"Año
del 40 aniversario del triunfo de la Revolución".
Fidel Castro Ruz |
Santiagueros; Compatriotas de toda Cuba:![]() Trato de
recordar aquella noche del Primero de Enero de 1959; vivo y percibo
de nuevo las impresiones y detalles como si todo estuviera ocurriendo
en este mismo instante. Parece irreal que el destino nos haya deparado
el raro privilegio de volver a hablarle al pueblo de Santiago de Cuba
desde este mismo sitio cuarenta años después.Antes del amanecer de ese
día, al llegar la noticia de la fuga del tirano y los principales jefes
de su oprobioso régimen ante el avance incontenible de nuestras fuerzas,
sentí por algunos segundos una extraña sensación de vacío. ¿Cómo había
sido posible aquella increíble victoria en solo algo más de 24 meses
a partir del instante en que volvimos a reunir siete fusiles, el 18
de diciembre de 1956, después del durísimo revés que prácticamente aniquiló
nuestro destacamento, para reanudar la lucha contra un conjunto de fuerzas
militares que contaba con 80 000 hombres sobre las armas, miles de cuadros
de mando con preparación académica, moral elevada, atractivos privilegios,
mito de invencibilidad jamás cuestionado, asesoramiento infalible y
suministros seguros de Estados Unidos? Ideas justas que un pueblo valiente
hizo suyas obraron el milagro militar y político. Los intentos ulteriores,
baldíos y ridículos, para salvar lo que restaba de aquel sistema explotador
y opresivo, fueron barridos por el Ejército Rebelde, los trabajadores
y el resto del pueblo en 24 horas.Nuestra pasajera tristeza en la victoria
era la nostalgia de la experiencia vivida, el recuerdo fresco de los
compañeros caídos a lo largo de la lucha, la conciencia plena de que
aquellos años tan extraordinariamente difíciles y adversos nos obligaron
a ser mejores de lo que éramos y a conver-tirlos en los más fructíferos
y creadores de nuestras vidas. Teníamos que abandonar nuestras montañas,
nuestros campos, nuestras costumbres de absoluta y obligada austeridad,
nuestra vida tensa de perenne guardia frente a un enemigo que podía
aparecer por tierra o por aire en cualquier instante de los 761 días
que duró la guerra; la vida sana, dura, pura y de grandes sacrificios
y peligros compartidos que hermana hombres y hace que florezcan sus
mejores virtudes, la infinita capacidad de entrega, desinterés y altruismo
que cada ser humano puede llevar en sí.La enorme diferencia en medios
y fuerzas entre el enemigo y nosotros, nos obligó a realizar imposibles.
Baste decir que con fusiles y minas antitanques ganamos la guerra, luchando
siempre en cada acción importante contra la artillería, los blindados
y, en especial, la aviación enemiga, siempre presente de inmediato en
cualquier acción de guerra.Los fusiles y otras armas semiautomáticas
y automáticas de infantería ligera eran los que arrebatábamos al enemigo
en combate, y el explosivo con que fabricábamos en rústicos talleres
las minas contra blindados y la infantería acompañante provino siempre
de la lluvia de bombas que lanzaban contra nosotros, algunas de las
cuales no estallaban. La táctica infalible de atacar al enemigo en movimiento
fue factor clave. El arte de provocarlo a moverse de sus bien fortificadas
y, por lo general, invulnerables posiciones, se convirtió en una de
las mayores habilidades de nuestros mandos.Las unidades enemigas de
operaciones o sus guarniciones eran cercadas, destruidos los refuerzos
y obligadas a rendirse por hambre y sed bajo el fuego constante de nuestros
tiradores, que día a día estrechaban el cerco sin ataques frontales,
costosos en vidas, al no contar con los medios y armas adecuados para
ello. Lo que se aprendió en las montañas y cerrados bosques terminó
aplicándose en pleno llano junto a carreteras asfaltadas, a la sombra
de plantaciones de cítricos, arboledas de frutales e incluso cañaverales
que servían de enmascaramiento a las tropas, por lo general bisoñas,
dado el acelerado crecimiento de nuestras filas a medida que se ocupaban
las armas, aunque siempre bajo la dirección de combatientes más experimentados,
para asestar los golpes sorpresivos a los refuerzos. Terminó aplicándose
el mismo método dentro de las propias ciudades, aislando las diversas
posiciones de la guarnición.Así se tomó en solo tres días la ciudad
de Palma Soriano, y así se concibió el plan de atacar y rendir la guarnición
de 5 000 hombres de la plaza de Santiago de Cuba con el empleo de 1
200 combatientes rebeldes. A través de la bahía de Santiago se habían
introducido ya cien armas de las ocupadas en Palma para iniciar el levantamiento,
al quinto día del inicio de las operaciones que cercarían sucesivamente
a los cuatro batallones que defendían la periferia. Omito detalles más
precisos de la idea concebida. Solo señalo que había un combatiente
rebelde por cada cuatro soldados enemigos. Jamás habíamos contado con
una correlación de fuerzas más favorable.En Guisa, a pocos kilómetros
de Bayamo, se iniciaron los combates con 180 hombres, que debieron luchar
contra los refuerzos enviados por una carretera asfaltada y otras vías
desde esa ciudad donde se ubicaban la jefatura de operaciones del ejército
enemigo y miles de sus mejores soldados con apoyo de tanques pesados.
Después de once días de intensos combates, en que nuestras fuerzas fueron
creciendo con las armas que se ocupaban y algunos pequeños refuerzos,
el 30 de noviembre de 1958 Guisa cayó en nuestras manos.Esta batalla
fue una demostración más de la extraordinaria combatividad que adquirieron
nuestros soldados y de la celeridad con que actuaban. Cinco meses antes,
en junio de ese mismo año, el enemigo había lanzado su última y aparentemente
imbatible ofensiva contra la Comandancia General de La Plata, en la
Sierra Maestra. Mas no éramos ya los bisoños combatientes que desembarcamos
el 2 de diciembre de 1956. Tampoco éramos tan numerosos. La defensa
fue iniciada con 170 hombres aproximadamente. Reunidas las tropas, todavía
muy reducidas, de Che, Camilo, Ramiro y Almeida, que recibieron instrucciones
previas de moverse hacia las posiciones de la Columna 1, objetivo estratégico
de la ofensiva enemiga -es decir, todas nuestras columnas excepto las
fuerzas del Segundo Frente Oriental, al mando de Raúl, demasiado distante
en las montañas del noreste para apoyar nuestro frente-, sumamos cuatro
semanas más tarde alrededor de 300 combatientes. Cientos de jóvenes
voluntarios sin armas se entrenaban en la escuela de reclutas de Minas
del Frío.
Después
de 74 días de intensos combates, los batallones enemigos sufrieron cerca
de mil bajas entre muertos, heridos y prisioneros, de las cuales quedaron
en nuestro poder más de 440 prisioneros, que fueron devueltos breves
días después a través de la Cruz Roja Internacional. Escribo lo que
recuerdo. Tal vez los historiadores puedan precisar mejor estos datos
a partir de documentos nuestros que se conservaron y los que más tarde
fueron encontrados en los archivos del enemigo. Sí puedo afirmar que
fueron capturadas más de 500 armas con las que fueron siendo equipados
los alumnos de la escuela, a medida que las íbamos arrebatando al enemigo,
y finalizados los combates, sin pérdida de tiempo, con solo 900 hombres
armados, avanzando en distintas direcciones, las columnas rebeldes invadieron
el territorio dominado por el enemigo hasta el centro del país, con
excepción de la extensa zona oriental ya controlada firmemente por el
Segundo Frente Oriental Frank País, y crearon nuevos frentes de guerra
que rápidamente se desarrollaron. Yo quedé en el puesto de mando con
unos pocos hombres. Fue en el desarrollo de aquellas operaciones cuando
el Che y Camilo, con aproximadamente 140 hombres el primero -según mis
recuerdos, sin consultar documento alguno- y alrededor de 100 el segundo,
realizaron una de las más grandes proezas entre las muchas que he conocido
en los libros de historia: avanzar más de 400 kilómetros desde la Sierra
Maestra, después de un huracán, hasta el Escambray, por terrenos bajos,
pantanosos, infestados de mosquitos y de soldados enemigos, bajo constante
vigilancia aérea, sin guías, sin alimentos, sin el apoyo logístico de
nuestro movimiento clandestino, débilmente organizado en la zona de
su larga ruta. Burlando cercos, emboscadas, líneas sucesivas de contención,
bombardeos, arribaron a su meta. Tal era nuestra confianza en los combatientes
que derrotaron la ofensiva enemiga; y lo más importante de todo, tal
era la infinita confianza en ellos mismos y en sus legendarios jefes.
Eran hombres de hierro. Recomiendo a los jóvenes leer y releer las hermosas
narraciones contenidas en los Pasajes de la guerra revolucionaria escritos
por el Che.Y ya que casi involuntariamente he caído en estas reflexiones
de nuestras luchas en la Sierra, para completar la historia de los acontecimientos
que me condujeron de nuevo a esta querida ciudad aquel Primero de Enero,
cuyo aniversario cuarenta conmemoramos hoy, les diré que el 11 de noviembre
salí de La Plata con 30 hombres armados y 1 000 reclutas desarmados.Aquellos
valerosos y abnegados jóvenes estaban más entrenados en hambre, bombardeos
y carencia de todo que en las armas, ya que nunca había una sola bala
disponible para entrenamiento en tiro real. Llegaban en oleadas entusiastas
a la escuela, de todas partes; mas en aquellos tiempos solo uno de cada
diez soportaba aquellas condiciones. Ellos nutrían nuestras filas, eran
más temerarios que nuestros viejos combatientes. Inspirados ya en las
tradiciones y las historias que escuchaban, querían escribir en un día
lo que otros hicieron en años.Recogiendo pequeñas unidades rebeldes
a lo largo de la marcha, más las armas de dos pelotones del ejército
enemigo que se pasaron a nuestras filas, persuadidos por el entonces
comandante Quevedo, quien fuera nuestro digno y valiente adversario
en la batalla del Jigüe, y bajo el acuerdo de que no combatirían contra
sus antiguos compañeros de armas, reunió nuestra larga columna una vanguardia
de 180 hombres con armas de guerra. En Guisa, Baire, Jiguaní, Maffo
y Palma Soriano, escenarios de numerosas acciones, ya con el apoyo de
otras fuerzas a medida que avanzábamos, los reclutas colmaban sus sueños
de lucha. Cubriendo en parte bajas por muerte, heridas o enfermedades
de otros combatientes ya equipados, y con las armas capturadas, calculo
que alrededor de 700, tomada Palma, todos los reclutas que salieron
conmigo de La Plata seis semanas antes estaban armados y constituían
una formidable tropa. Solo en Palma se ocuparon 350 armas.Debo señalar
el hecho de que no todas las armas que ayudaron a convertir en soldados
de primera línea a los jóvenes de nuestra escuela de las Minas del Frío,
fueron fruto exclusivo de nuestros trofeos. A mediados de diciembre
recibimos lo que a mi juicio constituyó la más apreciada ayuda en armas
desde el exterior: 150 fusiles semiautomáticos y un FAL automático para
mí, enviados en nombre del pueblo venezolano por el contralmirante Larrazábal
y la junta revolucionaria que había tomado el poder en Venezuela meses
antes del triunfo cubano. Como es de suponer, esas armas entraron rápidamente
en acción y participaron en los combates de Jiguaní, Maffo y Palma Soriano.Por
eso, al caer en nuestro poder Palma y Maffo, las armas no solo alcanzaron
sino que sobraron para armar a los combatientes desarmados, y pudimos
enviar para el levantamiento de Santiago las 100 mencionadas y un número
importante a Belarmino Castilla, con instrucciones de cortar la retirada
al batallón ubicado en Mayarí.Ya que mencioné la ayuda venezolana, debo
expresar que en nuestra lucha revolucionaria no recibimos suministros
de armas y municiones del exterior, salvo en muy contados casos, de
los cuales, con mucho, el más numeroso, casi tanto como los demás que
recuerde o he oído mencionar, fue el de Venezuela. Más del 90% de las
armas y municiones con que hicimos y ganamos la guerra, fueron arrebatadas
al enemigo en combate. Eran solo unos pocos miles, pero por principio
inviolable todas absolutamente estaban siempre en primera línea.Durante
todo el año que acaba de transcurrir, han sido conmemorados los hechos
que solo en parte muy reducida he recordado.Honor y gloria eterna, respeto
infinito y cariño para los que entonces cayeron para hacer posible la
independencia definitiva de la patria; para todos los que escribieron
aquella epopeya en montañas, campos y ciudades, guerrilleros o luchadores
clandestinos, a los que después del triunfo murieron en otras misiones
gloriosas, o entregaron lealmente su juventud y sus energías a la causa
de la justicia, la soberanía y la redención de su pueblo, a los que
ya murieron y a los que aún viven, pues si aquel Primero de Enero podía
hablarse del triunfo alcanzado a cinco años, cinco meses y cinco días
del 26 de julio de 1953, en este aniversario es preciso hablar, tomando
el mismo punto de partida, de una lucha heroica y admirable de 45 años,
cinco meses y cinco días (Aplausos).
Aún hoy,
para las generaciones más nuevas, la Revolución apenas comienza. Un
día como este no tendría sentido si no se habla para ellas.¿Quiénes
son los que están aquí presentes? En su inmensa mayoría no son los mismos
hombres, mujeres y jóvenes de aquel día. El pueblo al que me dirijo
no es el pueblo de aquel Primero de Enero. No son los mismos hombres
y mujeres. Es otro pueblo distinto, y a la vez el mismo pueblo eterno
(Aplausos).El que así se expresa desde esta tribuna tampoco es exactamente
el mismo hombre de aquel día. Es solo alguien mucho menos joven, que
se llama igual, que viste igual, que piensa igual, que sueña igual (Aplausos).De
los 11 142 700 habitantes que constituyen la población actual del país,
7 190 400 no habían nacido todavía; 1 359 698 tenían menos de 10 años
de edad; la inmensa mayoría de los que entonces tenían 50 años y ahora
tendrían como mínimo 90 -aunque son cada vez más numerosos los que sobrepasan
esa edad- han fallecido.Un 30% de aquellos compatriotas no sabían leer
ni escribir; pienso que tal vez otro 60% no alcanzaba el sexto grado.
Existían solo algunas decenas de escuelas técnicas, institutos preuniversitarios,
no todos al alcance del pueblo, y centros para la formación de maestros,
tres universidades públicas y una privada. Profesores y maestros, 22
000. ¿Acaso un 5% de los adultos, es decir, más o menos 250 000 personas,
podían tener más desexto grado? Hay algunos datos que recuerdo.Hoy,
maestros con mucho mayor nivel y profesores en activo, hay más de 250
000; médicos, 64 000; graduados universitarios, 600 000. No existe un
analfabeto, es rarísimo que alguien tenga menos de sexto grado. Es obligatoria
la enseñanza hasta los nueve grados; todos los que la alcanzan, sin
excepción, pueden continuar gratuitamente estudios de nivel medio superior.
No vale la pena acudir a datos absolutamente precisos y absolutamente
exactos. Hay hechos que nadie se atreve a negar. Somos hoy, con orgullo,
el país del mundo con mayor índice per cápita de educadores, médicos
y profesores de educación física y deporte, y la más baja tasa de mortalidad
infantil y materna entre todos los del Tercer Mundo.No me propongo,
sin embargo, hablar de estos y otros muchos avances sociales. Hay cosas
mucho más importantes que estas. Lo absolutamente real es que no existe
comparación posible entre el pueblo de hoy y el de ayer. El pueblo de
ayer, analfabeto y semianalfabeto, sin apenas una verdadera y mínima
cultura política, fue capaz de hacer la Revolución, defender la patria,
alcanzar después una extraordinaria conciencia política e iniciar un
proceso revolucionario que no tiene paralelo en este hemisferio ni en
el mundo. Lo digo no por ridículo espíritu chovinista, o con la absurda
pretensión de creernos ser mejores que otros; lo digo porque la Revolución
que nacía aquel Primero de Enero, quiso el azar o el destino que fuese
sometida a la más dura prueba a la que haya sido sometido proceso revolucionario
alguno en el mundo.Nuestro pueblo heroico de ayer y de hoy, nuestro
pueblo eterno, con la participación ya de tres generaciones, ha resistido
40 años de agresiones, bloqueo, guerra económica, política e ideológica
de la más poderosa y rica potencia imperialista que ha existido jamás
en la historia del mundo. Su más extraordinaria página de gloria y firmeza
patriótica y revolucionaria ha sido escrita en estos años de período
especial, cuando nos quedamos absolutamente solos en medio de Occidente
a 90 millas de Estados Unidos, y decidimos seguir adelante.
Un Premio
Nobel de Economía propuso hace 14 años, cuando estas especulaciones
eran dos mil veces menores, un impuesto del 1% a cada operación especulativa
de este tipo. Hoy el importe de ese 1% sería suficiente para desarrollar
a todos los países del Tercer Mundo. Sería una forma de regulación y
freno a tan nociva especulación. Pero, ¿regular? Eso choca con la más
pura doctrina fundamentalista. Hay palabras que no pueden ser pronunciadas
en el templo de los fanáticos del orden mundial impuesto. Ejemplos:
regulación, empresa pública, programa de desarrollo económico, cualquier
forma de planificación mínima, participación o influencia del Estado
en el área económica. Todo eso perturba el idílico sueño del paraíso
del libre mercado y la empresa privada. Todo debe ser desregularizado,
incluso el mercado de fuerza laboral. La ayuda al desempleo debe ser
reducida a lo indispensable y mínimo para no sostener "vagos" y "holgazanes";
el sistema de pensiones debe reestructurarse y privatizarse. El Estado
debe ocuparse solo de la Policía y el Ejército, para mantener el orden,
reprimir protestas y hacer guerra. Ni siquiera es admisible que participe
para nada en las políticas monetarias del Banco Central. Este debe ser
absolutamente independiente. Luis XIV realmente sufriría mucho porque
si él dijo "El Estado soy yo", ahora tendría que añadir: "No soy absolutamente
nada".Aparte de la asombrosa especulación con las monedas, crecen de
forma acelerada e increíble los llamados fondos de cobertura y el mercado
de derivados, otra palabrita bastante nueva. No intentaré explicarlo.
Es complicado. Requeriría tiempo. Basta decirles que se trata de un
sistema adicional de juegos especulativos, otro casino enorme en que
se apuesta con todo y de todo, basado en cálculos sofisticados de riesgos
con empleo de computadoras, programadores de alto nivel y eminencias
económicas. Explotan la inseguridad y emplean el dinero de los ahorristas
de los bancos; no tienen prácticamente restricción alguna, obtienen
ganancias enormes y pueden crear catástrofes.Que el actual orden económico
es insostenible lo evidencia la propia vulnerabilidad y endeblez del
sistema, que ha convertido el planeta en un gigantesco casino, a millones
de ciudadanos y en ocasiones a sociedades enteras en jugadores de azar,
desvirtuando la función del dinero y de las inversiones, ya que aquellos
buscan a toda costa no la producción ni el incremento de las riquezas
del mundo, sino ganar dinero con dinero. Tal deformación conducirá a
la economía mundial a un inevitable desastre. Un hecho reciente,
ocurrido en Estados Unidos, ha sido motivo de escándalo y profunda preocupación.
Uno de los fondos de cobertura de los que mencioné y traté de explicar
en esencia, precisamente el más famoso de Estados Unidos, cuyo nombre,
traducido al español, es Administración de Capital a Largo Plazo, y
que cuenta con dos Premios Nobel de Economía y varios de los mejores
programadores del mundo, y ganancias anuales superiores al 30%, estuvo
a punto de una quiebra cuyas consecuencias habrían sido, al parecer,
incalculables.Apoyándose en el prestigio adquirido y confiado ciegamente
en la infalibilidad de sus afamados programadores y sus Premios Nobel
de Economía, con un fondo propio de solo 4 500 millones de dólares,
movilizó fondos de 75 bancos diferentes, ascendentes a 120 000 millones
de dólares para sus operaciones especulativas, es decir, obtuvo más
de 25 dólares de préstamos por cada dólar propio del fondo. Tal procedimiento
rompía todos los parámetros y supuestas prácticas financieras. Los cálculos
y los programas fallaron. Las pérdidas fueron considerables; la quiebra,
palabra dramática en esa esfera, inevitable. Era ya cuestión de días.
El Sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos acudió al rescate
del fondo de cobertura. Esto estaba en contradicción con todo lo que
predica Estados Unidos y sostiene la filosofía neoliberal, a partir
de lo que se considera una conducta irresponsable de una institución
de ese carácter. Según los principios establecidos, el famoso fondo
de resuardo debió arruinarse, la ley del mercado le daría una lección
al imponer el correctivo pertinente. Se produjo el escándalo. El Senado
citó a Greenspan, Director del Sistema de la Reserva Federal; fue llamado
a declarar. Este alto funcionario, surgido de Wall Street, es considerado
uno de los más expertos y eminentes responsables de la economía de Estados
Unidos, se le atribuye el mérito principal de los éxitos económicos
de la actual Administración, y en estos momentos recibe homenaje especial
en los círculos financieros y en la prensa como el hombre que frenó
la crisis en la bolsa de Estados Unidos, al rebajar tres veces consecutivas
la tasa de interés. Después del Presidente, se le considera la persona
más importante del país. Pues bien, este famoso y reconocido Director
declaró al Senado que, si no salvaba al fondo, se produciría una catástrofe
económica que afectaría a Estados Unidos y al mundo entero.¿Cuál es
la solidez de un orden económico en el que la acción, calificada de
aventurera e irresponsable, de una institución especulativa que poseía
solo 4 500 millones de dólares, puede conducir a Estados Unidos y al
mundo a un desastre económico? Cuando se observa tal endeblez y semejante
falla inmunológica del sistema, podría diagnosticársele que padece de
algo muy parecido al SIDA.No deseo utilizar en esta ocasión más argumentos.
Existen otros muchos problemas en la economía mundial. El orden prevaleciente
se debate entre inflación, recesión, deflación, posibles crisis de superproducción,
bajas sostenidas de los productos básicos. Países tan inmensamente ricos
como Arabia Saudita tienen ya déficit presupuestarios y comerciales,
a pesar de que exporta 8 millones de barriles diarios de petróleo. Los
pronósticos optimistas de crecimiento se esfuman. No hay la menor idea
de cómo se resolverán los problemas del Tercer Mundo. ¿Con qué bienes
de capital, tecnologías, redes de distribución, créditos para la exportación,
cuentan para buscar mercados, competir y exportar? ¿Dónde están los
consumidores de sus productos? ¿Cómo se buscarán los recursos para la
salud de Africa, cuyos 22 millones de personas afectadas por el VIH
requerirían, a los precios actuales, 200 000 millones de dólares cada
año para controlar una sola enfermedad? ¿Cuántos morirán mientras aparezca
una vacuna protectora o un medicamento que elimine la enfermedad?
El mundo
necesita una cierta dirección para enfrentar sus actuales realidades.
Somos ya 6 000 millones los habitantes en el planeta. Es casi seguro
que en solo cinco décadas más seamos 9 500 millones. Garantizar alimentos,
salud, educación, empleo, ropa, calzado, techo, agua potable, electricidad
y transporte para tan extraordinario número de personas que vivirán
precisamente en los países más pobres, será un desafío colosal. Primero
habrá que definir patrones de consumo. No podemos seguir implantando
los gustos y modos de vida inspirados en el modelo despilfarrador de
las sociedades industrializadas, lo que sería suicida además de imposible.Hay
que programar el desarrollo del mundo. Esa tarea no puede quedar en
manos de las transnacionales y de las ciegas y caóticas leyes del mercado.
La Organización de Naciones Unidas constituye una buena base, reúne
ya mucha información y experiencia; hay que luchar simplemente por democratizarla,
poner fin a la dictadura del Consejo de Seguridad y a la dictadura dentro
del propio Consejo, al menos ampliándolo con nuevos miembros permanentes
donde el Tercer Mundo esté debidamente representado, con todas las prerrogativas
que tienen los actuales miembros que ostentan ese carácter y cambiando
las reglas para la toma de las decisiones. Hay que ampliar, además,
las funciones y la autoridad de la Asamblea General.Ojalá no sea mediante
crisis económicas catastróficas que aparezcan soluciones. Miles de millones
de personas del Tercer Mundo serían las más afectadas. Un elemental
sentido de las realidades tecnológicas y del poder destructivo de las
armas modernas, nos obliga a pensar en el deber de impedir que los conflictos
de intereses que inevitablemente se desatarán conduzcan a guerras sangrientas.La
existencia de una sola superpotencia, un orden económico global y asfixiante,
hace difícil -tal vez imposible- que incluso una Revolución como la
nuestra, si naciera hoy y no cuando pudo contar con un punto de apoyo,
en un mundo que era entonces bipolar, pudiera sostenerse. Nuestro país
contó, por ello, con el tiempo necesario para desarrollar una invencible
capacidad de resistencia y desplegar a la vez, en la esfera internacional,
la fuerte influencia de su ejemplo y su heroísmo para librar en todas
las tribunas una gran batalla de ideas.Los pueblos lucharán, las masas
desempeñarán importante y decisivo papel en esas luchas, que en el fondo
será su respuesta a la pobreza y los sufrimientos que les han sido impuestos;
mil formas creadoras e ingeniosas de presión y acción política surgirán.
Muchos gobiernos se verán desestabilizados por las crisis económicas
y la ausencia de salidas dentro del sistema económico internacional
establecido. Vivimos una etapa en que los acontecimientos marchan
por delante de la conciencia de las realidades que estamos padeciendo.
Hay que sembrar ideas, desenmascarar engaños, sofismas e hipocresías,
usando métodos y medios que contrarresten la desinformación y las mentiras
institucionalizadas. La experiencia de 40 años de calumnias caídas sobre
Cuba como lluvias torrenciales nos ha enseñado a confiar en el instinto
y la inteligencia de los pueblos.Los países de Europa han dado al mundo
un buen ejemplo de lo que puede lograrse mediante el ejercicio de la
racionalidad y el empleo de la inteligencia. Después de siglos guerreando
entre sí, comprendieron que incluso ellos, países industrializados y
ricos, no podrían sobrevivir aislados. Soros, un conocido personaje
del mundo de las finanzas, y su grupo, con un asalto especulativo, pusieron
de rodillas a Gran Bretaña, otrora dueña de un gran imperio, reina incuestionada
de las finanzas y poseedora de la moneda de reserva, papel que ahora
desempeñan el dólar y Estados Unidos.El franco, la peseta y la lira
también sufrieron los embates de la especulación. El dólar y el euro
se vigilan mutuamente. Un adversario con perspectivas le ha surgido
a la privilegiada moneda norteamericana. Estados Unidos apuesta ansiosamente
a sus dificultades y fracaso. Sigamos de cerca los acontecimientos.Algunos
en sus angustias, incertidumbres y dudas, buscan alternativas eclécticas.
El mundo, sin embargo, no tiene otra alternativa a la globalización
neoliberal, deshumanizada, moral y socialmente indefendible, ecológica
y económicamente insostenible, que una distribución justa de las riquezas
que los seres humanos sean capaces de crear con sus manos laboriosas
y fecunda inteligencia. Cese la tiranía de un orden que impone principios
ciegos, anárquicos y caóticos, que conduce a la especie humana hacia
el abismo. Sálvese la naturaleza. Presérvense las identidades nacionales.
Protéjanse las culturas de cada país. Que prevalezcan la igualdad, la
fraternidad y con ellas la verdadera libertad. No pueden continuar creciendo
las insondables diferencias entre ricos y pobres dentro de cada país
y entre los países. Deben, por el contrario, disminuir progresivamente
hasta cesar algún día. Que sea el mérito, la capacidad, el espíritu
creador y lo que el hombre realmente aporte al bienestar de la humanidad;
no el robo, la especulación o la explotación de los más débiles lo que
determine el límite de las diferencias. Practíquese verdaderamente el
humanismo, con hechos y no con hipócritas consignas.
Queridos
compatriotas:El pueblo que libra la heroica lucha del período especial
para salvar la Patria, la Revolución y las conquistas del socialismo,
avanza incontenible hacia sus metas, igual que los combatientes de Camilo
y el Che de la Sierra Maestra al Escambray. Como dijo Mella, todo tiempo
futuro tiene que ser mejor. Comprobémoslo en las metas que nos hemos
trazado para 1999. Consolidemos y profundicemos, trabajemos, luchemos,
combatamos con el espíritu con que lo hicieron nuestros heroicos compatriotas
en Uvero, en los días gloriosos de la gran ofensiva enemiga, en las
batallas y en los hechos que hemos recordado hoy. Ya dejamos atrás el
revés de Alegría de Pío, pasamos por Cinco Palmas, ya hemos reunido
fuerzas, ya somos capaces de vencer como 300 vencieron a 10 000, ya
somos mucho más fuertes, ya estamos seguros de la victoria (Aplausos).A
todos nuestros compatriotas, especialmente a los jóvenes, les aseguro
que los próximos 40 años serán decisivos para el mundo. Por delante
tienen tareas incomparablemente más complejas y difíciles. Nuevas metas
gloriosas los esperan, el inmenso honor de revolucionarios cubanos se
lo exige. Lucharemos por nuestro pueblo y por la humanidad. Y nuestra
voz puede llegar y llegará muy lejos.La batalla de hoy es dura y difícil.
En la guerra ideológica, como en las contiendas bélicas, se producen
también bajas. Los tiempos duros y las condiciones difíciles no todos
tienen el temple necesario para resistirlos. Les recordaba hoy que en
medio de la guerra, bajo los bombardeos y sufriendo todo tipo de privaciones,
de los jóvenes voluntarios que ingresaban en la escuela, uno de cada
diez lo soportaba; pero ese uno valía por diez, por cien, por mil. Profundizar
en la conciencia, formar carácter, educar en la dura escuela de la vida
de nuestra época, sembrar ideas sólidas, utilizar argumentos que son
irrebatibles, predicar con el ejemplo y confiar en el honor del hombre,
puede lograr que, de cada diez, nueve permanezcan en sus puestos de
combate junto a la bandera, junto a la Revolución y junto a la Patria
(Aplausos). ¡Socialismo
o Muerte! Tomado
de: |