CAMILO
TORRES
Mensaje a las mujeres
La mujer colombiana, como la mujer de todo país subdesarrollado, ha
estado siempre en condiciones de inferioridad respecto del hombre y
la sociedad. Estas condiciones varían de acuerdo con el nivel de vida
de las personas. Dentro de la clase popular la mujer tiene muchos deberes
de tipo material y casi ningún derecho espiritual. El más alto grado
de analfabetismo lo tienen las mujeres de la clase popular. Tienen que
trabajar duramente en las ocultas, pero en ocasiones muy duras labores
del hogar y de las industrias menores (huertas, cerdos, gallinas, perros,
etc.), sin consideración a las incomodidades y responsabilidades de
la maternidad.La mujer de la clase obrera no goza de ninguna protección
social y mucho menos legal. Cuando, en un país como el nuestro, el hombre
acosado por la miseria, la desocupación y enfrentando a las responsabilidades
agobiantes de una familia numerosa, refugiándose falsamente en los vicios,
abandona el hogar, la mujer tiene que afrontar todas las cargas de éste.
Cuántas casas obreras se encuentran, durante las horas de trabajo, cerradas
con un candado por fuera, llenas de niños semidesnudos y semihambrientos
que esperan que su madre llegue del trabajo para recibir algo de comer.La
mujer de clase media también es explotada por los patronos. Es posible
que, dentro de esa clase, las relaciones con los maridos sean más igualitarias.
Sin embargo, estas familias no podrían subsistir sin el trabajo de la
mujer y sabemos que la mujer trabajadora, la oficinista, la empleada,
sufre explotaciones y presiones de toda clase por parte del patrón.La
mujer de la clase alta tiene que disimular con ociosidad, en juegos
de naipes y reuniones sociales, la falta de oportunidades intelectuales
y profesionales que existe en nuestra sociedad. En ésta, la fidelidad
conyugal no se exige sino a la mujer. La censura no viene sino sobre
ella en el caso de que cometa algún error en esta materia. Aunque la
ley consagre la igualdad de derechos y deberes, en la realidad esta
igualdad no existe.En la política, los hombres de la clase popular han
sido hasta ahora conducidos según el capricho de la oligarquía. La abstención
ha sido el primer grito de rebeldía de toda una clase que no confía
en las patrañas de la clase dirigente.Ya existen otros síntomas de unificación
y de organización de los descontentos. Sin embargo la oligarquía como
un pulpo, comienza a extender sus tentáculos hacia las mujeres colombianas.
Los hombres de esta clase les han dado el derecho de votar para continuar
usándolas como instrumento.Con todo, la mujer colombiana tiene valores
de persona humana y no es simplemente un instrumento. La mujer colombiana
tienen la conciencia de ser explotada no solamente por la sociedad,
como la mayoría de los colombianos, sino también por el hombre. La mujer
colombiana tiene disciplina de lucha, ha mostrado generosidad en su
entrega a los demás, tiene más resistencia al dolor físico. La mujer
colombiana, como toda mujer, tiene más sentimiento, más sensibilidad,
más intuición. Todas estas cualidades, en una primera etapa, deben ser
exaltadas y puestas al servicio, no de las oligarquías ni de los hombres
como tales, sino de un ideal revolucionario convertido en el ideal de
la mujer. Por el contrario, la mujer ha visto con más intuición quizás
cómo los hombres han sido engañados con los papeletas electorales y
las luchas partidistas. La mujer colombiana todavía no está infectada
con una egoísta tentación de poder. Los oligarcas las quieren infectar
pero no saben que si los colombianos tienen malicia indígena, las mujeres
la tienen mucho más. Ellas saben muy bien que el voto es la nueva forma
de explotación que la oligarquía ha ideado y por eso sale a las plazas
vibrando por ideales más altos y más patrióticos. La mujer colombiana
se alista para la revolución. Ella ha sido y será el apoyo del hombre
revolucionario. Ella tienen que ser el corazón de la revolución. Si
cada hombre revolucionario cuenta en su hogar con una mujer que sabe
respaldarlo, comprenderlo a ayudarlo, tendremos muchos más hombres que
se decidan a la lucha. Después de realizada la revolución, la mujer
sabrá que la igualdad de derechos y deberes no permanecerá solamente
como letra muerta en el papel, sino que será una realidad que ella mismas,
como fuerza popular y revolucionaria, podrá garantizar.Los problemas
del divorcio y del control de la natalidad que la mujer colombiana cree
poder resolver dentro de un sistema conformista y de opresión, no podrán
ser resueltos sino dentro de un régimen que respete la conciencia de
las personas y los derechos individuales, familiares y sociales. No
podrán ser resuelto sino cuando haya un Estado que tenga verdadera autonomía
y a la vez respeto en relación a la jerarquía eclesiástica. La mujer
colombiana tiene la suficiente generosidad como para encuadrar sus problemas
personales dentro de un ideal más amplio, en donde estos serán resueltos
sin descuidar las demás necesidades de sus semejantes. Este ideal no
podrá ser sino en la realización de una auténtica revolución colombiana.
Publicado en: Frente Unido, número 8, 14
de octubre de 1965.
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