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NUESTRA
AMERICA Y EL
ORDEN MUNDIAL
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"Nada
de lo que existe en el orden económico y político sirve a los intereses de la
humanidad".
En nuestro mundo, reina el caos dentro y fuera de las fronteras. Leyes ciegas
son presentadas como normas divinas que traerán la paz, el orden, el bienestar
y la seguridad que tanto necesita nuestro planeta. Eso quieren hacernos creer.
Tres decenas de países desarrollados y ricos que monopolizan el poder económico,
tecnológico y político, se reúnen aquí con nosotros para ofrecernos más de las
mismas recetas que han servido sólo para hacernos cada vez más pobres, más explotados
y más dependientes.
No se habla siquiera de reformar radicalmente esta vetusta institución, nacida
hace ya más de medio siglo, cuando sólo existían unos pocos países independientes,
y convertirla en un órgano que represente verdaderamente los intereses de todos
los pueblos del mundo sin que exista para nadie el irritante y antidemocrático
derecho de veto, e iniciar un sano proceso que implique la ampliación del número
de miembros y la representatividad del Consejo de Seguridad como un órgano ejecutivo
subordinado a la Asamblea General, la cual debería tomar las decisiones en temas
tan vitales como la intervención y el uso de la fuerza.
Hay que acabar de plantear con toda firmeza que el principio de la soberanía
no puede ser sacrificado en aras de un orden explotador e injusto en el que,
apoyada en el poder y su fuerza, una superpotencia hegemónica pretende decidirlo
todo. Eso Cuba no lo aceptará jamás.
Las causas fundamentales de los actuales conflictos están en la pobreza y el
subdesarrollo que prevalecen en la inmensa mayoría de los países, y en la desigual
distribución de las riquezas y los conocimientos que impera en el mundo. No
puede olvidarse que el subdesarrollo y la pobreza actuales son la consecuencia
de la conquista, la colonización, la esclavización y el saqueo de la mayor parte
de la Tierra por las potencias coloniales, el surgimiento del imperialismo y
las guerras
sangrientas por nuevos repartos del mundo. Hoy tienen la obligación moral de
indemnizar a nuestros países por el daño que les hicieron durante siglos.
La humanidad debe tomar conciencia de lo que hemos sido y de lo que no podemos
seguir siendo. Hoy nuestra especie ha adquirido conocimientos, valores éticos
y recursos científicos suficientes para marchar hacia una nueva etapa histórica
de verdadera justicia y humanismo.
Nada de lo que existe en el orden económico y político sirve a los intereses
de la humanidad. No puede sostenerse. Hay que cambiarlo. Basta recordar que
somos ya más de 6 mil millones de habitantes de los cuales el 80 por ciento
es pobre. Enfermedades milenarias de los países del Tercer Mundo como la malaria,
la tuberculosis, y otras igualmente mortíferas no han sido vencidas; nuevas
epidemias como el SIDA amenazan con extinguir la población de naciones enteras,
mientras los países ricos invierten sumas fabulosas en gastos militares y lujos,
y una plaga voraz de especuladores intercambian monedas, acciones y otros valores
reales o ficticios, por sumas que se elevan a millones de millones de dólares
cada día. La naturaleza es destrozada, el clima cambia a ojos vista, las aguas
para el consumo humano se contaminan y escasean; los mares ven agotarse las
fuentes de alimentos para el hombre; recursos vitales no renovables se derrochan
en lujos y vanidades.
Cualquiera comprende que el objetivo fundamental de las Naciones Unidas, en
el siglo apremiante que comienza, es el de salvar al mundo no sólo de la guerra
sino también del subdesarrollo, el hambre, las enfermedades, la pobreza y la
destrucción de los medios naturales indispensables para la existencia humana.
¡Y debe hacerlo con premura antes de que sea demasiado tarde!
El sueño de alcanzar normas verdaderamente justas y racionales que rijan los
destinos humanos, a muchos les parece imposible. ¡Nuestra convicción es que
la lucha por lo imposible debe ser el lema de esta institución que hoy nos reúne!
Discurso pronunciado en la Cumbre del Milenio, Naciones Unidas, Nueva York,
6 de septiembre del 2000.