CAMILO
TORRES
Mensaje a los sindicalistas
Pocos grupos en Colombia tienen una tradición de lucha y de organización
como los obreros, como los trabajadores urbanos.A pesar de que la industrialización
de Colombia no comienza a tener importancia nacional sino a partir de
1939, el sindicalismo colombiano, tanto rural como urbano, posee una
tradición de lucha anterior a esta fecha.Los motines de los bananeros
son testigos de esa lucha. El gobierno de Alfonso López Michelsen señala
una etapa fundamental en la organización obrera y en la lucha sindical
colombiana. El sindicalismo surge como una fuerza beligerante e independiente,
pero pronto, bajo regímenes retrógrados, comienza a desvirtuarse en
elementos paternalista, imperialistas y esquiroles vendidos al gobierno.
Nuestra clase dirigente logró también dividir a la clase obrera y después
de debilitarla con pretextos religiosos y políticos, como ya había debilitado
con los mismos pretextos a la clase popular, resuelve purgarla de elementos
"comunistas" en el Congreso de Cartagena, sin descartar a todo elemento
no sometido al patronalismo nacional y norteamericano.Sin embargo, la
presión del sistema era común a todos los obreros. El movimiento de
Gaitán consolida una conciencia de clase que la violencia no ha logrado
borrar en 19 años que lleva de existencia. Los dirigentes mercenarios,
vendidos a la oligarquía, se descaran cada vez más y tienen que usar
procedimientos siempre más arbitrarios, siempre más violentos para mantenerse
en el poder.El Frente Nacional1
acelera la lucha social en Colombia al intituirse como el primer partido
de clase en Colombia, partido de la clase privilegiada, que consolida
la unión de los opresores contra los oprimidos, lanzando un reto a la
clase popular colombiana para que constituya, siguiendo los consejos
de José Antonio Galán: "La unión de los oprimidos contra los opresores".El
gobierno del Frente Nacional realiza tres devaluaciones, aumenta en
200 por ciento los gastos públicos y bélicos y trata de subsanar la
bancarrota fiscal gravando al pueblo colombiano con impuestos a las
ventas, impuestos a la gasolina y "ponqués tributarios". El paro nacional
del 25 de enero es la culminación de una levadura social que fue vendida
a las oligarquías para que éstas hicieran un ponqué que habían de comerse
ellas mismas. Sin embargo, el sistema está tan desintegrado y corrompido
que la maquinaria política parlamentaria no funcionó ni para el ponqué,
ni para las facultades extraordinarias.Entonces se recurre a instaurar
la dictadura. Se aprovecha una huelga estudiantil para decretar un estado
de sitio que continúa, contrariando la constitución, para legislar sobre
asuntos económicos y hacer demagogia laboral. Lo más grave del actual
sistema es que no es solamente los obreros, sino la oligarquía está
descontenta y digo, más grave, porque cuando la oligarquía está descontenta
la posibilidad de un golpe de Estado se hace más inmediata.Cuando el
equipo político fracasa, la oligarquía lo turna por el equipo militar.
El gobierno militar que tome ahora el poder posiblemente despertará
esperanzas mediante medidas demagógicas. Nuestro pueblo ha dado en forma
unánime el grito de la revolución. Sin embargo, todavía carece de una
conciencia suficiente y de una organización adecuada para resistir al
engaño que predominará las medidas demagógicas después de la caída del
odiado gobierno del Frente Nacional.Una serie interminable de huelgas
legales e ilegales se han iniciado en nuestro país, todas esas luchas
o reinvindicaciones inmediatas fortalecen la lucha revolucionaria porque
unifican, organizan y consolidan la conciencia del obrerismo colombiano.
La base obrera de todas las centrales sindicales está unificada, así
como muchos de sus dirigentes, alrededor de la Plataforma de Frente
Unido del Pueblo. Los obreros, con los estudiantes, constituyen un bastión
que puede hacerle frente a las nuevas formas de engaño que adoptará
la oligarquía. Con todo es necesario que los obreros se decidan en utilizar
su relativa capacidad financiera y su indiscutible capacidad organizadora
en la lucha revolucionaria y en la organización del resto de la clase
popular colombiana.Se ha dicho que los sindicalistas son los oligarcas
de la clase popular. Yo no lo creo así. Por la actitud explotadora de
la oligarquía, aún aquellos sindicalistas que trabajan en empresas monopolistas
y que, por lo tanto, gozan de una cuota de privilegio que tienen estas
empresas, han asumido y por lo menos muchos de ellos, una actitud francamente
reivindicatoria y revolucionaria.Es necesario que la clase obrera Colombia,
en este momento crucial de nuestra historia, dedique todos sus esfuerzos
a la unidad y a la organización de la clase popular colombiana para
la toma del poder.Que cada lucha parcial por ventajas inmediatas, no
pierda de vista el hecho de que la reivindicación total y definitiva
obrera no podrá venir sino consecuencia de la toma del poder por parte
de las mayorías, por parte de la clase popular colombiana.De la unidad,
de la organización y de la capacidad de lucha con las reinvindicaciones
actuales dependen la unidad, la organización y la lucha por esa reivindicación
definitiva.Los mismos dirigentes sindicales que le tienen miedo a la
divulgación de la plataforma del Frente Unido son aquellos que le tienen
miedo a la unidad porque saben que la clase obrera unidad y organizada
les cobrará duramente su entrega a las clases dirigentes nacionales
y extranjeras.La clase obrera, como el pueblo colombiano, ha sido superior
a muchos de sus dirigentes. Cuando la clase obrera se unifique por la
base hará la presión necesaria para que los dirigentes que no quieren
la unión o no quieren la revolución sean arrojados a la orilla por el
pueblo colombiano que como un torrente se ha desencadenado en busca
de la toma del poder.
1. Se refiere al pacto
realizado entre el partido liberal y el conservador para alternarse
cada cuatro años la gubernatura de Colombia, lo cual no permite y excluye
la formación de partidos o movimientos de oposición, constituyéndose
así un partido único de la oligarquía colombiana.
Publicado en: Frente Unido, número 5, 23
de septiembre de 1965.Camilo Torres
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