graves consecuencias. Los trabajadores fueron tiroteados por elementos reaccionarios y tuvieron que defenderse. Las calles de Petersburgo se convirtieron en un campo de batalla, A pesar de que los bolcheviques, dando muestras de gran serenidad, a las 8 de la noche disolvieran la manifestación, a pesar de que desde el comienzo habían tratado de impedirla y a pesar de que la batalla había comenzado en el momento en que los manifestantes habían sido atacados por las fuerzas reaccionarias, la burguesía  trató de hacer responsable al Partido bolchevique de los acontecimientos. Se difundió el bulo de que el Partido bolchevique había encabezado un intento insurreccional.

 Los ministros capitalistas del Gobierno Provisional dimitieron. Durante algunas horas, el Comité Ejecutivo Central de los Soviets tuvo el poder en sus manos. Pero "el Comité Ejecutivo Central de los Soviets no toma el poder. Encarga a los ministros "socialistas" que formen un nuevo Gobierno, incluyendo a ministros burgueses, aunque sea a titulo personal. Se otorga a los ministros facultades especiales para la "lucha contra la anarquía"... El Comité Ejecutivo Central puesto ante la necesidad de romper de una manera resuelta con la burguesía, cosa que teme particularmente... da por respuesta la ruptura resuelta con los obreros y los bolcheviques para, unido a la burguesía, volver las armas contra los obreros y los soldados revolucionarios. De este modo se inicia la campaña contra la revolución".

 Las jornadas de julio marcaron el paso definitivo de los oportunistas del lado de la contrarrevolución. La evolución de los acontecimientos, la agudización de todas las contradicciones había llevado a la burguesía  al convencimiento de que existían las condiciones para emprender una batalla decisiva contra los bolcheviques y de la clase obrera para adueñarse de todo el poder. El doble poder había llegado a su fin. La burguesía  se lanzaba al contraataque.

 En esta situación, la política conciliadora había agotado todos sus recursos. Los conciliadores se encontraron ante la disyuntiva de sumarse al carro de la represión contrarrevolucionaria o de seguir a la clase obrera. Como era inevitable, siguieron el primer camino, arrastrando detrás de si al Comité Ejecutivo Central de los Soviets.

 La represión, encabezada por los revisionistas, fue terrible:

"En las calles las tropas proceden a reprimir a los insumisos. De hecho, se establece el estado de sitio. Se detiene y conduce al Estado Mayor a los sospechosos. Se desarma a los obreros, a los soldados, a los marinos. Petrogrado está en manos de los militares... el destacamento mixto ocupa el local del Comité de Petersburgo. Registros e incautación de armas en los barrios obreros. La idea de Tsereteli de proceder al desarme de los obreros y soldados, tímidamente enunciada por vez primera el 11 de junio, es puesta ahora en ejecución. Los obreros le llaman con rabia 'el ministro del desarme' ".

La imprenta de Pravda es desvastada. La contrarrevolución triunfa. El Partido bolchevique se ve obligado, otra vez, a la acción clandestina.

 El nuevo Gobierno decidió ir hasta el fondo. Desde hacia semanas, en el Ministerio de la. Guerra había un "dossier" voluminoso sobre Lenin. Documentos falsos, falsos testimonios "demostraban" que Lenin era un agente a sueldo del imperialismo alemán. La decisión de fabricar estas pruebas se había tomado en los primeros días después del regreso de Lenin cuando la prensa burguesa había desatado una terrible campaña contra él, acusándole de "traidor" por su paso a través de Alemania.

 Inmediatamente después de la manifestación de julio el Gobierno decidió utilizar este material. Una nota fue distribuida por el Estado Mayor de la zona militar de la capital, de acuerdo con el ministro de la Justicia, a todos los periódicos. Por la noche Stalin se enteró del asunto. Inmediatamente se precipitó al Palacio de Tauris y pidió hablar con Cheidze. Se dirigió con gran dureza a su viejo adversario de Batum y compatriota. ¿Qué quería el Soviet, hacerse cómplice de semejante infamia? ¿Querían los mencheviques empujar su colaboración con la burguesía  hasta el punto de participar en esta campaña de calumnias contra un hombre al que decenas de miles de obreros reconocían como jefe? Cheidze vaciló, Dijo que haría algo para impedirlo, Pero Stalin insistió Había  que hacer algo inmediatamente. Cheidze agarró el teléfono. Comenzó a hablar con las redacciones de los periódicos asociando a su iniciativa a otro georgiano, el ministro Tsereteli. Dijo que el Comité Ejecutivo de los Soviets prohibía  la publicación del documento.

 Los periódicos obedecieron la orden, pero uno, el monárquico Givoe Slovo publicó la noticia. Inmediatamente Stalin y Sverdlov escondieron a Lenin en la casa del suegro de Stalin, Aliluev.

 La situación empeoraba por momentos. El Gobierno lanzó una orden de captura contra Lenin. Stalin y Orgionikidze acudieron a la casa de Aliluev. Junto con Lenin estaban Zinoviev (él también buscado por la policía), N. Krupskaya y Noghin. Este declaró que en su opinión Lenin debía entregarse, que en el proceso podría demostrar su inocencia.

 Stalin se enfureció. Dijo que a su juicio se trataba de una locura y que no habría ningún proceso si Lenin se entregaba. Le despedazarían antes de llegar a la cárcel.

 Lenin estaba de acuerdo con Stalin, pero aparecía extremadamente excitado. De improviso llegó la camarada Stasova con la noticia de que corría el rumor de nuevas falsas pruebas, de algunos «documentos”, descubiertos en los archivos de la policía, según los cuales resultaba comprobado que Lenin, durante todos los años de su actividad política, había  sido un agente provocador a sueldo de la policía. Orgionikidze recuerda: "Estas palabras produjeron sobre Lenin una impresión increíble. Los rasgos de su cara se contrajeron en un temblor nervioso y con un tono que no admitía contestación que 'debía de ir a la cárcel' ".

 Stalin trató de convencerle de que una decisión de ese tipo no se podía tomar sobre la base de un impulso. Hacia falta ganar tiempo. Stalin logró el siguiente compromiso: Orgionikidze y Noghin irían al Palacio de Tauris y plantearían al Comité Ejecutivo Central las siguientes condiciones: 1) que, caso de ser detenido Lenin, sería encerrado en la fortaleza de Pedro y Pablo, que tenia aún guarnición bolchevique y 2) que hubiera garantías formales, por parte del Gobierno, sobre la seguridad personal de Lenin.

 Pero en el Palacio de Tauris la respuesta fue terminante. Ninguna garantía de ningún tipo. Orgionikidze salió gritando: « ¡Jamás os lo entregaremos!».

 La situación estaba clara. Habla que esconder a Lenin en un lugar muy seguro.

 Lenin abandonó definitivamente la capital el 11 de julio para esconderse en el campo. Le acompañaron a la estación Stalin y Aliluev. Este ultimo recuerda: «Antes del ultimo toque de campana, Vladimir Ilich subió sobre la plataforma anterior del coche de cola. El tren se puso en marcha. El camarada Stalin y yo permanecimos en el andén siguiendo con la mirada su querida imagen». Lenin tuvo que permanecer algún tiempo en una cabaña en las proximidades de un lago. A finales de julio se trasladó a Finlandia. Estos desplazamientos de Lenin se realizaron entre grandes dificultades y peligros. Sus contactos con el Partido fueron dificultosos. A pesar de ello, se esforzó por mantener su actividad de dirección. Lenin volvería a la capital, llamado por el Comité Central, solamente el día 8 de octubre.

 Durante toda esta época, el máximo peso de la dirección del Partido recayó, fundamentalmente, sobre Stalin. Para el día 2ó de julio estaba convocado el VI Congreso del Partido. El Congreso tenía que valorar políticamente la situación que se Había  creado a raíz de la oleada represiva desencadenada en contra de los bolcheviques y establecer la táctica a seguir.

 Lenin Había  llegado a la conclusión de que la consigna de «Todo el poder a los soviets» no podía ser mantenida. Para entender cabalmente esto es preciso recordar que antes de julio la consigna de «Todo el poder a los soviets» estaba vinculada a una perspectiva de conquista del poder por medios no insurrecciónales. Esta perspectiva era posible (antes de julio) por el hecho de que la reacción aún no había  sido capaz de reorganizarse y el poder real seguía estando en las manos de los soviets. Como ya hemos observado, la consigna de «Todo el poder a los soviets» antes de julio significaba esencialmente forzar a los oportunistas (quienes controlaban los soviets) a asumir todo el poder, para desplazarlos sucesivamente conquistando la mayoría dentro de los soviets mismos.

 Pero los acontecimientos de julio demostraban que este camino ya no era viable. En primer lugar, la reacción se había  reforzado y controlaba ya una fuerza armada propia. A partir del mes de mayo, el Gobierno Provisional había  comenzado a crear unidades especiales de tropas de asalto, integradas por voluntarios, con un estatuto especial que exigía una disciplina ciega de sus miembros y excluía la formación de comités o soviets de soldados. El Gobierno había, además, formado otros batallones especiales. Había  desplazado a los oficiales más fieles hacia las unidades menos influidas por los bolcheviques (esencialmente las del frente sur), había  reforzado su control en general sobre el cuerpo de oficiales y había  armado a los Jukers (los cuerpos de las escuelas de oficiales). El Gobierno podía contar, además, con las tropas cosacas, sobre algunas unidades de las nacionalidades y, cómo no, sobre la policía.

 En julio, por lo tanto, la situación era muy distinta de la que se había  creado a raíz de la revolución de febrero, cuando el Ejército en su conjunto estaba dominado por los soviets, cuando las armas estaban en las manos del pueblo y el Gobierno Provisional ejercía el poder en la medida en que las vacilaciones de las masas (que tenían las armas) se lo  habían entregado. En julio, el Gobierno Provisional había  logrado ya reorganizarse y poseía una fuerza armada propia capaz de intervenir autónomamente en la lucha.

 El pueblo, obviamente, conservaba, mucho de la fuerza que la revolución de febrero había  puesto en sus manos, e incluso la había  incrementado. El frente norte se mantenía sobre posiciones revolucionarias, grande era la influencia en el frente sur y, en general, las unidades de la retaguardia estaban muy influidas por los bolcheviques. Por otra parte, se había  producido un gran desarrollo de la milicia proletaria. En todas las fábricas existían destacamentos de hombres armados, destacamentos que tenían un origen distinto según las empresas o las localidades, pero que en su conjunto constituían una poderosa realidad.

 Pero en julio esta fuerza ya se enfrentaba con una reacción armada y organizada. Por ello Lenin vio claramente que ya no se podía pensar en una transición pacifica de la primera a la segunda fase de la revolución, y que el Gobierno Provisional podía ser derribado solamente mediante una insurrección armada.

 Pero en julio la línea de la insurrección armada en contra del Gobierno Provisional era incompatible con la consigna de «Todo el poder e los soviets», porque los soviets aun estaban dominados por mencheviques y eseristas. Estos últimos se  habían pasado con armas y bagajes al lado de le reacción y  habían sido los principales propagandistas y autores de le represión antibolchevique. El 11 de julio, el partido menchevique había  publicado un llamamiento en el cual se leía: «La aventura criminal emprendida por el Estado Mayor leninista ha podido asumir tales proporciones y convertirse en peligrosa para la revolución exclusivamente porque detrás de ese Estado Mayor marchaban consistentes grupos de obreros... ya ha llegado el momento de proclamar en voz alta que el «bolchevismo», este bolchevismo del cual Lenin es el intérprete y el jefe, se ha alejado de la socialdemocracia, se ha impregnado de ideas anarco-sindicalistas y solamente por un malentendido, por no se sabe qué fuerza de inercia aún se encubre con la bandera del POSDR». El 13 de julio una revolución común de los comités ejecutivos SR y menchevique pedía que los bolcheviques fueran juzgados por los tribunales, que se excluyera de los soviets a todas las personas acusadas y que se obligara a todos los miembros del Soviet a someterse a la mayoría.

 Esta situación, que marcaba el claro paso de los dirigentes oportunistas del Soviet del lado de la contrarrevolución, al mismo tiempo que no se veía ninguna forma de derrocar al Gobierno Provisional como no fuera a través de una insurrección, había  hecho caducar la consigna de «Todo el poder a los soviets».

 Al mismo tiempo, por la política revisionista de los eseristas y de los mencheviques, los soviets  habían decaído, y no tenían ya la pujanza y el prestigio de los primeros días de la revolución.

 Lenin llegó a dudar inclusive de la posibilidad de que los soviets pudieran ser, en la futura insurrección, el instrumento de la misma, y pensaba que más valía estudiar la posibilidad de preparar la insurrección sin contar con los soviets. Stalin fue más prudente. En “ ¿Trotskismo o Leninismo?» afirma lo siguiente:

«Después de la derrota de julio, entre el C.C. y Lenin surgieron, efectivamente, divergencias respecto a la suerte de los soviets. Es sabido que Lenin, deseando concentrar la atención del Partido en los preparativos de la insurrección fuera de los soviets, prevenía contra el excesivo entusiasmo por los soviets, considerando que éstos, envilecidos por los defensistas, ya no tenían ningún valor. El Comité Central y el VI Congreso del Partido adoptaron una línea más prudente, considerando que no había  fundamento para estimar excluida una reanimación de los soviets. La intentona de Kornilov demostró que esta decisión había  sido acertada (...) Lenin reconoció posteriormente que la línea del VI Congreso había  sido acertada».

En el VI Congreso, efectivamente, la línea adoptada sobre esta cuestión resultó prudente, si bien el Congreso aceptó el cambio de consigna propuesto por Lenin. En el Congreso, en el que presentó el informe sobre la actividad del C.C. y sobre la situación política, Stalin dijo:

«Antes, preconizábamos el paso pacifico del poder a los soviets, suponiéndose que bastaba adoptar en el Comité Ejecutivo Central de los Soviets un acuerdo sobre la toma del Poder para que la burguesía dejara pacíficamente la vía franca. En efecto, en marzo, abril y mayo cada decisión de los soviets era ley, porque en todo momento se “la podía respaldar con la fuerza... Ahora para tomar el Poder es preciso derrocar primero la dictadura existente».

Y en otro punto:

«Los soviets son la forma más apropiada de organización de la lucha de la clase obrera por el Poder, pero no son el único tipo de organización revolucionaria. Es una forma netamente rusa. En el extranjero hemos visto desempeñar este papel a las municipalidades durante la gran revolución francesa, al Comité Central de la Guardia Nacional durante la Comuna. También entre nosotros anduvo rondando la idea del Comité Revolucionario. Quizá la Sección Obrera sea la forma más adecuada para la lucha por el poder».

Como se ve, el Partido bolchevique, a raíz de los acontecimientos de julio, se iba orientando hacia una insurrección «sin los soviets» y trataba de aclararse acerca de las formas organizativas que podía asumir la toma del poder. Stalin en el Congreso dijo claramente que la cuestión de las formas organizativas no era lo fundamental. Lo fundamental era «el problema de saber si la clase obrera ha adquirido el grado de madurez necesario para ejercer la dictadura, todo lo demás ya vendrá por sus pasos, lo aportará la obra creadora de la revolución».

Esta actitud de Stalin, de no encerrarse en moldes estrechos, preconcebidos en cuanto a las formas organizativas de la insurrección, le permitió mantener una actitud abierta, dentro del abandono de la consigna de «todo el poder para los Soviets», de cara a los Soviets mismos:

«Si proponemos que se retire la consigna de '¡Todo el poder a los Soviets!' de ella no se desprende '¡Abajo los Soviets!'. Y aunque retiramos tal consigna, no salimos ni siquiera del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, a pesar del lamentable papel que ha desempeñado últimamente. Los Soviets locales todavía pueden dar algún juego, ya que habrán de defenderse contra las acechanzas del Gobierno Provisional, y nosotros les apoyaremos en esa lucha. Así pues repito: retirar la consigna de la transferencia del Poder a los Soviets no significa ‘¡Abajo los Soviets!’ Nuestra actitud hacia los Soviets donde estamos en mayoría es la más solidaria. Que vivan y se fortalezcan tales Soviets».

Y en el resumen final de la discusión:

«..., se puede Y se debe trabajar en los Soviets, incluso en el Comité Ejecutivo Central de los Soviets, órgano de cobertura contrarrevolucionaria. Aunque los Soviets son ahora exclusivamente órganos de cohesión de masas, nosotros estamos siempre con las masas y no nos marcharemos de los Soviets mientras no nos echen de ellos... Nos quedamos en los soviets, pero continuamos denunciando la táctica de los socialrevolucionarios y de los mencheviques».

El papel del VI Congreso del Partido bolchevique en el marco de la revolución de octubre fue inmenso. Stalin, aunque sólo fuera por la valiente batalla que protagonizó en el Congreso, merece un lugar destacadísimo entre los protagonistas de la revolución.

 Dos peligros, dos errores podían cometerse en la situación que se habla creado durante el mes de julio, y Stalin supo luchar con eficacia, en una serie de vigorosas intervenciones, contra ambas. El primer peligro consistía en que los bolcheviques, ante el declive de los Soviets, y por el control que los oportunistas ejercían sobre el Comité Ejecutivo Central, decidieran abandonar por completo a los Soviets. Esto hubiera constituido un grave error, porque, como se vio sucesivamente, aún existía la posibilidad, por parte de lOs bolcheviques de hacerse con el control del movimiento soviético, y de utilizarlo como una poderosa palanca para la insurrección.

 El segundo error, mucho mas grave, consistía en valorar incorrectamente lo sucedido en julio, en una interpretación de los acontecimientos de julio como un síntoma de retroceso de la revolución, como un alejamiento de la perspectiva de la insurrección.

  Ya en la Conferencia Urgente de la organización de Petrogrado, Stalin había  llamado la atención sobre la afirmación de Marx según la cual «cada paso adelante de la revolución provoca como réplica un paso atrás de la contrarrevolución».

Lo acontecido en julio era un reflejo del avance de la revolución y de la profundización de todas las contradicciones de la sociedad rusa. Como resultado de ello la burguesía se había  pasado abiertamente del lado de la contrarrevolución, así como también, los oportunistas. Los sectores intermedios de la sociedad rusa se iban escindiendo. Las capas superiores (en particular del campesinado) se iban inclinando del lado de la burguesía, mientras el campesinado pobre se sentía atraído cada vez más por el proletariado. Un síntoma de todo ello se manifestaba en la escisión cada vez más profunda del Partido Socialista Revolucionario.

 «Bujarin afirma que el burgués imperialista ha concertado un bloque con el mujik. Pero con qué mujik? En nuestro país hay mujiks diversos. El bloque es con los mujiks de derechas, pero tenemos también a los mujiks de abajo, los de izquierdas, que constituyen las capas pobres del campesinado. Con estos mujiks no ha podido concertarse tal bloque».

 Stalin, en el curso del Congreso, insiste una y otra vez sobre el concepto de que no es cierto que la situación apunte en dirección de un «retroceso». «Si en unas barriadas éramos detenidos, en otras nos acogían con aplausos y excepcional entusiasmo. Y ahora el estado de ánimo de los obreros de Petrogrado es excelente y el prestigio de los bolcheviques muy grande».

 En realidad, la fuerza del Partido había  crecido enormemente entre abril y julio. El número de organizaciones había  aumentado de 78 a 1ó2. El número de militantes de 80.000 a 240.000. No cabía, por lo tanto, hablar de retrocesos. Lo que si se estaba manifestando era una profundización del proceso revolucionario que producía un claro deslindamiento de campos, que determinaba el paso de la burguesía a posiciones claramente contrarrevolucionarias, y que situaba, de forma cada vez más evidente, al proletariado en una posición de vanguardia, junto a su aliado principal, el campesinado pobre.

 Esto último (las clases que se veían impulsadas irresistiblemente hacia el poder y que se situaban en la vanguardia de la revolución) determinaba la transformación de la revolución rusa en revolución proletaria, en revolución socialista.

 La primera fase de la revolución Había  sido burguesa porque la burguesía, aún no participando directamente en la insurrección, se había  hecho con el poder por una serie de circunstancias. Pero la burguesía en el poder no podía resolver ninguna de las cuestiones para cuya solución las masas se  habían sublevado (la guerra, el hambre, la tierra) Por ello, el desarrollo del proceso revolucionario (de la lucha de clases) iba creando las condiciones de la toma del poder por parte de la clase obrera. «Si la crisis es una lucha de clases por el poder, nosotros, como marxistas, debemos preguntarnos: ¿qué clase está subiendo ahora al poder? Los hechos dicen que es la clase obrera la que está subiendo al poder. Evidentemente la clase de la burguesía no la dejará subir al poder sin lucha. La pequeña burguesía, que constituye la mayoría de la población de Rusia, vacila, uniéndose unas veces con nosotros y otras con los demócratas constitucionalistas, dejando caer así la última pesa en el platillo de la balanza. Este es el contenido de clase de crisis de poder que atravesamos».

 Este ascenso de la revolución, este acercarse de la clase obrera al poder, determinaba la reacción de la burguesía que se veía amenazada, había  creado las condiciones de los acontecimientos de julio.

  Sobre estos puntos Stalin libró una gran batalla en el VI Congreso. Algunos delegados (entre ellos algunos destacados miembros del Partido) interpretaban los acontecimientos de julio como un consolidarse de la revolución en sentido burgués y negaban que en las condiciones atrasadas de Rusia pudiera realizarse una revolución de tipo socialista. Stalin combatió a fondo estas posiciones.

«Algunos camaradas dicen que, como en nuestro país el capitalismo está poco desarrollado, es utópico plantear el problema de la revolución socialista. Tendrían razón si no hubiese la guerra, si no existiera la ruina, si no se hallaran resquebrajadas las bases de la organización capitalista de la economía nacional... Seria indigna pedantería exigir que Rusia ‘esperase’ a efectuar transformaciones socialistas hasta que ‘comenzara’ Europa. ‘Comienza’ el país que dispone de más posibilidades...»

Y contestando a Preobrazhenski, el cual sostenía que la revolución socialista era posible en Rusia a condición de que triunfara también en la Europa occidental, Stalin dijo:

«No está descartada la posibilidad de que sea precisamente Rusia el país que abra el camino hacia el socialismo. Hasta ahora, en las condiciones de la guerra, ningún país ha disfrutado de tan amplia libertad como Rusia ni ha intentado llevar a cabo el control obrero de la producción. Además, la base de nuestra revolución es más amplia que en Europa occidental donde el proletariado, completamente solo, se enfrenta con la burguesía, mientras que en nuestro país las capas pobres del campesinado apoyan a los obreros. Por último, en Alemania, el aparato del Poder del Estado funciona incomparablemente mejor que el imperfecto aparato de nuestra burguesía que es, ella misma, tributaria del capital europeo. Hay que rechazar esa idea caduca de que sólo Europa puede señalarnos el camino. Existe un marxismo dogmático y un, marxismo creador. Yo me sitúo en el terreno del segundo».

Hemos dedicado bastante espacio a la actuación de Stalin en el VI Congreso. Este acontecimiento tuvo gran importancia en un momento particularmente delicado, en una situación de viraje en la cual, cualquier decisión errónea podía malograr el trabajo realizado por el Partido durante años. Resulta sintomático que, en ausencia de Lenin, la figura más destacada del Congreso fuera Stalin (junto con Sverdlov) Ninguno de los «líderes» mencionados por Deutscher como dirigentes del Partido que «hacían sombra» a Stalin aparecen como figuras destacadas.

  Antes de cerrar esta cuestión queremos llamar la atención sobre otro hecho esencial: en las intervenciones de Stalin en el VI Congreso éste aborda toda una serie de cuestiones que volverán a aparecer en los años siguientes: la cuestión de la posibilidad de una revolución socialista en Rusia y en particular, frente a Preobrazhenski, si esa revolución era posible sin que el socialismo triunfara en el resto de Europa. La cuestión del campesinado que Stalin aborda, como era su costumbre, destacando las contradicciones de clase dentro del mismo campesinado y negándose a considerarlo como una masa única. Se trata de temas que volverán a aparecer más tarde, en otro contexto, pero con la misma raíz ideológica.

 Sobre todas estas cuestiones el VI Congreso adoptó el punto de vista propuesto por Stalin, que coincidía con el de Lenin (aparte la cuestión táctica de cara a los Soviets en la cual había  diferencias de matices, cuestión en la cual Stalin llevaba razón) Esto es importante para valorar -de forma científica y no en base a las especulaciones novelescas típicas de los «estudios» burgueses de la figura de Stalin- las razones de la consolidación del prestigio de Stalin en el Partido en la situación de aguda lucha ideológica que se creó después de la toma del Poder y, sobre todo, después de la muerte de Lenin. La verdad es que, en todas las cuestiones que se plantearon más tarde, las posiciones que Stalin mantuvo frente a sus adversarios, tenían un entronque directo con toda la tradición ideológica del Partido, con las posiciones de Lenin y en particular con algunos aspectos de la batalla ideológica que se había  librado dentro del Partido en vísperas de la insurrección de octubre. El Partido acabó alcanzando la victoria porque fueron derrotadas posturas y tendencias que se oponían a la insurrección, no solamente basándose en consideraciones tácticas, sino también en argumentaciones ideológicas erróneas, que el Partido deshizo en una encarnizada lucha. Cuando estas posiciones ideológicas volvieron a aparecer (por lo general defendidas por las mismas personas), el Partido se orientó muy rápidamente y cerró filas alrededor de Stalin, que fue, una vez más, el más firme defensor del leninismo, es decir, de toda la tradición ideológica y política del Partido. En estos hechos hay que buscar las razones del afirmarse de la figura y de la personalidad política de Stalin en el Partido bolchevique, y no en las conjuras e intrigas inventadas por sus calumniadores.

 Las líneas fundamentales trazadas por el VI Congreso encontraron una confirmación plena en la intentona de Kornilov. El 25 de agosto, en Moscú, el Gobierno Provisional Había  abierto una «Conferencia de Estado» que tenía el objetivo de consolidar la tendencia contrarrevolucionaria que se había  afirmado tras las jornadas de julio y proceder a la liquidación de todas las conquistas de la revolución y en particular de los Soviets. En la Conferencia estaban representadas todas las tendencias de la burguesía (banqueros, industriales, terratenientes, oficiales del Ejército) y las distintas camarillas oportunistas (mencheviques, eseristas, etc.) La Conferencia de Moscú constituye un auténtico delirio contrarrevolucionario. Los distintos delegados en sus intervenciones trataron de echar la culpa a las masas del desbarajuste económico, de las derrotas en el frente, del hambre, de todos los males de Rusia. Numerosas voces se levantaron pidiendo la disolución de los Soviets. La «estrella» de esta representación reaccionaria fue el general Kornilov. Alrededor de este hombre comenzó a realizarse una enorme campaña publicitaria, «fabricándole» una imagen de «soldado valiente», de salvador de la Patria. Se le inventaron gestas militares totalmente imaginarias. «Se produjo entonces en el Gran Cuartel General una verdadera procesión de banqueros, de grandes comerciantes, de industriales que acudían a Kornilov para ofrecerle dinero y ayudas. Fueron a visitar al general Kornilov también los representantes de los «aliados», es decir, de Inglaterra y de Francia, que exigían que se apresurara la ofensiva en contra de la revolución».

 La burguesía se orientaba rápidamente hacia el complot militar. Este complot debía culminar la obra contrarrevolucionaria emprendida por el Gobierno Provisional y se realizaba con la complicidad del mismo.

 Como es sabido, el complot kornilovista fracasó miserablemente. El mismo Kerenski tuvo que abandonar al general sublevado ante la evidencia del fracaso. En realidad, tal y como Stalin había  afirmado en el VI Congreso, la revolución se encontraba en ascenso y el aislamiento de los bolcheviques era pura apariencia.

«En respuesta a la revuelta de Kornilov el Comité Central del Partido bolchevique invitó a los obreros y a los soldados a empuñar las armas y a dar su merecido a los contrarrevolucionarios. Los obreros se arman rápidamente y se preparan para la Lucha. Las unidades de Guardias rojas ven, en aquellos días, aumentar rápidamente sus efectivos. Los sindicatos movilizan a sus afiliados. Las unidades militares revolucionarias de Petrogrado están en pie de guerra. En la periferia de Petrogrado se cavan trincheras, se ponen alambradas, se inutilizan las vías del ferrocarril...»

 La intentona de Kornilov, que representaba un intento por parte de la burguesía de avanzar aún más en el camino de la contrarrevolución, determinó, en realidad, un gran avance revolucionario. La lucha de clases se agudizó en todos los planos. En los meses de agosto y septiembre una oleada de huelgas sacudió el país. En el transcurso de gran parte de ellas los obreros adoptaron medidas revolucionarias asumiendo ellos mismos el control de la producción. En cuanto a las grandes masas campesinas, éstas «se daban cuenta, paulatinamente, de que solamente el Partido bolchevique era capaz de vencer a los terratenientes y estaba dispuesto a dar las tierras a los campesinos». Los campesinos intensificaron muchísimo su acción autónoma, negándose a esperar las decisiones de la Asamblea Constituyente (solución pregonada por mencheviques y eseristas) para solucionar la cuestión de la tierra. Según las estadísticas de la época, los «delitos» de ocupación de tierras y saqueo aumentaron de 152 en el mes de mayo, hasta 958 en septiembre.

 Un proceso decisivo se produce en el Ejército. Con el asunto Kornilov los soldados toman conciencia definitiva de que la aplastante mayoría de sus oficiales están del lado de la contrarrevolución. Al mismo tiempo quedó absolutamente claro que el Gobierno Provisional quería continuar la guerra imperialista. Todo ello provocó una reacción en el Ejército de alcance y consecuencias nuevas. Los soldados destituían a los viejos oficiales y nombraban a nuevos jefes. Los bolcheviques iban conquistando la mayoría del Ejército lo cual, con palabras de Lenin, «representaba la fuerza de choque política que les aseguraba una superioridad aplastante en el sitio justo, en el momento justo».

 Pero, al mismo tiempo que se producía todo esto, un nuevo hecho, de importancia capital, hacia que los bolcheviques volvieran a adoptar otra vez la consigna de «todo el poder a los Soviets». En la batalla contra Kornilov, los Soviets volvían a aparecer por todas partes, se rentalizaban y, lo que representaba un hecho decisivo, el Partido bolchevique conquistaba la mayoría de los mismos. En el articulo «La segunda oleada», Stalin escribía:

«En la lucha frente a la contrarrevolución de los generales y de los demócratas constitucionalistas, reviven y se fortalecen los casi difuntos Soviets y Comités en la retaguardia y en el frente. En la lucha, frente a la contrarrevolución de los generales y de los demócratas constitucionalistas, surgen nuevos Comités revolucionarios de obreros y de soldados, de marinos y campesinos, de ferroviarios y de empleados de correos y telégrafos. En el fragor de esta lucha se forman nuevos órganos locales de poder en Moscú y en el Cáucaso, en Petrogrado y en los Urales, en Odessa y en Járkov».

Y más adelante:

«Se trata de que en la lucha contra los demócratas constitucionalistas, y a despecho de ellos, crece un nuevo Poder, que en combate abierto ha vencido a los destacamentos de la contrarrevolución».

Como vemos, ante el resurgimiento de los Soviets y el triunfo en los mismos de las posiciones auténticamente comunistas, los bolcheviques vuelven a hablar de un doble poder. Pero en esta fase el contenido de este concepto, como el de la consigna «Todo el poder a los Soviets» es profundamente distinto al que se asignaba antes de julio. «La derrota de la sublevación de Kornilov inauguró la segunda etapa. La consigna de « ¡Todo el poder a los Soviets!» se puso de nuevo a la orden del día. Pero ahora esta consigna no significaba ya lo mismo que en la primera etapa. Su contenido había  cambiado radicalmente. Ahora esta consigna significaba la ruptura completa con el imperialismo y el paso del Poder a los bolcheviques, Pues los Soviets eran ya, en su mayoría, bolcheviques. Ahora, esta consigna significaba que la revolución abordaba el establecimiento de la dictadura del proletariado mediante la insurrección. Es más: esta consigna significaba, ahora, la organización de la dictadura del proletariado y su constitución en Estado».

 La consigna de: « ¡Todo el poder a los Soviets!» que el Partido bolchevique vuelve a lanzar después de la intentona kornilovista tiene, por lo tanto, un contenido insurreccional, significa un llamamiento a las masas para derrocar por la fuerza de las armas al Gobierno Provisional e implantar el nuevo Poder proletario.

 Lenin escribió dos cartas al Comité Central (12 y 14 de septiembre) planteando la necesidad de la insurrección armada. En toda su actividad en el periodo inmediatamente anterior a la insurrección, dos son sus principales preocupaciones: 1) demostrar la absoluta necesidad de la insurrección y que existían todas las condiciones para ello, 2) insistir en la absoluta necesidad de preparar prácticamente la insurrección (mediante técnicas) y de actuar en el plano político consecuentemente con la decisión de la insurrección armada.

 En el Comité Central seguía subsistiendo el problema de Kamenev, al cual pronto se uniría Zinoviev; ahora se encontraba en el Comité Central también Trotski, que se había  incorporado al Partido a raíz del VI Congreso y que asumía, según su costumbre, una actitud «centrista», es decir, aparentemente «intermedia» entre los planteamientos leninistas y los de Kamenev, pero de hecho proporcionando a éste, como veremos, una cobertura.

 Kamenev, nada más recibirse las cartas de Lenin, se pronunció en contra de las indicaciones que contenían y presentó una resolución desautorizando a Lenin. Stalin se opuso, planteando la necesidad de que las cartas de Lenin fueran enviadas a las organizaciones más importantes para que allí se discutieran. El Comité Central rechazó la resolución de Kamenev.

 Pero el problema volvió a plantearse cuando hubo que decidir la actitud a adoptar ante el Preparlamento. La iniciativa de crear el Preparlamento (un organismo «representativo» que debería funcionar hasta la convocatoria de la Asamblea constituyente), había  sido tomada por una Conferencia Democrática que se había  reunido el 14 de septiembre por iniciativa de eseristas y mencheviques. El 1ó de septiembre, Stalin escribía:

«La cuestión principal de la revolución es la del poder. El carácter de la revolución, su desarrollo y desenlace están enteramente determinados por el hecho de quién tiene el poder en sus manos, de qué clase se encuentra en el poder. La llamada crisis de poder no es más que la expresión exterior de la lucha de las clases por él»
.

Y más adelante, tras observar que la Conferencia Democrática no había  podido eludir esta misma cuestión:

«En esta Conferencia se han perfilado dos líneas sobre la cuestión del poder. La primera línea es la de una coalición franca con el partido demócrata constitucionalista, propugnada por los defensistas mencheviques y eseristas... La segunda línea es la de una ruptura radical con el partido demócrata constitucionalista, propugnada por nuestro Partido y por los internacionalistas eseristas y mencheviques... La primera línea expresa confianza en el Gobierno existente y deja en sus manos todo el poder. La segunda expresa desconfianza en ese Gobierno y lucha por el paso del poder a los representantes directos de los Soviets Obreros, Campesinos y Soldados».

 En el mismo número del «Rabochi Put» Stalin publicó un editorial con el significativo titulo de « ¡Todo el poder a los Soviets!». En él, escribía: «La revolución sigue desarrollándose. Tiroteada en las jornadas de julio y ‘enterrada’ en la Conferencia de Moscú, de nuevo levanta la cabeza, barriendo los viejos obstáculos y creando un nuevo poder. La primera línea de trincheras de la contrarrevolución ha sido tomada. Después de Kornilov retrocede Keledin. En el fuego de la lucha resucitan los Soviets casi difuntos, Y de nuevo empuñan el timón, guiando a las masas revolucionarias».

 La creación del Preparlamento reflejaba claramente la voluntad por parte de la burguesía de evitar el paso del poder a las manos de los soviets. Después de la intentona de Kornilov el Gobierno Provisional se veía claramente desprestigiado. La creación del Preparlamento constituía un intento de apuntalar al Gobierno Provisional creando un organismo que ante el cual éste fuera «responsable», sembrando nuevas ilusiones en las masas y atrasando así la insurrección. Lenin, Stalin y la mayoría del Comité Central eran partidarios del boicot al Preparlamento. Además consideraban que la participación en instituciones parlamentarias era inconcebible en vísperas de la insurrección.

 Kamenev enseguida se opuso a esta línea de acción, y logró arrastrar a sus posiciones a la mayoría del grupo parlamentario bolchevique (77 miembros en contra de 50), Trotski, como correspondía a su papel, defendía una tesis «intermedia»: de momento no participar en el Preparlamento, y decidir en el Congreso de los Soviets. Stalin se opuso con vigor a la entrada en el Preparlamento. En este momento Stalin era el director del órgano central del Partido, el Rabotchi Put, Stalin entendía perfectamente que en vísperas de la insurrección todo el trabajo debía concentrarse en la preparación del combate, que toda la actividad política debía centrarse en convencer a las masas de la necesidad de derrocar al Gobierno Provisional y de establecer un nuevo Poder basado en los Soviets. En ese momento, en el que se necesitaba poner en tensión todas las energías para la lucha ¿cómo cabía participar en un órgano que era expresión de ese mismo Poder en contra del cual había  que librar el combate decisivo?

 En sus artículos, día tras día, a veces en editoriales escritos en el mismo día, Stalin iba orientando a las masas en dirección de la insurrección armada. Evidentemente, en estos articules casi nunca se formula un llamamiento abierto a la insurrección. Pero constantemente se insiste sobre la necesidad de que los Soviets se hagan con el Poder. En una de sus cartas Lenin había  escrito: «Estudiar cómo se puede promover la agitación, sin utilizar, sin embargo, en la prensa este término» [1].

 Muchos años después, Stalin escribiría:

"Conviene señalar una particularidad original de la táctica de la revolución en este periodo. Consiste esta particularidad en que cada paso, o casi cada paso, de su ofensiva, la revolución procura darlo como si fuera un paso defensivo. Es indudable que la negativa a evacuar las tropas de Petrogrado fue un serio paso de la ofensiva de la revolución, pero, no obstante, esa ofensiva se hizo bajo la consigna de la defensa de Petrogrado contra una posible ofensiva del enemigo exterior. Es indudable que la formación del Comité Militar Revolucionario fue un paso todavía más importante de la ofensiva contra el Gobierno Provisional, pero, no obstante, se dio bajo la consigna de organizar el control de los Soviets sobre la actividad del Estado Mayor de la zona. Es indudable que el paso abierto de la guarnición del lado del Comité Militar Revolucionario y la organización del sistema de comisarios soviéticos, señalaron el comienzo de la insurrección, pero, no obstante, estos pasos los dio la revolución bajo la consigna de defensa del Soviet de Petrogrado contra posibles acciones de la contrarrevolución. Parecía como si la revolución camuflara sus acciones de ofensiva con la envoltura de la defensa para que le fuese más fácil arrastrar a su órbita a los elementos indecisos, vacilantes".

En el Rabotchi Put, Stalin supo utilizar hábilmente estas particularidades de la táctica bolchevique para hacer propaganda para la insurrección de una forma extraordinariamente eficaz, aún dentro de los límites de un diario legal.

 Por ello Kamenev, en la reunión del 20 de septiembre, se lanzó contra el órgano del Partido que, en su opinión, mantenía un tono demasíalo violento. El Comité Central adoptó una decisión en la que se afirmaba: «El Comité Central aún reservándose un análisis detallado de las cuestiones relativas a la dirección del órgano central, reconoce que la orientación que se ha seguido corresponde completamente a la línea política del Comité Central». E1 Partido se encontraba cada vez más firmemente en el terreno de la insurrección y las posiciones de Kamenev encontraban un eco cada vez más restringido. Lenin, desde su refugio, había  atacado duramente sus posiciones de cara al Preparlamento:

«No todo funciona bien en las altas esferas parlamentarias del Partido; sigámoslas con más atención; los obreros deben vigilarlas más de cerca»
.

 Lenin decidió, a pesar del peligro, regresar a la capital. Stalin tenía alrededor suyo a la mayoría del Comité Central, pero el margen con el que se había  aprobado el boicot del Preparlamento era demasiado exiguo (8 votos contra 7) Estaba en juego el futuro de Rusia, del Partido, de decenios de trabajo revolucionario, y todo se iba a decidir en unos cuantos días. Hacia falta que Lenin personalmente encabezara la batalla.

 Lenin, tras su regreso, participó en la reunión del Comité Central del 10 de octubre. Stalin le puso rápidamente al corriente de los últimos acontecimientos. En las actas del Comité Central bolchevique se encuentran las líneas centrales de su intervención. Lenin insistió sobre el aspecto técnico de la cuestión. Políticamente la situación estaba madura. La mayoría del pueblo estaba con el Partido bolchevique, pero había  que dar paso a una acción decisiva porque «las masas están cansadas de palabras y resoluciones». Por otra parte estaba claro que la reacción estaba preparando una segunda acción «a lo Kornilov». Había  que decidirse por la insurrección y decidirse de una vez a prepararla técnicamente. Lenin propuso una resolución, en la que entre otras cosas, se decía: «Reconociendo... que la insurrección armada es inevitable y completamente madura, el Comité Central invita a todas las organizaciones del Partido a orientarse sobre la base de esta constatación y a discutir y a resolver según este punto de vista todas las cuestiones prácticas». Todos los miembros del Comité Central menos dos (Kamenev y Zinoviev) votaron a favor. En esta reunión se decidió también la creación de un Buró Político del Comité Central, que se ocuparía del trabajo ejecutivo en la etapa insurreccional. Stalin pasó a formar parte del Buró Político.

 Kamenev y Zinoviev explicaron su punto de vista en una larga declaración. En ella decían: «Nuestro Partido tiene magnificas posibilidades de éxito en las elecciones para la Asamblea Constituyente... Con una justa táctica podemos conquistar un tercio, tal vez más, de los escaños en la Asamblea Constituyente. La postura de los partidos pequeño-burgueses en la Asamblea Constituyente no puede seguir siendo tal como se presenta ahora».

 Kamenev y Zinoviev trataron de empujar al Partido por el camino del parlamentarismo. Los bolcheviques, correctamente,  habían mantenido la consigna de participar en la Asamblea Constituyente, consigna que durante muchos años mantuvo el Partido y que se había  hecho muy popular entre las masas. Pero jamás se  habían hecho la ilusión de que la Asamblea Constituyente pudiera resolver la cuestión del Poder. Kamenev y Zinoviev además se hacían la ilusión de que los oportunistas (mencheviques y eseristas) acabarían evolucionando, por la presión de los hechos, hacia el bando revolucionario («el agudizarse de las necesidades, del hambre, del movimiento campesino, les presionará cada vez mas y les obligará a buscar la alianza del Partido proletario en contra de los latifundistas y los capitalistas, representados por el partido de los cadetes») Se trataba de un grave error de principios, que no tenia en cuenta el hecho de que, por su naturaleza conciliadora y burguesa, los partidos oportunistas se veían irresistiblemente atraídos por la contrarrevolución.

 Kamenev y Zinoviev afirmaban además que, en las condiciones de la guerra mundial, tomar el Poder representaba un suicidio, porque los bolcheviques en el Poder se verían forzados a una guerra revolucionaria que las masas campesinas no estaban dispuestas a realizar. Su conclusión era la siguiente: «El enemigo puede obligarnos a una batalla decisiva antes de las elecciones de la Asamblea Constituyente. Ante el intento de una nueva rebelión korniloviana no tendríamos desde luego posibilidad de elegir... Pero, en la medida en que podemos escoger, podemos y debemos limitarnos a una postura defensiva. Su propuesta era de mantener «una pistola apuntando en la sien» al Gobierno Provisional y actuar solamente en la medida en que éste decidiera pasar a la ofensiva.

 Stalin contestó a estas argumentaciones de Kamenev y Zinoviev en la reunión siguiente del Comité Central, el 1ó de octubre. En el acta de la reunión se lee, en el resumen de su intervención:

«Se puede decir que hace falta esperar el ataque de los demás, pero hace falta entender en qué consiste este ataque; la subida del precio del pan, el envío de cosacos de la región Donez, etc.; todo esto ya constituye un ataque. ¿Hasta cuando tendremos que esperar para ver si se produce o no un intento armado? Lo que proponen Kamenev y Zinoviev lleva objetivamente a que se dé a la contrarrevolución la posibilidad de organizarse: nosotros nos replegaremos sin fin y perderemos la revolución. ¿Por qué no darnos a nosotros mismos la posibilidad de escoger el día y las condiciones, al objeto de no permitir a la contrarrevolución organizarse?».

La reunión del 1ó de octubre fue una reunión histérica y de ella existe gran número de descripciones y relatos. En la Historia de la Revolución Rusa (redactada por Gorki, Molotov. Vorosilov, Kirov, Zdanov y Stalin) se dice:

«En la sala reinaba un silencio absoluto. En algunos momentos Vladimir Illich subía el tono de voz, como si quisiera imprimir sus conceptos en la mente de los presentes. A veces, con los dedos en los sobacos del chaleco, medía a grandes pasos la habitación siguiendo su discurso. Cuando contestaba a los adversarios de la insurrección, su voz se hacia mis áspera, sus ojos más oscuros. Sarcástico, se acariciaba la cabeza con su gesto acostumbrado y deshacía todos los argumentos de quienes se oponían a la insurrección»
.

 Prácticamente todos los miembros del Comité Central acabaron pronunciándose en contra de Kamenev y Zinoviev. Estos, derrotados, tuvieron que replegarse sobre las posiciones de Trotski. Este, como de costumbre, pretendía mantener una posición independiente: ni a favor ni en contra de la insurrección. Su postura era la de «esperar el Congreso de los Soviets». La postura de Lenin era la de que «esperar» representaba un suicidio y además que la fecha del Congreso de los Soviets era la menos indicada porque en esa fecha el enemigo se prepararía con particular esmero. Además Lenin temía que, en cualquier momento, la contrarrevolución entregara la capital a los alemanes. Trotski fue el que involuntariamente aclaró la situación, al declarar públicamente (el día 18) que la fecha escogida para la insurrección era la del Congreso del Soviet. Evidentemente, después de su metedura de pata, había  que derrocar al Gobierno Provisional antes de esa fecha.

 El Comité Central del día 1ó acabó derrotando las posturas de capitulación y aprobó una resolución en la que se insistía aún más resueltamente en la necesidad de preparar la insurrección y en la cual se invitaba «a todas las organizaciones, a todos los obreros y soldados a reforzar en todos los sentidos la preparación de la insurrección armada, a sostener el centro creado a este fin por el Comité Central y a expresar la plena confianza en que el Comité Central y el Soviet indicarán oportunamente el momento favorable y los medios oportunos para el ataque».

 El Centro al que se hace referencia en el Comunicado era el Centro Revolucionario Militar del Comité Central, cuya creación se había  decidido en el curso de la reunión, y que debía encargarse de la dirección de la insurrección armada. Stalin fue puesto a la cabeza del Centro Militar del Comité Central.

 En cierto momento de la reunión del día 1ó, en su empeño de derrotar a Lenin, Kamenev dijo: «Ha pasado una semana desde la adopción de la resolución [2] y esto demuestra que es imposible realizar la insurrección: en esta semana, nada se ha hecho». Lenin, una semana después anotaría: «No podía desmentirle porque era imposible decir lo que verdaderamente se había  hecho».

 En realidad, ya desde el día 10, bajo la directa dirección de Lenin (apoyada fundamentalmente por Stalin y Sverdlov), hervían los preparativos para la insurrección. El Comité de Petrogrado había  nombrado un grupo insurreccional de tres miembros que debía ocuparse de los cuarteles y controlar las armas de las que se disponía. Se decidió intensificar la agitación y reforzar el adiestramiento de las masas en el empleo de las armas. Se reforzaron las conexiones con los Comités de Zonas y se establecieron contactos estrechos entre éstos y las fábricas y el Comité Central.

 La presencia en las fábricas más importantes se aseguró a través de turnos permanentes. Se reforzó la Guardia Roja. En pocos días las fábricas principales de la capital se convirtieron en verdaderos campos atrincherados. Por todas partes se recuperaban armas, se escondían, se almacenaban. En los principales barrios obreros se constituyeron Comités Militares Revolucionarios.

 El 10 de octubre se había  abierto el Congreso de los Soviets del Norte, la inmensa mayoría se había  pronunciado por la insurrección.

El día anterior el Estado Mayor de la Región de Petrogrado había  ordenado que la mitad de la guarnición de la capital saliera para el frente debido a las necesidades de la guerra. Se trataba así de alejar de la capital a los regimientos más revolucionarios y, al mismo tiempo, de entregar Petrogrado al enemigo. Esta medida había  sido apoyada por los mencheviques. Para oponerse a ella los Soviets  habían creado un Comité Militar Revolucionario encargado de la defensa de la ciudad y también para impedir su entrega.

Este Comité desempeñó un papel muy importante, pues acabó designando un gran número de comisarios cuyas directrices eran seguidas por los soldados, que no se fiaban de sus propios oficiales. Sucedió así que, en plena insurrección, el Gobierno Provisional pudo movilizar fuerzas muy escasas, pues el Comité Militar Revolucionario pudo paralizar las órdenes de los oficiales reaccionarios.

 Lenin se ocupó de una manera minuciosa de todos los preparativos de la insurrección. Insistiendo una y mil veces sobre el hecho de que la insurrección «es un arte», logró que el Partido llegara a la fecha establecida con un plan cuidadosamente preparado en todos sus aspectos técnicos, desde la ocupación de los puentes de la capital, hasta la ocupación de los nudos ferroviarios, la detención del Gobierno Provisional, el papel asignado a los buques de guerra «Aurora» y «Alba de la Libertad»; y centenares de otros detalles cuyo conjunto forma un completo y armónico plan insurreccional.

 Contrariamente a lo pretendido por Kamenev mucho se había  hecho y mucho se estaba haciendo de cara a preparar la insurrección. Como se sabe Kamenev y Zinoviev derrotados en el Comité Central, hicieron públicas sus divergencias, poniendo al enemigo sobre aviso y causando un grave daño a la revolución. Lenin pidió su expulsión por «esquiroles» de las filas del Partido.

 Pero ni Kamenev ni Zinoviev pudieron parar los preparativos insurrecciónales, ni macho menos el gran empuje revolucionario que iba ganando, día tras día, a las grandes masas de obreros y trabajadores. El Partido bolchevique, guiado por Lenin llegaría compacto e invencible a la cita decisiva del 24 de octubre.

 No vamos a relatar los acontecimientos de los días de la insurrección. Son suficientemente conocidos y por otra parte el hacerlo requeriría mucho espacio. Stalin estuvo al frente de la insurrección desde el principio hasta el fin, desde el primer intento del Gobierno de ocupar la sede del periódico para impedir su salida la mañana del 24, hasta el asalto del Palacio de Invierno y los acontecimientos sucesivos. Cuando Lenin, en la noche entre el 24 y el 25 llegó al edifico Smolny (el Estado Mayor de la Revolución) fue recibido por Stalin. Stalin fue sin duda uno de los principales protagonistas de aquellas jornadas.

 En realidad el papel de Stalin en la Revolución de Octubre es tan evidente que casi parecería que la cuestión no merece comentario alguno, Pero este hecho que, es evidente, ha sido negado tan frecuentemente, como una ceguera tan interesada y tozuda que lo contrario, desgraciadamente, se ha hecho casi un tópico.

 Por ello, pensamos, que merece la pena dedicar algunas palabras, al acabar este capitulo, a la cuestión.

 Reivindicar el papel de Stalin en la Revolución de Octubre es importante por tres razones:
a) por un acto de justicia hacia un gran revolucionario, un gran dirigente comunista, cuyo nombre se ha pretendido manchar y cuya obra se ha pretendido disminuir más allá de todos los limites de la decencia,
b) porque constituye ana campaña de denigración del comunismo, de todas sus tradiciones y principios,
c) porque negando el pape] de Stalin en Octubre se pretende negar al Partido y la negación del Partido del proletariado, de su naturaleza y de su papel constituye el eje, la esencia de la actual campaña revisionista, en sus diferentes versiones «eurocomunista», jruschovista y maoísta.

Algunos hechos.
En el momento de la Revolución de Octubre Stalin era:

- Director del órgano central del Partido.
- Miembro del Comité Central del Partido.
- Miembro del Buró Político (7 miembros).
- Responsable del Centro Revolucionario Militar del Comité Central (5 miembros) encargado de dirigir la insurrección.

Por otra parte Stalin:

- Había  sido uno de los dos relatores en el único Congreso del Partido que había  tenido lugar entre febrero y octubre.
- En todo momento fue uno de los más firmes defensores de la insurrección y de la línea leninista dentro del Partido.

Nadie puede negar todo esto. ¿Cómo es posible concebir que un hombre que desempeñara tareas políticas de tanto relieve dentro del Partido no desempeñara un papel de importancia o de importancia escasa en la insurrección, si ese mismo Partido había  sido el principal organizador, el alma misma de la insurrección?.

 Dejemos la palabra a Stalin:

«Escuchando a Trotski, podía suponerse que en todo el periodo de preparación, de marzo a octubre, el Partido bolchevique no hacía sino agitarse sin ton ni son; que estaba corroído por contradicciones internas y ponía a Lenin toda clase de estorbos, y que, de no haber sido por Trotski, nadie sabe cómo habría terminado la Revolución de Octubre. Hasta cierto punto divierten estas peregrinas palabras acerca del Partido en boca de Trotski, quién en el mismo prefacio al Tomo III declara que el «fundamental instrumento de la revolución proletaria es el Partido»... En fin, ni el mismísimo Alá alcanzará a comprender cómo pudo triunfar nuestra revolución si «su fundamental instrumento» resultó inservible y si «dando de lado al Partido» no hay ninguna posibilidad de vencer».

La realidad es que Trotski, el trotskismo y todo su séquito de «historiadores» burgueses y revisionistas tratan de negar el papel del Partido bolchevique en la Revolución de Octubre y de presentar a ésta como la obra de algunas «vedettes revolucionarias» y unas no bien definidas «masas». (Trotski, basándose en una errónea información de John Reed, llegó a difundir el cuento de que en el Comité Central bolchevique la decisión de la insurrección fue defendida por él y Lenin en contra de todo el Comité Central. En cierto momento de la reunión un «obrero» se levantaría amenazando a los miembros del Comité Central si éstos no aprobaban la insurrección. Estos, despavoridos, votarían en favor de la insurrección. John Reed no estaba en las reuniones del Comité Central y queda excusado. Pero Trotski si estaba en las reuniones y no queda excusado en absoluto cuando difunde versiones desmentidas por las Actas del Comité Central y el buen sentido).

 La verdad es, que en la medida en que situamos -al Partido en el centro de los acontecimientos de Octubre, destaca con particular evidencia la figura de Stalin, hombre del Partido, dirigente del Partido, cuadro bolchevique hasta la médula.

 Los historiadores burgueses han destacado la figura de Trotski y negado la de Stalin, basándose en una concepción puramente burguesa, individualista de la política y de la Historia, según la cual los protagonistas de la Historia son «estrellas», «primeros actores» construidos según el modelo y el rasero de las técnicas publicitarias burguesas. Esta «historia» ha considerado como «su» protagonista a Trotski y no podemos negar que éste haya hecho mucho para merecerse este destino.

 Pero Stalin fue protagonista (auténtico, verdadero protagonista) de otra historia, de nuestra historia de comunistas en uno de sus más altos momentos, tal vez el más grandioso e importante de todos, hasta el momento.

 Por ello, reivindicar el papel de Stalin en la Revolución de Octubre, no es una pura cuestión «histórica», de determinar el papel, mayor o menor, de un individuo, de una personalidad revolucionaria. Es, sobre todo, una cuestión ideológica, de concepción de Partido y de su papel en la revolución, de concepción de la militancia comunista, de su significado y su carácter.
_________________

1 : El término «insurrección».
2 : Se refiere a la resolución del día 10

 
INDICE
Biblioteca marxista-leninista
Teoria Marxista Leninista
Amauta